El MIR : la vía de la insurrección
En el último fin de semana de la UP, para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) era claro que todo estaba perdido. Como otros dirigentes, Andrés Pascal estaba hastiado de pasar noches acuartelado esperando el golpe. El diagnóstico final señalaba que habría un “golpe blando” o, si había plebiscito, Allende lo iba a perder. “Fue una incomprensión nuestra, porque hubo dos golpes. Uno, el de las clases dominantes para volver a imponer el orden. Otro, poco tiempo después, el de los que instalaron un nuevo modelo para resolver la crisis de desarrollo”, afirma.
Para el MIR, el día clave del proceso chileno no fue el del derrocamiento de la UP, sino uno previo, en que el escenario habría permitido un avance decisivo hacia el socialismo: el viernes 29 de junio, el día del “tancazo”. Entonces “había un proceso de creciente movilización y ascenso popular”, dice Pascal. Eso provocó una respuesta masiva de defensa del gobierno de Allende. Cientos de fábricas fueron tomadas por los trabajadores organizados y marcharon por miles hacia La Moneda para rodearla. “Ibamos sin nada, con las puras manos, dispuestos a todo”, cuenta Juan Carlos Rodríguez, dirigente del cordón Vicuña Mackenna.
“Nunca he visto ni leído sobre una movilización tan grande como esa en Chile en defensa de un gobierno popular. La gente reclamaba mano dura e intervenir en las Fuerzas Armadas”, sostiene Pascal. Parafraseando a Stefan Zweig, era un “momento estelar” del proceso, un cambio abrupto en la correlación de fuerzas. En el MIR se percataron de la importancia de la coyuntura. Creían que Allende debía expulsar de las Fuerzas Armadas a los altos oficiales golpistas. Según Pascal, “el golpe se paró no sólo por el coraje y valentía de Prats, que hay que destacar. Se paró fundamentalmente porque hubo unidades militares donde los oficiales y suboficiales se resistieron a salir”.
- Ese día nos contactaron (teníamos vínculos y un sistema de contacto) suboficiales y oficiales jóvenes de la base de El Bosque y nos dijeron: “Estamos listos. Tenemos el control de los arsenales de El Bosque. Dígannos dónde salimos con las armas”.
La comisión política del MIR analizó la propuesta, que implicaba formar milicias armadas. Era tentador para un partido joven, cuyos militantes estudiaban la insurrección de octubre de 1917, que dirigió Trotsky en Petrogrado. La duda era asfixiante: “¿Qué hacemos? ¿Lo hacemos o no?”. De la respuesta dependía el curso de la historia.
- El criterio que imperó fue el de Miguel [Enríquez, secretario general del MIR] -recuerda Pascal-. Yo era más ultra. Tuve dudas también. Miguel dijo: “Esto puede ir a una situación ya no sólo de enfrentamiento con la derecha y el golpismo. Puede llevarnos a un quiebre absoluto con el gobierno de Allende. Nos pueden aislar, reprimir y generar enfrentamientos en el campo popular, de los cuales no estoy dispuesto a ser responsable”.
“También se puede pensar de otra forma”, evalúa hoy Pascal. “Si se hubiera hecho eso, ¿qué habrían hecho los suboficiales de la Marina? Se hubieran alzado igual y tomado los buques”, cree. Pero primó la moderación. “El momento fue desaprovechado por Allende y, quién sabe, también por nosotros”, dice.
A pesar que el PC y el MIR se repelían como el agua y el aceite, a los comunistas también les pareció un error que Allende no llamara a retiro a los jefes golpistas. Víctor Díaz, de la comisión política del PC, le pidió al ministro Millas proponer a Allende depurar los altos mandos porque, salvo Prats, hubo actitudes sospechosas de los jefes de la Aviación, Carabineros y de la Marina. El Presidente desestimó las propuestas, porque creyó que la situación le permitiría avanzar en un acuerdo con Patricio Aylwin.
Formado en agosto de 1965 al calor de la influencia de la revolución cubana, en el MIR convergieron ex socialistas, trotskistas, anarquistas y ex miembros de las JJ.CC. Un trotskista, el médico Enrique Sepúlveda, fue el primer secretario general y entre los fundadores del movimiento estuvo el ex líder de la CUT y la ANEF Clotario Blest. Aspiraban a convertirse en la vanguardia de la revolución socialista. En su primer comité central había un grupo de jóvenes de Concepción, que encabezados por el médico Miguel Enríquez tomaron el control del movimiento en 1967.
La concepción del MIR fue que el modelo de industrialización sustitutiva iniciado en los años 30 se había agotado y en su camino dejó marginados a amplios sectores, los pobres del campo y la ciudad, que junto con la clase obrera, los campesinos y capas medias empobrecidas serían los protagonistas de un cambio que incluía la expropiación de las riquezas básicas, la reforma agraria, el derrocamiento de la burguesía y la imposición del socialismo. El camino incorporaba la vía armada, porque los grupos dominantes iban a defender sus privilegios, pero descartaba el foco guerrillero. Para financiar sus actividades, el MIR asaltó bancos y realizó acciones de propaganda armada, rompiendo con los métodos tradicionales de lucha de la izquierda chilena. Irradió influencia desde Concepción hacia otras ciudades y el campo, a lo que contribuyó el escenario de ascenso de las movilizaciones sociales. Después que en 1969 un grupo del MIR raptó por unas horas al periodista Hernán Osses, director de Noticias de la Tarde, y lo dejó desnudo en pleno centro del barrio universitario de Concepción, el gobierno de Frei comenzó a perseguir a los dirigentes.
“El gobierno nos acusó de violentistas de izquierda, terroristas desquiciados. El PC nos calificó de aventureros y provocadores. Otros sectores de izquierda dijeron que discrepaban políticamente de las acciones que realizábamos, pero que éramos jóvenes honestos. Por ejemplo, Salvador Allende, mi tío, me hizo llegar una caja de zapatos. Al abrirla, encontré una pistola Colt 45, nuevecita, y una nota que decía: ‘Tú escogiste ese camino. Sé consecuente con él’”, cuenta Pascal.
El MIR no creía en la vía electoral, pero en 1970 dejó en libertad de acción a sus adherentes. Tenía estrechos contactos con Allende a través de vías familiares: su hermana Laura, diputada socialista y madre de Andrés Pascal, y de su hija Beatriz. El tercer vínculo era el secretario de Allende, Osvaldo Puccio. En una reunión discreta que celebraron en el sector de Colón Alto, Allende pidió al MIR terminar las acciones armadas, porque perjudicaban su campaña y que lo apoyaran en su seguridad. Los miristas accedieron a ambas peticiones. Cuando un periodista le preguntó a Allende quién era la escolta armada que lo acompañaba, respondió: “Un grupo de amigos personales”.
Al llegar la UP, Allende indultó a los miristas y puso fin a la persecución policial de sus dirigentes. Después intentó atraer el MIR al gobierno. “Yo quisiera, Miguel, que tú fueras el ministro de la Salud”. La propuesta tenía mucho de simbolismo. Ambos eran médicos, se tenían cariño y Allende se había transformado en una figura política desde que Pedro Aguirre Cerda lo designó ministro de Salud. La respuesta de Enríquez fue cuidadosa, pero negativa:
- Mire, doctor, me honra con su oferta, pero resulta que nosotros tenemos diferencias con usted y no queremos que esto se exprese dentro del gobierno. Nosotros nos vamos a jugar por usted, lo vamos apoyar en la seguridad personal, vamos a defender este gobierno, pero a la vez queremos la libertad para plantear nuestras diferencias cuando sea necesario. El único compromiso es que nosotros nunca vamos a plantear una crítica respecto de usted sin antes venir, conversar y decírsela.
Hoy Pascal piensa que esa respuesta pudo ser un error. “Me lo he preguntado. En cierto sentido, lo fue” porque si bien el MIR creció hasta tener entre 40 mil y 50 mil miembros, de estar en el gobierno podría haber influido más en el proceso, “sobre todo en el tema de las Fuerzas Armadas”. Pero en ese caso no habrían podido ser “la mala conciencia de izquierda de Allende”, como escribió el corresponsal de Le Monde Pierre Kalfon.
El MIR contribuyó a radicalizar el proceso. Iba más allá de la UP. Impulsó tomas en el campo, las poblaciones y las fábricas y después alentó la creación de los comandos comunales y los cordones industriales. Trabajó en la captación de adherentes e hizo inteligencia en las Fuerzas Armadas. A través de los llamados “frentes” multiplicó su actividad: Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER), Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR), Movimiento Campesino Revolucionario (MCR) y Movimiento de Pobladores Revolucionarios (MPR).
Al ir más allá de la UP, el MIR tuvo un choque frontal con el PC, en el que hasta hubo víctimas. Mientras los comunistas los acusaban de ser la “ultraizquierda”, el MIR replicaba que el PC era “reformista”. El PC se ceñía al programa de la UP; el MIR se unía a la consigna socialista de “avanzar sin transar”. En sus Memorias, Millas, uno de sus principales críticos, los acusa: “El MIR no ayudó en nada al movimiento popular, sino que creó una confusión desfavorable para la izquierda y que aprovechó la derecha. Durante los mil días de gobierno, el MIR se mantuvo en la oposición, combatió las medidas adoptadas, perturbó el cumplimiento del programa de la UP”.
Pero el camino de la radicalización también les consiguió amigos, en especial en el PS, el Mapu y la IC, el “polo revolucionario” que no pasó mucho más allá de la tinta. Donde sí lograron actuar en conjunto con estos partidos fue en el “poder popular”.
Allende mantuvo siempre una actitud tolerante con el MIR. En varias oportunidades Millas lo escuchó decir: “Si yo tuviera la edad de ellos, creo que habría corrido el riesgo de equivocarme y ser mirista”.
Durante los últimos meses de gobierno, Pascal no vio a su tío. En la última reunión que participó, Allende lo humilló con una artimaña. La comisión política del MIR estaba reunida con el Presidente discutiendo el tema de las Fuerzas Armadas y Pascal intervino. Medio arrinconado en el debate, Allende exclamó:
-¿Y qué me discutes tú, cabro de mierda? ¡Ten más respeto con tu tío!
Después de ese trago, Pascal le avisó a Enríquez: “No voy más a una reunión con Allende…”. Pasado el efecto del “tancazo”, la oposición tomó la iniciativa. Para el MIR, la principal luz roja que les avisó de la inminencia del golpe fue la detención de los marinos que se reunieron con Enríquez, Altamirano y Garretón. Con una orden de detención en su contra, los líderes del MIR estaban en la semiclandestinidad desde antes del golpe.
La CIA estimó que el MIR contaba con cerca de dos mil personas con armas ligeras. Pascal es mucho más moderado en sus cálculos: “Nosotros sabíamos que no íbamos a poder derrotar un Ejército. ¿Con qué? ¿Con las 200 armas, escopetas y fusiles que nos habíamos conseguido por ahí?”. Junto con generar capacidad de autodefensa, el esfuerzo militar de este partido fue ganar adhesiones entre los suboficiales y tropa: “Soldado, no dispares contra el pueblo”, decía su propaganda callejera.
Su sistema de información de lo que ocurría entre los militares era el mejor de los partidos de izquierda. En 1973 el MIR detectó una reunión entre oficiales de la embajada estadounidense con altos mandos de las Fuerzas Armadas. “No recuerdo si fue en Iquique o Antofagasta. Hablaron de Pinochet como una persona que podía participar en el golpe”, dice Pascal. “Este informe nos llegó de un suboficial de la Marina que servía el café en la reunión. Se lo llevamos a Allende y él nos dijo: “No, vayan a hablar con Prats”. Este los recibió en su despacho en la residencia y les respondió: “No, esto no es verdad. ¿Pinochet? Eso no puede ser verdad. Esto es una contrainteligencia que les están haciendo a ustedes”.
Si es que lo era, por esta vez además era verdad.
21 ago.Estados Unidos: los ojos y las garras del águila
El lunes 20 de agosto de 1973, el Comité Cuarenta del gobierno de Estados Unidos aprobó un apoyo adicional de un millón de dólares para los partidos de oposición y el movimiento de los gremios del transporte terrestre y el comercio, en huelga en ese momento. El Comité Cuarenta coordinaba, al máximo nivel, las actividades anticomunistas globales del gobierno, el Pentágono y la CIA. Lo presidía el asesor de Seguridad Nacional del Presidente Richard Nixon, Henry Kissinger.
22 ago.La derecha fantasmal y la procesión interna de la DC
El martes 21 de agosto, los principales dirigentes del Partido Nacional se dedicaron a afinar los últimos borradores del proyecto de acuerdo que presentarían en la Cámara de Diputados para declarar que el gobierno de Allende estaba sobrepasando la Constitución.
23 ago.La Iglesia Católica: el rebaño inquieto
El jueves 23 de agosto, una gran multitud se agolpó en la Plaza de la Constitución para repudiar el acuerdo de la Cámara de Diputados y reforzar su respaldo a Allende. Al término de la concentración hubo incidentes en las calles del centro de Santiago. Los transeúntes se enfrentaron a gritos, se insultaron y a veces se trenzaron a puñetes.
24 ago.El Ejército: al filo del quiebre
El 24 de agosto, el Presidente Allende comunicó el nombramiento del general Augusto Pinochet como nuevo comandante en jefe del Ejército. Era lo que habían recomendado su antecesor, el general Carlos Prats; el ministro José Tohá y otras personas cercanas al Presidente. Pinochet llegaba a la cima de su carrera en el medio de un gobierno socialista. Pero llegaba -y lo sabía- dentro de un territorio minado. El Ejército estaba en estado de alteración y Prats había caído por la presión de su propio alto mando. No había cómo ignorar este hecho, que se precipitó en sólo unas pocas horas.
25 ago.El campo: el parto de la tierra
El proceso que desató las pasiones más intensas durante el gobierno de la UP no ocurrió en las ciudades, sino en los campos. Fue la extensión de la Reforma Agraria. La relación con la tierra es más intensa que con cualquier otro bien de capital. Para muchos, la tierra es la madre -lo que nadie podría decir de una empresa- y en los pueblos originarios se sitúa en la base de sus creencias. Perder un fundo que durante generaciones había estado en manos de una familia debía desencadenar en los propietarios sentimientos tan intensos como contradictorios con los de quienes, después de décadas de privaciones, por fin accedían a la tierra. A escala microeconómica, el conflicto se multiplicó de manera desgarradora en cada predio de Chile.
26 ago.Patria y Libertad: alma de sabotaje
En la noche del domingo 26 de agosto de 1973, la Policía de Investigaciones llegó hasta el concurrido restaurante Innsbruck, en Las Condes, y arrestó al secretario general del movimiento Patria y Libertad, Roberto Thieme, junto a dos militantes, Saturnino López y Santiago Fabres. Thieme se entregó, no sin antes advertir: “Derrocaremos al gobierno de la Unidad Popular sea como sea. Si es necesario que haya miles de muertos, los habrá”.
27 ago.La Unión Soviética: el informe Andropov
En algún momento de la segunda mitad de agosto de 1973, un convoy de buques soviéticos en ruta hacia Chile cambió de rumbo y se dirigió a otros países a vender su material. La carga era un número aún indeterminado de tanques y piezas de artillería, por un valor de 100 millones de dólares, que el ministro de Defensa de la Unión Soviética, el mariscal Andrei Gretchko, había comprometido con el general Carlos Prats durante la visita de éste a Moscú, en mayo de 1973. ¿El propósito? Modernizar y equilibrar las fuerzas del Ejército chileno con las que el general Juan Velasco Alvarado venía reuniendo en Perú. La URSS simpatizaba con la línea de izquierda nacionalista de Velasco Alvarado, pero consideraba catastrófica la idea de una guerra con el gobierno de Salvador Allende.
28 ago.El PS: el verbo flamígero
El 28 de agosto, con el paro gremial abultándose día por día, Allende tomó juramento a un nuevo gabinete, orientado al diálogo con el PDC, con el socialista Carlos Briones en el Ministerio del Interior. Allende se lo había anunciado a Aylwin en la casa del cardenal Silva Henríquez. Briones debía asumir el lunes 20, pero la dirección del Partido Socialista comunicó al Presidente su tajante rechazo. El nombramiento se paralizó, hasta que el senador de la Izquierda Cristiana Alberto Jerez le notificó al comité político de la UP que él y “otros tres senadores” abandonarían la coalición si no se nombraba a Briones. El Presidente confirmó a su ministro, mientras Altamirano declaraba que Briones “no es socialista”.
29 ago.Los gremios: la guerra como un paro
El martes 28 de agosto, el gremio de los comerciantes, dirigido por Rafael Cumsille, anunció su adhesión al paro de los camioneros, que encabezaba el vehemente León Vilarín. El transporte completaba cinco semanas en huelga y se vislumbraba un escenario aún más duro que el de la paralización de octubre de 1972. Ese día, por primera vez, durante el juramento de los nuevos ministros, el Presidente Allende mencionó una posibilidad dramática: “No dudaría un momento en renunciar si los trabajadores, los campesinos, los técnicos y profesionales, los partidos de la Unidad Popular, así me lo demandaran o sugirieran”.
30 ago.Los estudiantes: los dueños de las calles
El 29 de agosto, las federaciones de estudiantes de la Universidad Católica de Chile y de la Universidad Católica de Valparaíso, ambas controladas por el movimiento gremial, publicaron un documento titulado “Hacia una nueva institucionalidad a través de la renuncia de Allende”. Como todos los textos de ese grupo en esos años, había sido revisado por Jaime Guzmán. Declaraba que “sólo bajo la dirección unitaria de nuestras Fuerzas Armadas, Chile puede reunir a sus mejores hombres en la misión de proponer la nueva institucionalidad que el país necesita para restablecer su democracia”.
31 ago.La Armada: el primer golpe
El jueves 30 de agosto de 1973, el vicealmirante José Toribio Merino, jefe y juez de la Primera Zona Naval, pidió a la Corte de Apelaciones la suspensión de los fueros parlamentarios del senador Carlos Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón, bajo el cargo de “intento de subversión” en la Escuadra.
1 sept.El Mapu: la división salvaje
El viernes 31 de agosto de 1973, la petición del vicealmirante Merino a la Corte de Apelaciones de Valparaíso para desaforar al senador Altamirano y al diputado Garretón se trasladó a la Corte Suprema. La acusación eran las reuniones con suboficiales de la Armada que querían denunciar una conspiración contra el gobierno y tomarse la Escuadra. Garretón informó al Presidente Allende, que ya lo sabía y no le dio gran importancia.
2 sept.Cuba: el mojito revolucionario
Cuba siguió el proceso chileno minuto a minuto. Era el gobierno con mejor y más detallada información acerca de la UP. Además de los 119 miembros de su embajada, tenía el canal privilegiado de Beatriz, hija del Presidente, que se había casado con el cubano Luis Fernández Oña. Las Tropas Especiales del Ministerio del Interior habían ayudado a organizar la seguridad de Allende y dirigido la de Fidel Castro durante su visita de 1971. El jefe del Departamento América del PC cubano, Manuel Piñeiro, estuvo varias veces en Chile y se mantuvo siempre al día en la evolución de los hechos.
3 sept.Carabineros: la táctica Yovane
Ningún carabinero, de ningún rango, fue tan activo para incorporar a la policía militarizada en la lógica del golpe militar como el general Arturo Yovane. Contaba con una ventaja estratégica: la confianza del Presidente Allende en la lealtad de Carabineros como un cuerpo que, situado en la frontera del mundo castrense y el civil, familiarizado con la pobreza y todas sus secuelas colectivas, actuaría en una crisis de lado del gobierno, como lo había demostrado la Guardia de Palacio durante el “tancazo” del 29 de junio.
4 sept.El “poder popular”: cordones y comandos
“Usted no se ha apoyado en las masas”, le escribieron a Allende el 5 de septiembre la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Unico de Trabajadores en Conflicto. Expresaban su alarma por hechos que conducirían “no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte más implacable y criminal” y le pedían ponerse a la cabeza del “poder popular”, un “ejército sin armas, pero poderoso en cuanto conciencia”, y la aplicación de medidas para evitar “la pérdida de vidas de miles y miles de lo mejor de la clase obrera chilena y latinoamericana”.
5 sept.Los radicales: partidos en tres
El 4 de septiembre, la sede central del Partido Radical fue incendiada por manos anónimas. En las horas siguientes, circuló por Santiago el rumor de que el PR había decidido retirarse del gobierno de Allende. Sin embargo, era una versión totalmente infundada: mientras estuvieran en la dirección del PR algunos de los más fieles allendistas, como Hugo Miranda, Anselmo Sule, Aníbal Palma, Orlando Cantuarias, Edgardo Enríquez y otros, el PR nunca abandonaría al Presidente.
6 sept.Economía: tres días de harina
Su dramático anuncio del jueves 6 de septiembre de 1973, cinco días antes del golpe militar, de que casi no quedaba harina en el país pasó a la historia, pero el Presidente Allende en realidad quería informar de una crisis que, según creía, evolucionaba favorablemente. Eligió una actividad de la Secretaría de la Mujer para informar del desabastecimiento más crítico posible, en un país donde el pan constituye un producto de primerísima necesidad.
7 sept.El MIR: la vía de la insurrección
En el último fin de semana de la UP, para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) era claro que todo estaba perdido. Como otros dirigentes, Andrés Pascal estaba hastiado de pasar noches acuartelado esperando el golpe. El diagnóstico final señalaba que habría un “golpe blando” o, si había plebiscito, Allende lo iba a perder. “Fue una incomprensión nuestra, porque hubo dos golpes. Uno, el de las clases dominantes para volver a imponer el orden. Otro, poco tiempo después, el de los que instalaron un nuevo modelo para resolver la crisis de desarrollo”, afirma.
8 sept.El API: la pieza pequeña
La actuación más importante del más pequeño de los partidos de la UP, Acción Popular Independiente, tuvo lugar en la dramática jornada del sábado 8 de septiembre, cuando los partidos de gobierno se reunieron en La Moneda para analizar la propuesta del Presidente Allende de convocar a un plebiscito para salir de la crisis. La aprobaron Luis Corvalán y Orlando Millas, del PC; Jaime Gazmuri, del Mapu-OC; y Anselmo Sule, del PR. La rechazó Bosco Parra, de la IC. Entonces habló el ex senador, presidente y líder indiscutido del API, Rafael Tarud. Dijo que por información de fuentes militares sabía que se preparaba un golpe militar que sería especialmente cruento.
9 sept.El PC: Stalin contra Trotsky
El domingo 9 de septiembre, Allende recibió en su casa a tres miembros de la comisión política del Partido Comunista, Luis Corvalán, Víctor Díaz y Orlando Millas, para decirles que creía inminente un golpe militar. No tendría la posibilidad de instalarse en algún regimiento, lo que evaluó con el general (R) Carlos Prats, porque los oficiales leales con mando de tropas ya no las controlaban.
10 sept.La Izquierda Cristiana: el espejo quebrado
El lunes 10 de septiembre, un grupo de 60 pobladores del MPR (uno de los frentes del MIR, dirigido por Víctor Toro) se tomó el Ministerio de Vivienda. El ministro Pedro Felipe Ramírez, representante de la Izquierda Cristiana (IC) en el gabinete, se reunió con ellos para resolver el conflicto. Cerca del mediodía, les dijo que debía asistir a un consejo de gabinete en La Moneda citado por Allende para las 12.
11 sept.El plebiscito: la última hoguera
Con fuentes de primera mano, el sábado 8 de septiembre la CIA informó a Washington que “varios acontecimientos” podrían frenar el golpe previsto para el lunes 10. Por el prestigio que tenía entre sus subordinados, Merino era capaz de convencer a los golpistas que esperaran algunos días si Allende llamaba a un plebiscito o anunciaba la formación de un gabinete integrado únicamente por uniformados. Para desactivar la amenaza de intervención militar, el Presidente tendría que adoptar medidas el sábado o domingo, porque después podría ser muy tarde e incluso era posible que las concesiones que hubiese querido hacer carecieran de importancia.