Patricia Peña:
“Yo siempre he sido distinta a todo el mundo”
Hoy mi cuerpo evidentemente es diferente al de la mayoría de las personas. Pero me gusta. Es que siempre he sido distinta a todo el mundo. Siempre me apuntaron con el dedo por ser diferente: fui la que se separó, la que trabajaba, la que hacía deporte, la que bailaba; todo lo que no se “debía” hacer, según la gente.
“Cuando nació mi tercer hijo, bailaba y entrenaba para tener una buena condición física. Trabajé unos veinte años como bailarina en espectáculos, haciendo giras en revistas y en televisión, pero a los 34 años, con un recién nacido y otros dos niños de diez y siete años, el trasnoche me empezó a pasar la cuenta. Encontré un instituto donde hacían capacitaciones para ser instructor de gimnasia aeróbica, que recién estaba llegando a Chile, y ahí el dueño me motivó para meterme al fisicoculturismo, porque vio en mí las condiciones. En un comienzo, el deporte fue como un show más, de los tantos en los que había participado; un espectáculo para el que hay que prepararse mucho, porque para llegar bien a una competencia hay que trabajar al menos un año, es algo que se construye muy lentamente. De la misma forma en que fue cambiando mi cuerpo.
Siempre hice actividad física, desde chica, armaba un circo en el living, me paraba en dos manos y saltaba en los sillones. Quería ser gimnasta, como Nadia Comăneci. Me llamaba la atención los cuerpos trabajados, las piernas de los futbolistas bien marcadas y me gustaban los físicos atléticos, esos que son definidos, pero sin exagerar, cosa que cuando estás con ropa, se ve normal. De hecho, siempre he preferido el fisicoculturismo cuando busca algo armónico. Yo decía que quería ser como la Barbie atlética, manteniendo rasgos como la cintura, pero con músculos. Cuando empecé, además, pedían que hiciéramos acrobacias, y como yo tenía esas habilidades, mezclé lo que sabía de danza con el trabajo físico.
Hoy mi cuerpo evidentemente es diferente al de la mayoría de las personas. Pero me gusta. Es que siempre he sido distinta a todo el mundo. Siempre me apuntaron con el dedo por ser diferente: fui la que se separó, la que trabajaba, la que hacía deporte, la que bailaba; todo lo que no se “debía” hacer, según la gente. Y no es que tenga algún problema con lo tradicional, también cocino, lavo, plancho y crié a tres hombres, pero no quería hacer solamente eso. Mi alma es aventurera, pensé que con los años se me iba a pasar, pero no. Lo bueno es que mi carácter es fuerte, entonces me da lo mismo lo que piensen o digan de lo que hago o de cómo es mi cuerpo.
Sé también que a mis 63 años, soy una afortunada por amar la actividad física. No concibo que a algunos amigos no les guste moverse. Para mantener mi cuerpo así como muy seguido, pero alimentos de buena calidad, con muchos nutrientes. Es caro, pero yo ya no me compro ropa, prefiero alimentarme bien. No tiro una pechuga de pollo seca con unas lechugas y arroz blanco al plato, me preocupo de que comer sano sea rico. Al principio cuesta, pero todo tiene su tiempo de adaptación: cambiarse de casa, de trabajo, de pololo, y con la alimentación es lo mismo. Y a veces como papas fritas, pero me como cinco, no el cartucho completo. También tengo mis días en los que me duele todo, que estoy cansada y no quiero entrenar. Pero cuando se acaba la motivación entra la disciplina; y sé que cuando salgo de mi casa, me prendo. Todo sea por cuidar mi cuerpo.