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El Semanal

Fotografías de: Gabriel Schkolnick / Roberto Candia

Nicolas Ibañez

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Qué se siente…

Alcanzar un 8 mil
Nicolás Ibáñez Varela

"Habíamos llegado al campamento 3 del Lhotse, a 7.300 metros de altura, cerca de la frontera entre Nepal y el Tíbet, cuando vimos un bulto negro caer a la distancia. Eran cerca de las 20 horas del 9 de mayo de 2006. Pensábamos que había sido una roca, hasta que cerca de la medianoche tomamos contacto con el campamento 2 más abajo, a 6.200 metros, donde estaba el resto del equipo. Ellos nos dicen: 'Ese bulto que ustedes reportaron es una persona y, muy probablemente, uno de los expedicionarios que estuvieron con nosotros'. Un día antes habíamos estado con dos checos que querían subir a la cumbre de 8.516 metros en estilo alpino. Ese mensaje me produjo una sensación de hielo.

Estábamos ahí para conquistar un 8 mil, no para devolvernos

Al día siguiente, cuando nos dimos cuenta de que nadie era capaz de ayudarlo, dijimos se para esta expedición. Fue un momento fuerte, pero la voz de mando de Rodrigo Jordán, que lideraba este equipo de 11 montañistas que querían conquistar la cumbre del Lhotse, un cerro que ningún chileno había escalado antes, en homenaje a Claudio Lucero, fue clara: a esta persona hay que rescatarla.

Cuando llegamos donde el checo, él estaba semiconsciente. Fue fuerte ver una persona agónica, con gran parte de las extremidades congeladas. Le di parte de mi oxígeno. Para hacerlo tenía que poner mi mano sobre la máscara contra su boca. La operación de rescate tardó tres horas. Lamentablemente, cuando volvimos a la ruta, el checo murió. Ahí te cuestionas todo: ¿Qué hago acá? Claramente no vine a este lugar a morirme.

Después de esto, la verdad no sabía si seguir o no. Tenía 23 años. Nunca nadie tan joven había hecho cumbre en el Lhotse. Pero al final vino un convencimiento de que debíamos hacer esto por Chile, por el equipo y por Lucero. Estábamos ahí para conquistar un 8 mil, no para devolvernos. Es ahí cuando dices, no puedo dejar que esto me supere y logramos seguir caminando. El día más duro desde el punto de vista físico, para mí, fue ese: el 10 de mayo. Al campamento 4 llegué apenas. La cumbre la logramos el 11 a las 10.30, con la tremenda coincidencia de que era el cumpleaños de mi papá. Cumplía 50 años. Fue pura coincidencia, porque comenzamos el ascenso antes de lo planeado. No me acuerdo claramente qué nos dijimos cuando llegamos a la cumbre. Pero sí que lloré y grite ¡Viva Chile!".

Por: Andrew Chernin
Fotografía: Vertical S.A.