Javiera Gutiérrez:

“La sociedad debería fijarse en la persona y sus virtudes, y no en si es flaca o gorda”

Fue en el 2016 cuando tuve mi primera subida de peso pronunciada. En ese entonces tenía 21 años y pesaba alrededor de setenta kilos. Tras un evento que cambió mi vida y me condujo a una pena profunda y dolorosa, mi peso aumentó en treinta kilos en tan solo ese año, y en los tres… Continue reading Javiera Gutiérrez: “La sociedad debería fijarse en la persona y sus virtudes, y no en si es flaca o gorda”

Por: Javiera Gutiérrez en conversación con Yolanda Errázuriz

Fue en el 2016 cuando tuve mi primera subida de peso pronunciada. En ese entonces tenía 21 años y pesaba alrededor de setenta kilos. Tras un evento que cambió mi vida y me condujo a una pena profunda y dolorosa, mi peso aumentó en treinta kilos en tan solo ese año, y en los tres siguientes, otros veinte. Hoy tengo 25 años y peso 115 kilos, y mi sobrepeso gatilló una pre diabetes con la que tengo que vivir día a día.

Estoy estudiando cosmetología, cursando mi segundo año, tras dejar medicina veterinaria. Me considero una persona muy sensible, alegre, espontánea y de piel. Aún así, ese suceso que viví me afectó muchísimo y me consumió el alma, provocando que viviera mi duelo y sanara esa herida a través de la comida. En ese entonces, no tenía ningún problema con mi cuerpo, de hecho gran parte de mi familia tiene sobrepeso y no era tema. Pero poco a poco, cuando llegué a los noventa kilos, mi vida se convirtió en un martirio. El odio a mi misma aumentaba cada vez más, no siendo capaz de mirarme al espejo. Vestía de buzo porque no me sentía merecedora de ciertas prendas, tampoco me maquillaba. Recuerdo un evento puntual que fui a comprar ropa y elegí un crop top. Estaba con mi abuela, quien me miró y me dijo que se me veía la guata y no podía usar ese tipo de ropa porque era gorda y me quedaba mal. A mi me gustaba pero ella es ‘chapada a la antigua’. 

Desde entonces y de vez en cuando, observaba fotos de antes y quería volver a ser como me veía entonces, pero nunca hice nada al respecto. Traté de hacer dietas y ejercicios, pero nunca logré bajar tanto de peso como para que se convirtiera en un incentivo.

Fue cuando alcancé los 100 kilos que tuve un cambio. Descubrí el movimiento body positive y comencé a seguir a distintas influencers como Ashley Graham y Antonia Larraín, que se empoderan con su cuerpo; modelos plus size y que lograban inspirarme día a día. Fue así como empecé mi camino de sanación. Nunca he leído un libro de autoayuda ni nada por el estilo, pero siento que fue gracias a esas mujeres que miraba en Instagram, que empecé decirme a mí misma: ‘me vale un comino lo que piensen los demás de mí, lo que opinen de mi cuerpo o de mi forma de vestir’. 

Así fue como pasé del odio al amor. Me convencí a mí misma de que soy una persona bacán y que no merecía la forma en la que me estaba tratando. Mucho influye la sociedad, así como los estereotipos, en la autoimagen. Tuve una relación en la que mi ex estaba constantemente lanzando comentarios respecto a mi cuerpo o a la forma que me alimentaba. Me decía cosas como: ‘podrías comer ensalada en vez de tallarines’ o ‘subiste más de peso’. Yo nunca he sido flaca pero no tenía un cuerpo feo. Ahora tampoco siento que lo tenga, pero esos comentarios ayudaron mucho a disminuir mi autoestima.

Considero que la sociedad debería fijarse más en la persona, en las virtudes, en la esencia, más que en un cuerpo gordo, flaco; o si es alta, baja, rubia o morena. Los cuerpos varían y las esencias también. Nadie es igual al otro, pero lamentablemente la sociedad es la que impone los estereotipos y lo que es calificado como belleza. En ese sentido, los estereotipos eran terribles, yo siempre me comparaba con esa modelo de la revista que se veía mejor que yo porque era flaca. Ella era talla S y yo L, entonces la ropa no me quedaba igual y es obvio que no te queda igual porque son diferentes cuerpos. Pero ahora es distinto.

La inclusión que están teniendo las personas gordas en las revistas o en la publicidad ha sido un gran avance porque hay muchas niñas, jóvenes o adolescentes como yo que se sienten reflejadas en esa persona. Ella es talla XL al igual que yo y quizás esa persona que se sentía inferior por ser de otra talla, ahora va a tomar un curso de modelaje. Yo no sería quien soy el día de hoy sin el movimiento body positive, jamás hubiese podido aceptar mi cuerpo sin ver a aquellas mujeres con sobrepeso que se aceptan tal cual son y ocupan la ropa que quieren, se maquillan, se sienten lindas porque lo son. Eso me dio el impulso para poder amar mi cuerpo.

Yo no soy una persona saludable y tampoco fomento la obesidad mórbida porque no es un juego tener sobrepeso, considerando que hay muchas enfermedades asociadas, como la pre diabetes, pero eso es otra cosa. Hoy igual intento cuidar mi salud, pero además encontré mi lugar en el mundo y me gustaría ser un ejemplo. Porque quizás hay otra Javieras merodeando y mirando fotos en Instagram de personas que se empoderan como yo, y quiero inspirarlas para que se amen de la misma forma en la que yo lo hice. Influir en mi círculo más cercano y ser la inspiración de una persona a decir ‘me amo porque soy valiente, me amo porque soy inteligente y por mis virtudes, no por un cuerpo, no porque soy morena, alta o flaca’.

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