Presentado porEnel

La renovación energética de Richard Briones

Su abuelo, su padre y él. Todos vieron en la producción de electricidad una oportunidad laboral, pero también una forma de aportar a Chile. Tres generaciones que vivieron en primera persona un cambio de paradigma: con el cierre de una planta diesel, comenzó una nueva etapa en la familia. La historia energética de este ingeniero hoy se desarrolla en el parque solar Lalackama, donde es el “dueño de casa”. “Estoy viviendo la transición energética. Hoy se habla de esto como energías renovables no convencionales. Pero en el futuro lo convencional va a ser esto: la energía limpia”, dice

Por: Carla Pía Ruiz Pereira

Las coordenadas eran -25.107196, -70.313069.

A 80 kilómetros de Taltal, la nueva casa de Richard Briones (32), estaba su también nuevo lugar de trabajo: el parque fotovoltaico Lalackama.

Vivía, por ese entonces, una transición. De una planta termoeléctrica, a carbón, pasaba a una solar. La ansiedad fue más fuerte. Ingresó la ubicación a Google Maps.

Clic en “vista satelital”. Richard observó el desierto de Atacama en el mapa y en medio de eso, cientos de barras. Menos zoom, menos zoom, menos zoom. Eran miles de metros llenos de paneles solares. Y nada más alrededor. Sin duda era imponente.

–Pero otra cosa es en vivo y en directo. Cuando conocí la planta vi un cerro lleno de paneles solares y dije “oh, a qué me vine a meter acá” –recuerda el ingeniero.

El parque fotovoltaico Lalackama está ubicado a 80 kilómetros de Taltal. 

258.000 paneles solares en total. 192 hectáreas que debería custodiar. Impactante, pensó. Pero algo no le hacía sentido. Recorría con la vista el paisaje. ¿Dónde estaba? ¿Por qué aún no la veía? Cuando se dio cuenta de lo que rastreaba con sus ojos, se puso a reír.

–Uuuuh, ¿y dónde está la chimenea? –se preguntaba minutos antes.

Tres generaciones

Partía en gris y terminaba pintada con franjas blancas y rojas. Era alta, muy alta. Medía exactamente 75 metros. Así era la chimenea de la Central termoeléctrica Tarapacá. Richard Briones recuerda que fue parte de su vida desde siempre. Cuando él tenía 10 años su padre, Fernando, entró a trabajar a la central. “Que bueno, espero jubilarme en la planta”, fue lo que dijo. Y la infancia de Richard se comenzó a dibujar en torno al trabajo de su padre. Las fiestas de navidad se celebraban allí, en el casino. Atrás estaba la caldera y más allá la monumental chimenea.

Pero la historia energética de la familia empezó antes.

Corría el año 54 y a la central hidroeléctrica Cipreses, ubicada en la cuenca del río Maule, llegó Guillermo Briones, el abuelo de Richard. Ahí hizo su práctica. Él y su familia vivían en San Clemente, una comuna de la región del Maule. Luego, lo llamaron para participar en la construcción de la central Isla y se quedó como mecánico. En 1964 trabajó en la construcción del muro de la represa de la central hidroeléctrica Rapel y en el 68 se fue a trabajar a una central en Iquique. Guillermo se jubiló con los años de servicio, pero dos de sus cinco hijos siguieron trabajando en esa planta que era diésel. Uno de ellos era Fernando, el padre de Richard. Ahí entró como mecánico y en el 98 se cambió a la central Tarapacá.

Tres generaciones trabajando en plantas de energía: Richard Briones, su padre, Fernando Briones y su abuelo, Guillermo Briones.

El trabajo en el mundo de la energía parecía ser el destino en la familia. Su abuelo y su padre habían visto en ese campo una oportunidad laboral. Pero Richard Briones tenía otros planes.

–No me veía haciendo eso. Yo soy músico, soy bajista. Aprendí a tocar charango a los seis años, seguí tocando guitarra –dice.

Por eso, cuando salió del colegio y dio la PSU, postuló a ingeniería en sonido. Quedó en la Universidad Austral, pero no tenía el respaldo económico para irse a vivir a Valdivia. Como era bueno en matemáticas y física, buscó una carrera relacionada y entró a estudiar técnico en electrónica, en 2006. Y mientras estudiaba, Richard tocaba en los pubs de Iquique. Al segundo año de carrera le agarró el ritmo.

–La decisión de estudiar ingeniería en electrónica fue más consciente. Lo vi como el lado del futuro –explica.

Pero todo siempre estuvo asociado a la música. Su tesis fue el desarrollo de pedales de efecto. Y al trabajar en el rubro energético había un guiño a su pasión: trabajaba como instrumentista.

Renovando energías

Me gusta estar al lado del camino… Me gusta abrir los ojos y estar vivo

Suena la radio. Es Fito Páez, la canción se llama “Al lado del camino”. Son las 7 de la mañana y Richard Briones va arriba de la camioneta, en dirección al parque solar Lalackama. En kunza –el idioma hablado por el pueblo atacameño en el Altiplano– significa “aurora”. Y ese es el día a día de Richard: levantarse con la llegada del sol, escuchar música y manejar hasta su trabajo.

La ruta es peligrosa. Desde Taltal a Paposo, donde está la tristemente conocida “Cuesta Paposo”, escenario de numerosos accidentes, casi siempre en una curva cerrada justo antes de la bajada final. Ese trayecto es el que recorre a diario este ingeniero. Luego, vienen 20 kilómetros de camino de ripio. Cuando hay mal tiempo, también aparece la neblina.

–Y acá, en la planta Lalackama, yo soy el único dueño de casa. Entonces es una responsabilidad mayor –comenta Richard.

La plata solar Lalackama es capaz de generar 160 GWh al año. 

La historia que llevó a este ingeniero hasta donde está hoy comienza un verano de 2009, cuando hizo su práctica en la Central Tarapacá, después de terminar el técnico en electrónica. Ahí, luego de titularse ya como ingeniero en electrónica, llegó como trabajador de una empresa contratista. En 2015 ya tenía contrato fijo y en 2017 pasó a las filas de Enel. Mientras él trabajaba en el área de mantenimiento, su padre estaba en operaciones.

–Mi papá trabajaba en la sala de control, donde hay unas mesas grandes, llenas de perillas. Yo veía la parte de las programaciones. Si él apretaba un botón, yo sabía qué significaba. Entonces, había un complemento laboral bien bueno. Fue súper gratificante poder trabajar con mi papá. Dentro de la planta nos veíamos como compañeros de trabajo. El problema era fuera de la planta, porque hasta en las reuniones familiares hablábamos de pega –dice, entre risas, Richard.

A principios de 2018, la encargada de recursos humanos entrevistó a todo el personal de Tarapacá. A él también.

–¿Cómo te ves de aquí a dos años en la empresa? –recuerda que le dijo Richard.

–La verdad es que me gustaría cambiarme al área de renovables. Sé que Enel tiene varias plantas a nivel nacional. Así que tal vez podría ir por ahí la cosa –respondió él.

Luego supo que le habían hecho la misma pregunta a todos los trabajadores. ¿Por qué? Ya se estaba evaluando cómo iba a ser el impacto del cierre de la central Tarapacá.

Pasó en junio de 2019. Avisaron que la unidad a carbón de la planta cerraría el 31 de diciembre de ese año.

En esa misma época, Richard postuló a un concurso interno. En realidad, a dos. Uno para los proyectos del área de energía eólica y otro en solar. Quedó en ambos, tenía que decidir. Averiguó por aquí y por allá. Le dijeron que en diez años más habría varios proyectos ligados a la energía solar. Eligió eso.

–Y antes de decidir, ¿qué tipo de acercamiento tenías con ese tipo de energías?

–Ninguno. Solamente el acercamiento teórico, lo de la universidad. Y de repente uno que otro panel solar que había visto en un poste o en una casa. No una mega construcción como la de Enel –comenta hoy el supervisor de operaciones y mantenimiento en la planta fotovoltaica Lalackama.

El cambio fue drástico. De trabajar en una planta a carbón, donde había ruido y polución, donde a veces Richard debía calibrar, por ejemplo, los molinos y los equipos que muelen el carbón y terminaba negro. A estar en una planta solar: silenciosa y la única que se autolimpia por las condiciones climáticas, gracias a la neblina.

–Fue un cambio de paradigma, de cómo ver la energía –dice Richard.

Un ciclo sin fin

“Un momento hermoso, un gran recuerdo el pasar por esta central que tanto le dio al país, a reinventarse y mirar el planeta del modo sostenible. Mi misión, llevar la energía renovable y traspasarla a todas las generaciones que de aquí en adelante vienen”.

Es la nota al pie de una foto. Marca un inicio, pero no un final. Richard Briones está con una camisa celeste y en la mano sostiene un regalo. Con la otra saluda al ministro de Energía, Juan Carlos Jobet. La foto es del 13 de enero pasado, el día de la ceremonia del cierre simbólico de la unidad a carbón de la Central Tarapacá, que fue desconectada definitivamente del Sistema Eléctrico Nacional el 31 de diciembre de 2019.

“Un momento hermoso, un gran recuerdo el pasar por esta central que tanto le dio al país, a reinventarse y mirar el planeta del modo sostenible. Mi misión, llevar la energía renovable y traspasarla a toda las generaciones que de aquí en adelante vienen”.

Unos minutos antes de que comenzara todo aquel día de verano en enero, alguien de Enel buscaba con premura a Richard. Le dijeron que él iba a ser quien le entregaría el archivo de fotográfico de la planta al ministro.

–Quedé totalmente sorprendido. Pero dije “ya, cuenten conmigo”, total en los escenarios no me achico. Como soy músico, pánico escénico no tengo. Así que listo, arriba del escenario y le di el regalo al ministro. Lo bonito es que ese día de la ceremonia, mi papá y yo decidimos invitar a mi abuelo –recuerda el ingeniero.

Nadie tenía idea de la historia energética de los Briones. Ahí, varios se enteraron que ya eran tres las generaciones de una misma familia que habían trabajado en Enel. Y Richard ahora trabajaría en la planta solar de Lalackama, representaba el futuro. Su abuelo, con 84 años, estaba emocionado.

–Me dijo “que rico, nieto. Muy bonito lo que estás viviendo, algo que yo nunca logré vivir, la transición energética” –explica Richard.

EN LA FOTO, RICHARD, SU PADRE, SU ABUELO, EL MINISTRO DE ENERGÍA JUAN CARLOS JOBET, el gerente general de Enel Chile, Paolo Pallotti, y colegas de la empresa.

Lalackama a todo terreno

Cadenas, mantas, piolas, conos de tránsito, un extintor grande, dos ruedas de repuesto. Una bengala. Y hasta un teléfono satelital.

Cada día puede ser una sorpresa para Richard Briones. ¿Qué se va a encontrar en el camino? No sabe. Por eso anda preparado para cualquier cosa. En el tramo entre Taltal y Lalackama no hay cobertura de red y ahí el teléfono satelital ha salvado a varios que se han topado con el ingeniero. Como cuando auxilió a un hombre que tenía problemas con su moto enduro.

–Me estacioné y le pregunté si necesitaba ayuda. Me dijo “hablo poco español”. Y yo, ya, poh. Le empecé a hablar en inglés. “What’s your problem?”. Me miraba y de repente me dice “soy alemán” –recuerda entre risas y agrega: –Se le había soltado una pieza de la rueda de atrás, así que subimos la moto y lo llevé en la camioneta hasta Taltal. Es una aventura todos los días.

Las peripecias continúan en la planta solar. A pesar de que su equipo de trabajo es pequeño –son solo cinco personas más, ya que la planta es operada desde Santiago–, al ser dueño de casa, Richard está preocupado de que todo esté en orden. Desde que los equipos estén funcionando hasta el suministro de agua. Si no está revisando que haya suficiente agua embotellada para el consumo de los trabajadores, está leyendo que, por ejemplo, los permisos medioambientales de la planta estén al día. Y si no está en su oficina revisando contratos, quizás anda recorriendo las 192 hectáreas, verificando el buen estado de los caminos interiores de la planta.

Siempre en movimiento y siempre con música. Arriba o abajo de la camioneta, las playlist no paran de sonar. A ratos se escucha a Paul McCartney, otras veces a Moby.

–Yo a veces me imagino grabando un videoclip con los músicos ahí, entre medio de los paneles solares. Es bien chora mi historia porque son los dos hemisferios del cerebro en un puro cuerpo, lo artístico y lo científico. Ahora en agosto cumplo un año en Lalackama –comenta Briones.

Richard Briones (32), y su lugar de trabajo: el parque fotovoltaico Lalackama.

El cambio ha sido desafiante. Durante los primeros meses de Richard en su nuevo trabajo, vivía solo. Primero en un hotel, después en una casa que arrendó. Veía a su esposa y sus dos hijos solo los fines de semana, cuando recorría las siete horas que hay entre Taltal e Iquique. En febrero, toda la familia se trasladó.

También ve a su padre seguido, porque trabaja en una planta térmica a media hora de Taltal. Cuando conoció Lalackama, recuerda el ingeniero, quedó impactado.

–Para él era como estar en otro mundo. Es chistoso porque ahora me pregunta cuándo va a haber un cupo en solar y cuando era chico era yo el que preguntaba por una oportunidad de hacer mi práctica –dice.

Tal como Richard se mueve todo el tiempo, a lo largo de todo el día, los paneles solares de Lalackama también se desplazan lentamente de oriente a poniente. Reciben los fotones del sol, los mismos que se convierten en electrones y luego, en electricidad. Lo que hacen es seguir al sol, como lo ha hecho el ingeniero durante el último año.

–Esta es energía limpia y me vine a trabajar acá pensando en el futuro, pensando en las nuevas generaciones, en mis hijos, en mis nietos. Esta transición que estoy viviendo va a ser una buena historia para contarle a cualquiera. Que yo viví las dos caras de la moneda energética. Ahora se habla de esto como las energías renovables no convencionales. Lo convencional es el carbón, las térmicas, las plantas diésel. Pero mis hijos no van a entender eso como convencional. Para ellos lo convencional va a ser lo limpio y yo soy partícipe de ese cambio. Eso es lo que me mueve– dice.

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