El “poder popular” : cordones y comandos
“Usted no se ha apoyado en las masas”, le escribieron a Allende el 5 de septiembre la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Unico de Trabajadores en Conflicto. Expresaban su alarma por hechos que conducirían “no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte más implacable y criminal” y le pedían ponerse a la cabeza del “poder popular”, un “ejército sin armas, pero poderoso en cuanto conciencia”, y la aplicación de medidas para evitar “la pérdida de vidas de miles y miles de lo mejor de la clase obrera chilena y latinoamericana”.
El día 7, la coordinadora, reunida en la fábrica de pastas Lucchetti, evaluó que el golpe “ya viene” y hubo voces que pidieron advertir a la gente que no acudiera a los cordones y se guardara “para la resistencia, porque habría una matanza”. Esa noche, la Fach allanó las industrias Sumar, uno de los ejes del Cordón San Joaquín.
Los dirigentes de los cordones industriales, que era la parte más visible del llamado “poder popular”, se sentían rodeados y no tenían el ánimo victorioso de tres meses antes. Observaban las diferentes visiones de la UP y el MIR, percibían poco respaldo en el gobierno, veían cómo crecía la campaña opositora y el hostigamiento militar contra ellos era constante y creciente, amparado por una ley (N° 17.798) dictada por Allende en el vórtice más peligroso del paro de octubre, el 20 de agosto de 1972, la famosa Ley de Control de Armas.
El “poder popular”, integrado por los cordones industriales y los comandos comunales, tuvo una vida efímera pero intensa y casi le arrebató la conducción del movimiento obrero a la CUT y los partidos. Hasta hoy prosigue el debate en la izquierda sobre si estas organizaciones se erigieron como un obstáculo a las políticas de Allende o constituyeron, en terminología marxista, la expresión más avanzada de conciencia de clase. En la Code, el juicio fue siempre severo: el “poder popular” se erigió como el mayor peligro para la institucionalidad, el estado de derecho y la propiedad privada.
En la víspera del golpe existían 110 cordones industriales y varias decenas de comandos comunales en el país. En Santiago tuvieron la capacidad de movilizar a más de cien mil personas. Ambas organizaciones se sostenían sobre el poder local. Los cordones industriales reunían a los trabajadores de fábricas cercanas; los comandos comunales eran más amplios: integraban a sectores sociales cercanos, incluidos los sindicatos, pero también a campesinos, pobladores, estudiantes y JAP.
Aunque el programa de la UP incluyó el concepto “poder popular”, fue la dinámica social la que ocasionó en 1972 el parto del cordón industrial Cerrillos-Maipú, el primero en su tipo. En abril de ese año, una asamblea reunió en la calle a unas 300 personas de campamentos y sindicatos cercanos por sus demandas vecinales de locomoción colectiva, consultorios, hospital y viviendas. En pocos días hubo huelgas y paros en fábricas cercanas (Aluminios El Mono, balatas Indubal, muebles CIC y conservas Perlak), cuyos trabajadores pedían el traspaso al área social, es decir, la estatización. El 18 de junio comenzó una huelga en maestranza Maipú: 30 fábricas la apoyaron. Como no había respuesta del gobierno, un grupo de trabajadores se tomó el 22 el gabinete de la ministra del Trabajo, Mireya Baltra (PC). Al día siguiente, ella fue a Perlak acompañada, entre otros, por un dirigente de la CUT. Santos Romero, secretario del sindicato de Perlak, no aceptó que entrara a la fábrica el representante de la Central, porque nunca antes había ido a ver los problemas en terreno. Baltra replicó que en ese caso tampoco entraría ella. Romero espetó a la ministra: “Usted es burguesa”, y ella le propinó una bofetada. En apoyo al dirigente, se levantaron barricadas en la comuna. Días después, Perlak pasó al área social.
Tras ese estreno surgió el comando comunal Cerrillos-Maipú, que incorporó otros sectores sociales y el ejemplo cundió. Se formaron cordones industriales en Vicuña Mackenna, Estación Central y Hualpencillo (Concepción).
El dominio de un territorio daba entonces una nueva perspectiva de poder, que pusieron en vigor durante el paro de octubre de 1972. Los trabajadores conocían el terreno, sabían qué accesos debían controlar y combinaban sus recursos. La CUT y el PC se negaron inicialmente a reconocerlos y los acusaron de paralelismo, entre otros factores, porque los cordones eran conducidos por el PS y el MIR, pero después cedieron por pragmatismo: los necesitaban para resistir la “insurrección de la burguesía”. El ex diputado PC Eduardo Contreras recuerda que algunas formas de “poder popular” “nos hacían sentido: aquellas que pasaban por los trabajadores, que no eran militares ni paramilitares, sino de autodefensa. Los cordones se realizaron demasiado tarde y el PC demoró en la decisión de incorporarse a ellos”.
En Maipú, los comandos comunales ocuparon 39 fundos en un día y marcharon 5.000 campesinos. La influencia del MIR era mayor en los comandos que en los cordones, donde predominaban el PS y Mapu. En un discurso en el Teatro Caupolicán, a comienzos de 1973, Miguel Enríquez planteó: “La clase obrera comienza a ejercer su papel de vanguardia, gana fuerza, se independiza del orden burgués y del reformismo, y así comienza a crear embrionariamente órganos de poder popular”.
En el agro, la mitad de las tomas ocurrieron en fundos con menos de 80 hectáreas. El objetivo del área social estaba desbordado por los hechos: en lugar de las 91 empresas que lo iban a integrar, a comienzos de 1973 había sobre 250 incorporadas, con interventores.
Una marcha del cordón Santiago Centro en formación logró atraer a los trabajadores del Chez Henry, que se sumaron con entusiasmo. En una fábrica del cordón Vicuña Mackenna, las trabajadoras de Geka pidieron -y consiguieron- el concurso de trabajadores de otras empresas para enfrentar las amenazas de sus patrones. Un caso extremo fue la toma de la Confitería Rorro, ocupada… por sus cinco trabajadores.
Altamirano era un visitante habitual en los cordones y comandos. “No creía que fueran una fuerza que iba a oponerse al golpe, que iban a venir a La Moneda”, dice. Era “una fuerza importante de apoyo, siempre que el gobierno o el Presidente convocara esa fuerza. Pero si Allende no se decidía a llamarla, esa fuerza no iba a actuar”. Y el Presidente no quería hacerlo, en lo que Altamirano considera “una gran debilidad o mal cálculo de Allende”, porque argumentaba que “cualquier decisión o anuncio de que él pretendía apoyarse en los cordones industriales o en las fuerzas populares provocaría el golpe, al igual que si quería llamar a retiro a altos mandos de la Armada o el Ejército comprometidos con el golpe”. Para Altamirano, el problema era que Allende “se negaba a tomar cualquier decisión que pudiera ser invocada por la derecha como un fundamento para el golpe”. Pero, a la vez, esto lo dejaba maniatado.
El “poder popular” se organizaba de forma muy distinta a como lo hacían la CUT y los sindicatos. Las asambleas podían deponer y reemplazar a los dirigentes sin más trámite. Los trabajadores actuaban con una audacia y desplante que no se veía desde los días de la República Socialista de Grove. Varios cordones requisaron camiones, buses y transportes para mantener la producción, controlaron supermercados, se tomaron calles. En los campamentos bajo la influencia de los comandos comunales hubo formas de “justicia popular” para sancionar, por ejemplo, con la expulsión del lugar a quienes golpeaban a las mujeres. Hubo también, desde luego, abusos y atropellos.
Después que una fábrica era intervenida, los trabajadores se negaban a devolverla. En el verano de 1973, Gonzalo González y Hernán Ortega, socialistas y dirigentes del cordón Cerrillos, decían: “Nada puede esperarse de un Parlamento que obstruye sistemáticamente todas las iniciativas del Ejecutivo y atenta contra los trabajadores. Sólo el empuje revolucionario puede superar estas trabas de la legalidad burguesa. Si la actitud de tomarnos fábricas y caminos tiene repercusiones en las elecciones de marzo, no es nuestra responsabilidad. Este es un problema gremial y no devolveremos por ningún motivo las empresas intervenidas”. El presidente del sindicato de Vidrios Lirquén y dirigente comunista en el cordón Vicuña Mackenna, Juan Carlos Rodríguez, replicaba: “Todas estas bravuconadas sólo contribuyen a debilitar el gobierno”.
Cada empresa era un universo con sus problemas singulares, señala hoy Rodríguez. Recuerda que en la mayoría de las industrias del cordón Vicuña Mackenna el PC era mayoritario. Su preocupación era elevar y ganar la batalla de la producción. Se tomaron Vidrios Lirquén en agosto de 1972, porque temían que los propietarios estuvieran descapitalizando la fábrica. Cambiaron a los ejecutivos de la línea de producción y al jefe de personal, pero todos los ingenieros permanecieron. Los pedidos aumentaron por la mayor demanda, al punto que tuvieron problemas de materias primas. Hacían clases de marxismo y organización, pero también contrataron a Price Waterhouse para recibir cursos de administración de empresas. Instalaron una biblioteca, hicieron una olimpíada para los trabajadores y unificaron los comedores. Para el “tancazo” el cordón se tomó Vicuña Mackenna e instaló barricadas antes de marchar a La Moneda. Fueron allanados por la Fach en busca de armas, “pero no encontraron, era sólo amedrentamiento”. Tenían cursos de defensa y entrenaban con linchacos. Fuera de piedras y palos, “no había nada más”.
La Coordinadora Provincial de Cordones surgió cuando estas organizaciones tenían 13 meses de vida. Sabían que, en conjunto, podían controlar los accesos a la capital y que del conocimiento al control territorial mediaba un paso, el de la organización paramilitar o de defensa. El “tancazo” multiplicó esta perspectiva. Los trabajadores se organizaron en escuadras, definieron roles, establecieron formas de alerta y alarmas y comenzaron a acumular medios de defensa, las “herramientas”. Con grúas armaban “blindados” artesanales. Otros preparaban cócteles molotov. No habrían resistido ni cinco minutos a tropas profesionales.
Para el 11 de septiembre, en Vidrios Lirquén permaneció en la fábrica poco más de un centenar de los cerca de 600 trabajadores. Varios miles más lo hicieron en las industrias del cordón Vicuña Mackenna. Esperaban por armas que nunca llegaron. En camiones, los militares entraron violentamente el 12. En tres minutos coparon la empresa y obligaron a los trabajadores a tenderse en filas en suelo, al centro de la Avenida Vicuña Mackenna, con las manos entrelazadas en sus nucas y mirando al suelo mientras esperaban ser trasladados a la pesadilla del Estadio Chile.
21 ago.Estados Unidos: los ojos y las garras del águila
El lunes 20 de agosto de 1973, el Comité Cuarenta del gobierno de Estados Unidos aprobó un apoyo adicional de un millón de dólares para los partidos de oposición y el movimiento de los gremios del transporte terrestre y el comercio, en huelga en ese momento. El Comité Cuarenta coordinaba, al máximo nivel, las actividades anticomunistas globales del gobierno, el Pentágono y la CIA. Lo presidía el asesor de Seguridad Nacional del Presidente Richard Nixon, Henry Kissinger.
22 ago.La derecha fantasmal y la procesión interna de la DC
El martes 21 de agosto, los principales dirigentes del Partido Nacional se dedicaron a afinar los últimos borradores del proyecto de acuerdo que presentarían en la Cámara de Diputados para declarar que el gobierno de Allende estaba sobrepasando la Constitución.
23 ago.La Iglesia Católica: el rebaño inquieto
El jueves 23 de agosto, una gran multitud se agolpó en la Plaza de la Constitución para repudiar el acuerdo de la Cámara de Diputados y reforzar su respaldo a Allende. Al término de la concentración hubo incidentes en las calles del centro de Santiago. Los transeúntes se enfrentaron a gritos, se insultaron y a veces se trenzaron a puñetes.
24 ago.El Ejército: al filo del quiebre
El 24 de agosto, el Presidente Allende comunicó el nombramiento del general Augusto Pinochet como nuevo comandante en jefe del Ejército. Era lo que habían recomendado su antecesor, el general Carlos Prats; el ministro José Tohá y otras personas cercanas al Presidente. Pinochet llegaba a la cima de su carrera en el medio de un gobierno socialista. Pero llegaba -y lo sabía- dentro de un territorio minado. El Ejército estaba en estado de alteración y Prats había caído por la presión de su propio alto mando. No había cómo ignorar este hecho, que se precipitó en sólo unas pocas horas.
25 ago.El campo: el parto de la tierra
El proceso que desató las pasiones más intensas durante el gobierno de la UP no ocurrió en las ciudades, sino en los campos. Fue la extensión de la Reforma Agraria. La relación con la tierra es más intensa que con cualquier otro bien de capital. Para muchos, la tierra es la madre -lo que nadie podría decir de una empresa- y en los pueblos originarios se sitúa en la base de sus creencias. Perder un fundo que durante generaciones había estado en manos de una familia debía desencadenar en los propietarios sentimientos tan intensos como contradictorios con los de quienes, después de décadas de privaciones, por fin accedían a la tierra. A escala microeconómica, el conflicto se multiplicó de manera desgarradora en cada predio de Chile.
26 ago.Patria y Libertad: alma de sabotaje
En la noche del domingo 26 de agosto de 1973, la Policía de Investigaciones llegó hasta el concurrido restaurante Innsbruck, en Las Condes, y arrestó al secretario general del movimiento Patria y Libertad, Roberto Thieme, junto a dos militantes, Saturnino López y Santiago Fabres. Thieme se entregó, no sin antes advertir: “Derrocaremos al gobierno de la Unidad Popular sea como sea. Si es necesario que haya miles de muertos, los habrá”.
27 ago.La Unión Soviética: el informe Andropov
En algún momento de la segunda mitad de agosto de 1973, un convoy de buques soviéticos en ruta hacia Chile cambió de rumbo y se dirigió a otros países a vender su material. La carga era un número aún indeterminado de tanques y piezas de artillería, por un valor de 100 millones de dólares, que el ministro de Defensa de la Unión Soviética, el mariscal Andrei Gretchko, había comprometido con el general Carlos Prats durante la visita de éste a Moscú, en mayo de 1973. ¿El propósito? Modernizar y equilibrar las fuerzas del Ejército chileno con las que el general Juan Velasco Alvarado venía reuniendo en Perú. La URSS simpatizaba con la línea de izquierda nacionalista de Velasco Alvarado, pero consideraba catastrófica la idea de una guerra con el gobierno de Salvador Allende.
28 ago.El PS: el verbo flamígero
El 28 de agosto, con el paro gremial abultándose día por día, Allende tomó juramento a un nuevo gabinete, orientado al diálogo con el PDC, con el socialista Carlos Briones en el Ministerio del Interior. Allende se lo había anunciado a Aylwin en la casa del cardenal Silva Henríquez. Briones debía asumir el lunes 20, pero la dirección del Partido Socialista comunicó al Presidente su tajante rechazo. El nombramiento se paralizó, hasta que el senador de la Izquierda Cristiana Alberto Jerez le notificó al comité político de la UP que él y “otros tres senadores” abandonarían la coalición si no se nombraba a Briones. El Presidente confirmó a su ministro, mientras Altamirano declaraba que Briones “no es socialista”.
29 ago.Los gremios: la guerra como un paro
El martes 28 de agosto, el gremio de los comerciantes, dirigido por Rafael Cumsille, anunció su adhesión al paro de los camioneros, que encabezaba el vehemente León Vilarín. El transporte completaba cinco semanas en huelga y se vislumbraba un escenario aún más duro que el de la paralización de octubre de 1972. Ese día, por primera vez, durante el juramento de los nuevos ministros, el Presidente Allende mencionó una posibilidad dramática: “No dudaría un momento en renunciar si los trabajadores, los campesinos, los técnicos y profesionales, los partidos de la Unidad Popular, así me lo demandaran o sugirieran”.
30 ago.Los estudiantes: los dueños de las calles
El 29 de agosto, las federaciones de estudiantes de la Universidad Católica de Chile y de la Universidad Católica de Valparaíso, ambas controladas por el movimiento gremial, publicaron un documento titulado “Hacia una nueva institucionalidad a través de la renuncia de Allende”. Como todos los textos de ese grupo en esos años, había sido revisado por Jaime Guzmán. Declaraba que “sólo bajo la dirección unitaria de nuestras Fuerzas Armadas, Chile puede reunir a sus mejores hombres en la misión de proponer la nueva institucionalidad que el país necesita para restablecer su democracia”.
31 ago.La Armada: el primer golpe
El jueves 30 de agosto de 1973, el vicealmirante José Toribio Merino, jefe y juez de la Primera Zona Naval, pidió a la Corte de Apelaciones la suspensión de los fueros parlamentarios del senador Carlos Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón, bajo el cargo de “intento de subversión” en la Escuadra.
1 sept.El Mapu: la división salvaje
El viernes 31 de agosto de 1973, la petición del vicealmirante Merino a la Corte de Apelaciones de Valparaíso para desaforar al senador Altamirano y al diputado Garretón se trasladó a la Corte Suprema. La acusación eran las reuniones con suboficiales de la Armada que querían denunciar una conspiración contra el gobierno y tomarse la Escuadra. Garretón informó al Presidente Allende, que ya lo sabía y no le dio gran importancia.
2 sept.Cuba: el mojito revolucionario
Cuba siguió el proceso chileno minuto a minuto. Era el gobierno con mejor y más detallada información acerca de la UP. Además de los 119 miembros de su embajada, tenía el canal privilegiado de Beatriz, hija del Presidente, que se había casado con el cubano Luis Fernández Oña. Las Tropas Especiales del Ministerio del Interior habían ayudado a organizar la seguridad de Allende y dirigido la de Fidel Castro durante su visita de 1971. El jefe del Departamento América del PC cubano, Manuel Piñeiro, estuvo varias veces en Chile y se mantuvo siempre al día en la evolución de los hechos.
3 sept.Carabineros: la táctica Yovane
Ningún carabinero, de ningún rango, fue tan activo para incorporar a la policía militarizada en la lógica del golpe militar como el general Arturo Yovane. Contaba con una ventaja estratégica: la confianza del Presidente Allende en la lealtad de Carabineros como un cuerpo que, situado en la frontera del mundo castrense y el civil, familiarizado con la pobreza y todas sus secuelas colectivas, actuaría en una crisis de lado del gobierno, como lo había demostrado la Guardia de Palacio durante el “tancazo” del 29 de junio.
4 sept.El “poder popular”: cordones y comandos
“Usted no se ha apoyado en las masas”, le escribieron a Allende el 5 de septiembre la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Unico de Trabajadores en Conflicto. Expresaban su alarma por hechos que conducirían “no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte más implacable y criminal” y le pedían ponerse a la cabeza del “poder popular”, un “ejército sin armas, pero poderoso en cuanto conciencia”, y la aplicación de medidas para evitar “la pérdida de vidas de miles y miles de lo mejor de la clase obrera chilena y latinoamericana”.
5 sept.Los radicales: partidos en tres
El 4 de septiembre, la sede central del Partido Radical fue incendiada por manos anónimas. En las horas siguientes, circuló por Santiago el rumor de que el PR había decidido retirarse del gobierno de Allende. Sin embargo, era una versión totalmente infundada: mientras estuvieran en la dirección del PR algunos de los más fieles allendistas, como Hugo Miranda, Anselmo Sule, Aníbal Palma, Orlando Cantuarias, Edgardo Enríquez y otros, el PR nunca abandonaría al Presidente.
6 sept.Economía: tres días de harina
Su dramático anuncio del jueves 6 de septiembre de 1973, cinco días antes del golpe militar, de que casi no quedaba harina en el país pasó a la historia, pero el Presidente Allende en realidad quería informar de una crisis que, según creía, evolucionaba favorablemente. Eligió una actividad de la Secretaría de la Mujer para informar del desabastecimiento más crítico posible, en un país donde el pan constituye un producto de primerísima necesidad.
7 sept.El MIR: la vía de la insurrección
En el último fin de semana de la UP, para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) era claro que todo estaba perdido. Como otros dirigentes, Andrés Pascal estaba hastiado de pasar noches acuartelado esperando el golpe. El diagnóstico final señalaba que habría un “golpe blando” o, si había plebiscito, Allende lo iba a perder. “Fue una incomprensión nuestra, porque hubo dos golpes. Uno, el de las clases dominantes para volver a imponer el orden. Otro, poco tiempo después, el de los que instalaron un nuevo modelo para resolver la crisis de desarrollo”, afirma.
8 sept.El API: la pieza pequeña
La actuación más importante del más pequeño de los partidos de la UP, Acción Popular Independiente, tuvo lugar en la dramática jornada del sábado 8 de septiembre, cuando los partidos de gobierno se reunieron en La Moneda para analizar la propuesta del Presidente Allende de convocar a un plebiscito para salir de la crisis. La aprobaron Luis Corvalán y Orlando Millas, del PC; Jaime Gazmuri, del Mapu-OC; y Anselmo Sule, del PR. La rechazó Bosco Parra, de la IC. Entonces habló el ex senador, presidente y líder indiscutido del API, Rafael Tarud. Dijo que por información de fuentes militares sabía que se preparaba un golpe militar que sería especialmente cruento.
9 sept.El PC: Stalin contra Trotsky
El domingo 9 de septiembre, Allende recibió en su casa a tres miembros de la comisión política del Partido Comunista, Luis Corvalán, Víctor Díaz y Orlando Millas, para decirles que creía inminente un golpe militar. No tendría la posibilidad de instalarse en algún regimiento, lo que evaluó con el general (R) Carlos Prats, porque los oficiales leales con mando de tropas ya no las controlaban.
10 sept.La Izquierda Cristiana: el espejo quebrado
El lunes 10 de septiembre, un grupo de 60 pobladores del MPR (uno de los frentes del MIR, dirigido por Víctor Toro) se tomó el Ministerio de Vivienda. El ministro Pedro Felipe Ramírez, representante de la Izquierda Cristiana (IC) en el gabinete, se reunió con ellos para resolver el conflicto. Cerca del mediodía, les dijo que debía asistir a un consejo de gabinete en La Moneda citado por Allende para las 12.
11 sept.El plebiscito: la última hoguera
Con fuentes de primera mano, el sábado 8 de septiembre la CIA informó a Washington que “varios acontecimientos” podrían frenar el golpe previsto para el lunes 10. Por el prestigio que tenía entre sus subordinados, Merino era capaz de convencer a los golpistas que esperaran algunos días si Allende llamaba a un plebiscito o anunciaba la formación de un gabinete integrado únicamente por uniformados. Para desactivar la amenaza de intervención militar, el Presidente tendría que adoptar medidas el sábado o domingo, porque después podría ser muy tarde e incluso era posible que las concesiones que hubiese querido hacer carecieran de importancia.