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El Semanal

Fotografías de: Gabriel Schkolnick / Roberto Candia

Julio Muñoz

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Qué se siente…

Lanzarse del Costanera Center
Julio Muñoz

"Un minuto y medio. Eso duró. Me lancé, abrí el paracaídas y en tres segundos estaba volando desde el piso 42 del Costanera Center, a 180 metros del suelo. Fue en octubre de 2010. Lo planeé desde que empezaron a construirlo. Fui con un amigo francés, entonces campeón del mundo, un paracaidista seco.

A las 9 p.m. del día anterior chequeamos el perímetro, definimos las zonas de aterrizaje. La primaria era una plaza al lado del río y la secundaria, el río mismo. Como a las 5 a.m. llegamos al edificio. Entramos por el lado de Costanera. No fue fácil. Llegamos hasta el piso 12 a pie y se acabaron las subidas. La única forma de seguir era por el ascensor externo, el de la construcción. Subimos del 12 al 40 por la pata de la grúa y nos metimos por unos tubos.

Quién nos había autorizado. Yo le dije: 'Abajo, el jefe'. Y salté

Eso fue lo más peligroso, mucho más que el salto. No tenía miedo, la adrenalina y las ganas eran tan altas que no había tiempo de sentir miedo ni echarte para atrás.

En el 40 aparecieron los primeros maestros. Les dijimos que saltaríamos y tuvimos que convencerlos de que no contaran. Pasamos al otro lado del edificio y nos dimos cuenta de que había mallas de seguridad que no nos permitían saltar. Volvimos a la zona de seguridad y buscamos otra alternativa. Subimos al 42.

Ahí había una gran muchedumbre, muchos maestros sacándonos fotos, alentándonos. A las 6.45 estábamos arriba. Había poco viento, pocos autos. Recién amanecía. La sensación era entretenida, adrenalínica, como cuando uno es chico y sabe que está haciendo una maldad y la hace igual. Teníamos sólo ganas de saltar, estaba todo dado, teníamos la experiencia. No era un salto que pudiera hacer cualquiera. Yo tenía 15 años de experiencia.

En un minuto llegó el jefe y se nos acercó. Estábamos al borde del edificio. Nos preguntó quién nos había autorizado. Yo le dije: 'Abajo, el jefe'. Y salté. En el aire me siento más cómodo, me siento como en mi medio. Es pura paz. Estaba feliz. Aterrizamos justo donde lo habíamos planeado. Cuando pisé el suelo sentí una gran alegría, de las mayores. Teníamos claro que saltar de un edificio en paracaídas podía llevarnos a la muerte. Cuando todo resulta, te llenas de alegría. Fue orgásmico".

Por: Pedro Bahamondes
Fotografía: Gabriel Schkolnick