Inicios del presidencialismo y anarquía

A partir de 1925, comenzaba en nuestro país la era del presidencialismo. Bajo el alero de nuevas normativas, se daba inicio a un período en el que el poder Ejecutivo se volvía protagonista de la escena política.

El régimen presidencial ha regido nuestro país desde 1925. En la foto, una vista actual de la sede del poder Ejecutivo, La Moneda.

La Constitución de 1925, redactada por una comisión en la que se destacaron personalidades como José Maza Fernández, Domingo Amunátegui Solar, Luis Barros Borgoño, Eliodoro Yáñez, José Guillermo Guerra, entre otros, les otorgaba al Estado y a su conductor un rol esencial en el desarrollo del país. Se establecía que el presidente de la República era el jefe de gobierno y del Estado, teniendo la facultad de nombrar a su gabinete, participar en la redacción de las leyes y proponer a quienes integrarían el poder judicial. Así lo ratificaba el texto constitucional, que en el artículo Nº 60 señalaba que “un ciudadano con el título de presidente de la República de Chile administra el Estado y es el jefe supremo de la nación”.

Sin embargo, a pesar de lo categórico de la nueva carta fundamental, la consolidación del régimen presidencial costó algunos años. Incluso significó varias revueltas sociales e inconsistencias políticas por parte de los partidos y dirigentes. Un largo camino.


Emiliano Figueroa Larraín: Gobierno provisorio



Caricatura del presidente
Emiliano Figueroa, aparecida
en la revista Sucesos

Tras la renuncia de Alessandri Palma y la presidencia interina de Luis Barros Borgoño, asume la presidencia del país, el 23 de diciembre de 1925, Emiliano Figueroa Larraín. El abogado, de larga trayectoria política, se impuso sin mayor oposición en los que fueron los primeros comicios directos de la era presidencial.

Figueroa no era ajeno a las labores gubernamentales y ya había ocupado la vicepresidencia del país en dos oportunidades debido a las muertes de Pedro Montt y de Elías Fernández (presidente y vicepresidente, respectivamente). Por ello, nadie dudaba de su liderazgo y capacidad para
imponer el orden necesario en el país; sin embargo, los hechos demostrarían que ni siquiera su experiencia serviría para calmar los ánimos en el gabinete.

La figura de Carlos Ibáñez del Campo adquiría fuerza y, desde su cargo de ministro de Guerra, impuso una política extremadamente autoritaria.

A tal punto llegó la presión ejercida que el 4 de mayo de 1927, Emiliano Figueroa renunciaba a la presidencia del país.

Juan Esteban Montero: Anarquía política

Tras la renuncia de Ibáñez, asumió como vicepresidente el radical Juan Esteban Montero. Sin embargo, tan pronto como los partidos políticos le propusieron a Montero ser candidato a la presidencia, este dimitió y quedó provisoriamente en el puesto Manuel Trucco.

En las elecciones del 4 de octubre de 1931 resultó ganador Juan Esteban Montero. El nuevo presidente recibía un país económicamente inestable, por lo que era imperioso revitalizar las actividades productivas y reducir el gasto público.

Sin embargo, Montero no fue capaz de repuntar las cifras, lo que acrecentó el descontento de la población, tanto civil como militar, e hizo aparecer tres importantes figuras en la oposición: el diplomático Carlos Dávila Espinoza, el socialista Marmaduque Grove y el representante de la Nueva Asociación Pública (NAP), Eugenio Matte Hurtado.

La inestabilidad y efervescencia popular terminaron con un pronunciamiento militar, liderado por la Fuerza Aérea bajo la conducción de Marmaduque Grove. Esto provocó la inmediata renuncia de Montero y la instauración de una junta de gobierno compuesta por Arturo Puga, Carlos Dávila y Eugenio Matte. Poco duraría esta junta, ya que diferencias de opiniones terminaron con la salida de Dávila del gobierno, siendo reemplazado por Rolando Merino Reyes.

Dávila, por su parte, conformaría una nueva junta de gobierno, con Nolasco Cárdenas Díaz y Alberto Cabero. Esta fue capaz de restaurar el orden público, pero no contaba con el apoyo popular.
Fue entonces cuando esta se disolvió y el poder lo asumió solo Carlos Dávila, quien convocó a elecciones y adoptó una serie de medidas para repuntar la economía.

Sus intenciones de restablecer la calma poco duraron, ya que el nuevo mandatario no concitaba el interés de la población y poseía escasos partidarios.

Por ello, renunció y entregó el poder al general Bartolomé Blanche. Este último, consciente de la necesidad de retomar la vía democrática, renunció el 2 de octubre, entregando el poder a Abraham Oyanedel, quien, en su rol de presidente de la Corte Suprema y gobernante provisorio, convocó a elecciones, dando por finalizado el caos institucional vivido durante esos años.

El regreso de Alessandri

Tras los sucesos que sumieron al país en la anarquía, surgió la figura del ex presidente Arturo Alessandri Palma como posible pacificador de la agitación. Por ello, en las elecciones presidenciales y parlamentarias, efectuadas el 30 de octubre de 1932, logró una amplia mayoría.
El político retornaba al principal cargo de la nación, recibiendo a esta en pésimas condiciones económicas. Por ello implementó un efectivo plan de saneamiento financiero, que permitiría enfrentar los compromisos pendientes y la bancarrota de las empresas salitreras. Respecto de
este último punto, se dio el vamos a la creación de la Corporación de Ventas del Salitre y Yodo (Covensa), en 1934, que logró un importante repunte de la actividad en el norte. Paulatinamente, Alessandri Palma fue devolviendo la tranquilidad al país.

Así, con las finanzas en orden, fue posible proyectar un nuevo plan de obras públicas gracias al cual se construyeron el barrio cívico, el Estadio Nacional, la escuela de Derecho de la Universidad de Chile y otros estudios referentes a la implementación de caminos, puentes, escuelas, etc.
En los últimos años de su gobierno enfrentó importantes protestas. Casos como los hechos de Ranquil, donde murieron 200 personas, o la matanza del Seguro Obrero agitaron los ánimos en el país, dividiendo las alianzas políticas.

 



Placa recordatoria de la
Matanza del Seguro Obrero,
ocurrida el 5 de septiembre
de 1938.

Matanza del seguro obrero


El 5 de septiembre de 1938, un grupo de jóvenes, pertenecientes al movimiento nacional socialista, irrumpió en el edificio del Seguro Obrero, dando muerte a un carabinero. Al mismo tiempo, otro grupo se tomaba la casa central de la Universidad de Chile, para derrocar al presidente Alessandri.
Sin embargo, cuando la fuerza pública aplacó la revuelta, aplicó una medida extrema y, en el edificio del Seguro Obrero, fusiló a ambos grupos de manifestantes, matando injustamente a cerca de 60 jóvenes.

Gobiernos

  • Gobiernos radicales: P. Aguirre Cerda, J. Antonio Ríos y G. González Videla

    Lamentablemente, la tranquilidad económica otorgada por el segundo gobierno de Arturo Alessandri no fue suficiente para estabilizar por completo al país.

  • Gobiernos independientes: Ibañez y Alessandri

    Luego de tres mandatos radicales consecutivos y del lógico desgaste e la coalición gobernante, la ciudadanía exigió un cambio en la administración del país. Se sucedieron, entonces, dos presidentes que antes de llegar al poder se declaraban autónomos políticamente.

  • Nuevos referentes: Frei Montalva y Allende

    Los cambios en el escenario político permitieron la emergencia de nuevos actores y la paulatina desaparición de otras fuerzas tradicionales. Vertiginosos cambios que transformarían la sociedad chilena y que terminarían con la polarización del país en dos bloques.

  • Retorno a la democracia

    Ante el incremento de las protestas populares y la reaparición de las fuerzas opositoras, en 1988 se convocó a una consulta nacional que definiría los destinos del país y permitiría el retorno de la democracia y, por ende, de las libertades civiles.

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