Sí,
los cambios físicos nos afectan más a las mujeres
La relación que existe entre el género y la autoimagen es indiscutible. La autoestima se forma desde una construcción social, y en ella hay una expectativa de ser mujer y ocupar un rol como mujer, y el cuerpo también tiene ese rol. Por lo tanto en las mujeres, todos los procesos de cambios físicos son mucho más importantes y tienen mucho más impacto que en el caso de los hombres.
“Veo constantemente a mujeres que tienen Lupus o enfermedades reumáticas muy graves a las que les indican tomar corticoides, y cuando llega el momento de tomar la decisión, muchas veces ponen su apariencia física por sobre lo que necesita su cuerpo. Lo que pasa es que este tipo de medicamentos genera cambios, como lo que se conoce como ‘cara de luna’, que es cuando el rostro se hincha mucho. En esos casos, a veces el mandato social sobre el físico de las mujeres puede ser tan fuerte, que algunas mujeres pueden llegar a tomar decisiones que afectan su salud solo por evitar que sus cuerpos cambien”, cuenta Ana María Gallardo, psicóloga, magíster en psicología clínica y directora del Centro Body Positive Chile.
Lo que relata Ana no es casual. Y es que según explica, la relación que existe entre el género y la autoimagen es indiscutible. “La autoestima se forma desde una construcción social, y en ella hay una expectativa de ser mujer y ocupar un rol como mujer, y el cuerpo también tiene ese rol. Por lo tanto en las mujeres, todos los procesos de cambios físicos son mucho más importantes y tienen mucho más impacto que en el caso de los hombres”.
Según la experta, hay dos teorías que nos pueden ayudar a entender esto. La primera es la teoría de la cosificación (Fredrickson y Roberts, 1997) que ocurre cuando una persona es tratada como un simple cuerpo que existe para el uso y el placer de los demás. Según Fredrickson y Roberts, esta experiencia de ser tratada como un cuerpo ocurre a las niñas y a las mujeres con más frecuencia que a los hombres, y puede resultar en lo que se ha llamado auto-cosificación, que se da cuando la persona internaliza una visión de sí misma como un objeto o conjunto de partes del cuerpo. “Desde muy pequeñas aprendemos a elaborar nuestro rol y estatus a partir de nuestro cuerpo. Y en nuestra sociedad el valor de la mujer está puesto tanto en la juventud como en la belleza”, explica.
La segunda, es la teoría del sexismo benevolente. “Se entiende que el sexismo hostil, el que castiga y menosprecia a la mujer abiertamente no es aceptable socialmente, pero el sexismo benévolo disfraza el sexismo y lo transforma en algo positivo. Por ejemplo, en el caso del atractivo físico en las mujeres, también se muestra como una manera de conseguir ciertos beneficios sociales”, explica Ana. Pone el ejemplo de los concursos de belleza femeninos, que son mucho más conocidos que los masculinos, y señala que las mujeres crecemos en una sociedad que nos enseña que por tener ciertas características físicas, se puede conseguir una posición más alta. “Esto sigue siendo un sexismo, porque las mujeres terminan invirtiendo mucho más tiempo y esfuerzo para adecuar su apariencia física a este ideal de belleza”, agrega.
En ese sentido, es entendible que cuando cambia nuestra apariencia física por algún motivo, –después de un embarazo, accidente, o enfermedad– se pierde también la posición social y eso asusta mucho. Constanza Toro es skincoach (@skincoach_conytorol), es decir, recibe a mujeres que piden mejorar el aspecto de su piel debido a alguna característica específica, pero se encarga no solo del tratamiento físico, sino que también de la aceptación. “Muchas veces llegan mujeres con brotes de acné o con alguna rosácea severa y me dicen cosas como: ‘no quiero salir a la calle porque no quiero que me vean con esto’. En algunos casos más graves, algunas ni siquiera son capaces de mirarse al espejo”, cuenta. “Es muy triste escuchar relatos de mujeres que han decidido no tomarse fotos en momentos importantes de su vida, solo porque no se sienten cómodas con su cuerpo. Prefieren no tener recuerdos”.
La apariencia física nos da identidad, es la manera de reconocernos frente a otras y otros y también es la forma de reconocernos a nosotros mismos. “Cuando eso cambia por alguna razón, primero tiene que haber un reconocimiento personal, de aceptar mi nuevo cuerpo con una cicatriz, con un nuevo peso o con canas, y desde ahí comienza mi validación con el otro, es decir, cómo el resto me ve ahora dado que yo ya no soy la misma persona que antes. El problema es que en nuestra sociedad la belleza se asocia al éxito, por tanto frente a cualquier situación que nos aleja de los estereotipos de belleza, la sensación es que vamos a ser menos aceptadas por los otros”, agrega Constanza, que también pone el ejemplo de los concursos de belleza. “En Latinoamérica hay una historia relacionada a esos concursos, se asocia a la mujer bonita con la mujer exitosa, porque es la que aparece en la televisión, de cierta forma se transforman en referentes culturales”.
De hecho un estudio realizado por el movimiento La Rebelión del Cuerpo determinó que las mujeres pasan 3,6 horas al día –es decir, casi dos meses al año– pensando en su figura; que el 89% de las mujeres cree que su apariencia física afecta su satisfacción con la vida; y que una de cada dos niñas siente presión por su aspecto. “Por más que nuestros papás nos hayan educado para que creamos en nuestras competencias, intelecto o incluso en nuestras capacidades matemáticas, la importancia del físico es un tema que la sociedad nos recuerda 24/7, desde que prendemos la televisión con comerciales que nos dicen que no tenemos que estar contentas con la celulitis, o en la publicidad que te vende miles de productos para la belleza. Entonces si bien la construcción de la autoestima tiene mucho que ver con los primeros vínculos en la infancia, la sociedad es muy potente para recalcar continuamente que uno de nuestros roles sociales como mujer, es ser bonita”, aclara Ana María Gallardo.
Y concluye: “No es que a los hombres no les importe lo que pasa con su físico, pero a ellos se les educa para que estén mucho más atentos a sus competencias intelectuales y de liderazgo, entre otras. El físico es un tema secundario. Por eso debemos seguir trabajando con las niñas, enseñándoles que su autoestima pasa por sus capacidades, por su intelecto, por sus gustos; de tal manera que cuando haya un cambio físico, les impacte –porque no podemos esperar que no afecte nada–, pero no al punto de derrumbarse. La autoestima no puede pender solamente de este hilito fino que la construcción de la imagen”.