Cáncer de mama sub 40

Hace casi diez años Cristina Barrios (42) sintió un fuerte dolor en su mama izquierda. “Era tan intenso que en un momento me tiré en la cama y comencé a masajearme para ver si con eso se me pasaba. Así descubrí que tenía una pelota, no sé bien de cuántos centímetros, pero era bien grande”, recuerda.

Patricia Morales y Marcela Paillape, estudiante del curso Taller Prensa Universidad Católica de Chile • Imagen trabajo de la artista Serena García

En ningún momento se asustó con el hallazgo, es más, buscó una hora al médico y cuando le dijeron que había para seis meses más decidió esperar. “Es que estaba en uno de los mejores momentos de mi vida. Soy vocalista de una banda y en ese tiempo nos habían contactado por un par de proyectos musicales bien interesantes. Por eso mismo me sentía bien, atractiva, llena de vida”, confiesa. Pero todo cambió cuando llegó el diagnóstico: un cáncer de mama que aún no estaba en una etapa tan avanzada, pero como el nódulo era grande y su mama pequeña había que extirpar. “Quedé tan impactada con la noticia que no pregunté sobre las causas. Después, con el tiempo he pensado que una depresión que me afectó durante un año y que había superado pocos meses antes del diagnóstico, sumado al implante anticonceptivo que tenía en el brazo –porque mi cáncer es de un tipo que se alimenta de hormonas– fueron los que detonaron la enfermedad. En mi caso no había antecedentes familiares y además estaba lejos del rango etario de mayor riesgo”.

Cristina hace alusión al grupo de mujeres posmenopáusicas, que son las que mayoritariamente se ven afectadas. “Lo primero que es importante destacar es que estamos hablando de un problema serio desde el punto de vista de salud pública, ya que se trata del cáncer más frecuente entre mujeres. De todos los diagnósticos de cáncer en el mundo, este corresponde al 24%. En otras palabras, 1 de cada 4 cánceres diagnosticados es de mamas. Y efectivamente se relaciona con la edad. La mayoría ocurre después de los 50 años, solo el 30% se da en mujeres menores de esa edad, pero esa cifra ha ido en aumento”, explica el oncólogo médico del Instituto Nacional del Cáncer Roberto Torres.

Así lo confirma un estudio publicado el año 2013 en el Journal of the American Medical Association (Boletín de la Asociación Médica Americana). Allí se demostró que durante los últimos 30 años se diagnosticó cáncer de mama metastásico en más mujeres de 25 a 39 años: de 1,53 casos por cada 100.000 mujeres en 1976 a 2,90 casos por cada 100.000 mujeres en 2009. Esto significa que actualmente a unas 800 mujeres menores de 40 años se les diagnostica cáncer de mama metastásico cada año, frente a unas 250 mujeres por año en 1976. En nuestro país no hay estudios posteriores, pero todo indica que esta cifra sigue en aumento.

Según el especialista, esto tiene que ver con ciertas características propias de la vida moderna: sedentarismo, tabaquismo, mala alimentación, obesidad y maternidad tardía. “Antiguamente las mujeres a los 30 o 35 años en su mayoría ya tenía por lo menos un par de hijos, y está demostrado que las mujeres que nunca han tenido un embarazo a término o que han tenido su primer hijo después de los 30 años corren un mayor riesgo de desarrollar cáncer de mama en comparación con las mujeres que dieron a luz antes de los 30 años”, precisa. Los químicos tóxicos del medioambiente, los cambios en los hábitos como fumar y beber alcohol y el aumento en las tasas de obesidad también pueden ser factores importantes. Incluso en algún momento se pensó que había diferencias raciales que predisponían a ciertas etnias al cáncer de mama más que a otras. Por ejemplo, las mujeres asiáticas tienen en general menos incidencia. Pero se ha demostrado que si una mujer oriental se va a vivir a Estados Unidos adquiere las mismas incidencias de ese país, lo que confirma que el estilo de vida influye en el riesgo de padecer esta enfermedad. 

Lo complejo de este escenario es que generalmente, en el caso de las pacientes jóvenes, el cáncer tiende a ser muy agresivo o, al menos, más que en pacientes posmenopáusicas. En el ESMO Breast Cancer (congreso anual de la European Society for Medical Oncology) realizado este año en Berlín, el portavoz de dicha institución, Matteo Lambertini, dijo que “a las mujeres menores de 40 años se les suele diagnosticar tumores más agresivos. A pesar de ello, las tasas de supervivencia son similares a las de la población general de pacientes con cáncer de mama, siempre que reciban el tratamiento adecuado”. Por eso, un diagnóstico a tiempo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

La importancia de la detección temprana

A Javiera Mayo (29) le detectaron el cáncer de mama hace un año. “Nunca me controlaba, tampoco me autoexaminaba. Pienso que lo mío fue suerte, porque de verdad me lo encontré por casualidad. Estaba de vacaciones con mi familia y noté que tenía una pechuga distinta a la otra. No era algo evidente, pero mi mamá que es media bruja presintió que algo no estaba bien, así que me obligó a ir a urgencia”, recuerda. Lo primero que le dijeron fue que a su edad era superimprobable que tuviera cáncer de mama, pero que por prevención le harían una ecografía. Y menos mal. “Me llamaron junto a mis papás y me dijeron, textual: tienes cáncer y pasado mañana tenemos que hacerte una mastectomía bilateral, es decir, sacar las dos mamas. Fue muy duro”. La razón fue que el cáncer ya se había ramificado de una mama a la otra, y a algunos ganglios de la axila. Javiera tenía ese cáncer hace un año y, según le comentaron, si lo hubiese detectado antes quizás no habría sido necesaria la cirugía completa.

“El uso de mamografías por tamizaje (screening) se recomienda desde los 40 años. Incluso en Chile son gratuitas recién desde los 50. En mujeres menores de esta edad no es un examen efectivo, ya que las jóvenes tienen lo que se denomina mamas densas, que impiden ver cualquier nódulo”, explica el doctor Roberto Torres. Lo que corresponde si hay sospecha de cáncer en una mujer menor es una ecografía mamaria. Pero, según el especialista, lo realmente importante en este rango etario es el autoexamen. De hecho, la mayoría de las mujeres que llegan a consultar es porque previamente se encontraron alguna anomalía. “Deben conocer su cuerpo y estar atentas a cualquier cambio que les parezca sospechoso, como asimetría de las mamas, una pelota que crece, un pezón hundido o con algún tipo de secreción. Para eso, a partir de los 30 años deben examinarse por lo menos una vez al mes y tocarse las mamas hasta la axila, idealmente con agua y jabón y frente a un espejo”, dice.

Y no solo aquellas que tienen antecedentes. Si bien haber tenido familiares directos con la enfermedad es un factor de riesgo –y en estos casos sí se recomiendan mamografía y ecografía antes de los 40–, no es un factor excluyente. “El hecho de no tener antecedentes familiares no protege en nada. Hay que quitarse esa idea de la cabeza. Del total de cánceres de mama, alrededor del 95% no los tiene”, enfatiza el experto.

Es el caso de Cristina. En su familia no había registro de ningún tipo de cáncer. “Reconozco que por esa razón me relajé cuando me encontré la pelota y no me importó que me dieran una hora con el doctor seis meses después. Estaba convencida de que siendo joven y sin antecedentes era imposible que me enfermara de cáncer. Pero no fue así. Por eso ahora les digo a todas las mujeres que conozco que solo por el hecho de ser mujer ya tenemos riesgo, que no se confíen como me pasó a mí”.

“En Chile, del total de diagnósticos de cáncer de mama que se realizan al año, un 13% corresponde a mujeres entre 25 y 44 años”

Paula Daza, Subsecretaria de salud pública.

Reconstrucción como proceso de sanación

La cirugía de mama puede repercutir psicológicamente, en la imagen corporal y en la sexualidad de una mujer, especialmente si hablamos de mujeres jóvenes de menos de 40 años. Es lo que le ocurrió a Javiera. “Tuve la suerte de poder operarme en una clínica privada. Ahí siempre me ofrecieron la opción de la reconstrucción mamaria y jamás lo dudé. En la misma mastectomía me dejaron un expansor que tuve hasta tres meses después de terminada la radioterapia, momento en el que ya pueden operar. Cuando eres joven no piensas en quedarte así, en mi caso sin mis dos pechugas. Quieres ser lo más normal posible”, dice.   

Actualmente, menos del 20% de las pacientes con esta enfermedad se realiza el procedimiento médico. Este bajo porcentaje tiene que ver con acceso; en la salud pública los tiempos de espera son muy altos y las mujeres pasados dos o tres años –que es el tiempo en promedio que deben esperar– ya no quieren volver a entrar a pabellón. “Pero yo les insisto, especialmente a las más jóvenes. Soy muy cargante porque sé que lo que viene después es todo ganancia para ellas. Ante la falta de especialistas se privilegia sacar el cáncer, pero la mujer no queda cien por ciento sana si se siente y se ve mutilada“, cuenta el doctor Dunstan Espinoza, jefe de Cirugía de Mama del Instituto Nacional del Cáncer.

Cristina también se reconstruyó. “Para mí lo más fuerte no fue cuando me sacaron la mama, sino que cuando quedé pelada, porque además se caen las pestañas, la cara cambia mucho. Me sentía como pollito recién nacido. Por eso cuando me ofrecieron la reconstrucción mamaria dije que bueno, pero no tenía grandes expectativas. Ahora lo agradezco. Como tenía muy poca pechuga, y para que quedaran simétricas, me tuvieron que poner en las dos. Al final quedé con más de lo que tenía naturalmente, y más el pelo largo soy como una Cristina 2.0”.

El cáncer me sanó

“Mi diagnóstico fue a los 36 años. En septiembre de 2017 me encontré una pelota del porte de una nuez pequeña cerca de la axila. Como en mi trabajo el fin de año es temporada alta, no fui al doctor hasta enero de 2018. Ahí comencé una seguidilla de exámenes. Recuerdo que en la primera mamografía las enfermeras se pusieron un poco nerviosas, y ahí intuí que esto no se venía bien. Me fui de vacaciones sin saber qué tenía, peleando un poco con el destino, porque una parte de mí sabía que esto era cáncer.

En febrero, cuando regresé, me hicieron la última muestra y me llamaron para una reunión con la doctora. Mi mamá me acompañó. Estábamos las dos en la consulta con la doctora cuando me dijo: efectivamente es cáncer, y de los más agresivos. Se me cayeron las lágrimas.

Esta enfermedad me pilló en un supermal momento. Llevaba tres años viviendo sola con mis tres hijos después de una separación que me llevó a una profunda depresión. Tanto, que cuando escuché el diagnóstico una parte de mí se alivió al saber que había una posibilidad de morir y no seguir con ese martirio. La noticia se propagó entre mis amigos y conocidos. Me llegaron miles de datos de doctores y tratamientos alternativos. Pero lo más importante fue que recibí mucho, pero mucho cariño.

Vivir esto fue un gran remezón. Otra vez sentí que no estaba sola, que era una mujer joven con tres lindos hijos y que no me podía rendir. Luché hasta que me sané, con tanta fuerza que yo misma me sorprendí de lo que era capaz. Finalmente esta enfermedad cambió mi vida para bien. Me hizo replantearme lo que estaba haciendo y me sacó del pantano en el que estaba, del que no podía salir sola. Siento que el cáncer limpió mi cuerpo en todo sentido; me hizo cambiar de piel, de pelo y de sentimientos, y me devolvió las ganas de vivir”.

Isidora Irarrázabal (37), directora de Bambo.cl

“El aumento de diagnósticos en mujeres jóvenes tiene que ver con ciertas características propias de la vida moderna: sedentarismo, tabaquismo, mala alimentación, obesidad y maternidad tardía”,

Roberto Torres, Oncólogo Médico.