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El PS: el verbo flamígero

El PS : el verbo flamígero

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El PS: el verbo flamígeroLos 22 días que sacudieron a Chile
Narrado por Francisco Aravena.

El 28 de agosto, con el paro gremial abultándose día por día, Allende tomó juramento a un nuevo gabinete, orientado al diálogo con el PDC, con el socialista Carlos Briones en el Ministerio del Interior. Allende se lo había anunciado a Aylwin en la casa del cardenal Silva Henríquez. Briones debía asumir el lunes 20, pero la dirección del Partido Socialista comunicó al Presidente su tajante rechazo. El nombramiento se paralizó, hasta que el senador de la Izquierda Cristiana Alberto Jerez le notificó al comité político de la UP que él y “otros tres senadores” abandonarían la coalición si no se nombraba a Briones. El Presidente confirmó a su ministro, mientras Altamirano declaraba que Briones “no es socialista”.

Las relaciones entre Allende y el PS podrían llenar una enciclopedia, aunque siempre se llegaría a la conclusión de que su partido no facilitó la tarea del Presidente.

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La Tercera, 1 de agosto de 1973. (Archivo Histórico / Cedoc Copesa)

El PS ya acumulaba una larga historia de facciones y arrebatos izquierdistas. Fue fundado en abril de 1933. Irónicamente, su antecedente inmediato era una asonada militar iniciada en la base aérea El Bosque, desde donde el comodoro Marmaduque Grove encabezó una columna para ocupar La Moneda y declarar la “República Socialista”. La aventura duró, según el punto de vista que se escoja, sólo 12 días o algo menos de cinco meses, y dejó a la deriva a numerosos grupos que reconocían filas en el socialismo mundial. Su declaración de principios adoptó el marxismo “como método de interpretación de la realidad” y pronto entró con especial ímpetu en la arena electoral. En menos de 10 años ya tenía el 17% del electorado. Fue parte esencial del Frente Popular en los 30 y del Frap en los 50. El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 vino a cambiar las cosas. No hubo ningún sector más sacudido en Chile por la gesta de Fidel Castro que el PS.

Para 1964 se había formado una facción trotskista, que se identificaba con la IV Internacional, la organización creada por Trotsky en contra de Stalin y la jerarquía de la URSS. El líder indiscutido del PS, Raúl Ampuero, que llevaba dos décadas a su cabeza, expulsó a los trotskistas y se embarcó en su siguiente disputa, ahora contra su archienemigo Salvador Allende, que era nada menos que el candidato presidencial de 1964. La derrota de aquel año lo convenció de que Allende nunca llegaría a La Moneda.

Para el XXI Congreso del PS, celebrado en Linares en junio de 1965, Ampuero ya estaba aislado y no repostuló a la secretaría general, que quedó en manos de uno de sus seguidores, Aniceto Rodríguez. Dos años después, Ampuero fue expulsado y se dio a la tarea inútil de dividir al partido creando la Unión Socialista Popular (Usopo), que años después, bajo la conducción del apacible Ramón Silva Ulloa, apoyó desde fuera a la UP.

Rodríguez presidía el PS para el famoso XXII Congreso de Chillán de 1967, donde se declaró marxista-leninista y proclamó que “la violencia revolucionaria es inevitable y legítima”. Seguía en esto al pie de la letra a Lenin: “Sólo destruyendo el aparato burocrático y militar del Estado burgués puede consolidarse la revolución socialista”. Como ha recordado con sutileza el ex miembro del comité central Luis Jerez, aquella declaración estuvo fuertemente influida por la muerte, unas semanas antes, del “Che” en Bolivia, aunque ninguna práctica orgánica del PS apuntaba en la dirección de su flamígero voto político. Su redacción había estado en manos del antiguo médico trotskista Jorge McGinty y su revisión, a cargo de Clodomiro Almeyda. Era un acuerdo que “no tenía músculo, pero expresaba indefinibles estados de ánimo”, escribió Jerez.

Para 1969, el PS se vio enfrentado a la obligación de presentar un candidato competitivo dentro de la recién nacida Unidad Popular. Aniceto Rodríguez creía tener la mayoría del comité central, pero Allende concitaba el respaldo de quien había participado en tres elecciones presidenciales; unos terceros promovían una candidatura “testimonial”, con Carlos Altamirano. Allende maniobró con destreza y fue dejando atrás a sus rivales, hasta que en enero de 1970 consiguió su proclamación como candidato de la UP.

El PS se puso a disposición de la estrategia gradualista del Presidente durante el primer año de gobierno, sin que cesaran sus querellas internas y sus reproches al PC y al PR por sus posiciones moderadas, que interpretaban como “burocráticas”. Mientras afirmaba con fiereza su tesis del “Frente de Trabajadores”, excluyente de otros segmentos sociales, reconocía la necesidad del eje socialista-comunista como conductor del proceso.

Lo que no se sabía en el congreso de Chillán es que ya entonces alojaba en el PS una fracción clandestina, organizada como la sección chilena del Ejército de Liberación Nacional (ELN) del “Che” Guevara en el inicio de sus operaciones en Ñancahuazú. Su gestor, el periodista Elmo Catalán, reclutó a un grupo de militantes socialistas, incluyendo a una hija de Allende, Beatriz, para dar apoyo logístico al “Che”. Adherían al “foquismo”, la tesis del foco revolucionario desde donde se expande la revolución, y contrariaban la política de masas que propiciaba el PS. En 1970, con el triunfo de Allende, los miembros de ELN aceptaron sumarse a la lógica electoral de la UP y fueron claves para organizar el Dispositivo de Seguridad Presidencial, que la oposición bautizó como Grupo de Amigos Personales (GAP) del Presidente.

Pero su presencia no vino a hacerse pública hasta 1971, en el XXIII Congreso del PS celebrado en La Serena, donde el partido radicalizó sus tesis revolucionarias previas. Más importante que eso fue el hecho de que los “elenos”, en alianza con los trotskistas y los allendistas -y en contra de los anicetistas- consiguieron 37 de los 47 asientos del comité central, un 78,7%, y designaron secretario general a Carlos Altamirano, que se proponía como intermediario entre la “tendencia insurreccional” y el propio gobierno, un oxímoron que mes a mes se volvería inviable. Como subsecretario general asumió Adonis Sepúlveda, un vehemente líder del trotskismo que se quedó con la mayoría real del comité central.

***

Tras el “ensayo” de la Asamblea Popular de Concepción, y sobre todo después del paro de octubre de 1972, la dirección del PS se embarcó en la idea de crear un “polo revolucionario”, con el MIR, el Mapu y la IC. Cuando Allende quiso declarar al MIR fuera de la ley, Altamirano se opuso y hasta insinuó que el partido podría irse del gobierno.

A partir de entonces, los socialistas más cercanos a Allende y el grupo de Clodomiro Almeyda se propusieron reordenar la UP con acuerdo al programa, la realidad política y los deseos del Presidente. Tenían el consentimiento de los comunistas. El objetivo inicial fue el Mapu, al que lograron dividir en marzo de 1973. La operación falló porque los dos segmentos mapucistas siguieron en la UP, pero sobre todo porque mostró que inducir el quiebre del PS produciría la destrucción irremediable de la coalición… y no en términos pacíficos. A lo más, habría que postergar esta definición para 1976, cuando, si las cosas iban bien, se discutiría la sucesión de Allende. La siempre bien informada CIA anotaba en marzo de 1973 que los favoritos de Allende eran sus ministros Almeyda y Tohá (“formidables candidatos”) e incluso su amigo Letelier.

Allende, Letelier, Almeyda cambio de gabinete 1973
SALVADOR ALLENDE, ORLANDO LETELIER, CLODOMIRO ALMEYDA EN CAMBIO DE GABINETE. 22.05.1973 (FONDO HISTORICO - CDI COPESA)

Durante 1973, Altamirano insistió ante Allende en la necesidad de intervenir sobre los mandos de las Fuerzas Armadas, que estarían en manos poco fiables. Se enfrentó, una y otra vez, con el terco rechazo del Presidente. Cuando Altamirano le planteó sus dudas sobre el nombramiento de Pinochet en el Ejército, Allende replicó con un argumento irrebatible:

- Mira, ¿a quién le voy a creer más? ¿A tus informantes o a Prats, que me dice que mete las manos al fuego por Pinochet?.

***

El 5 de septiembre, sintiéndose inmovilizado, Allende planteó al comité político de la UP, que presidía Adonis Sepúlveda, que se pronunciara sobre tres medidas posibles y combinables: plebiscito; diálogo con la DC; o gabinete enteramente militar. De no lograr acuerdo, el Presidente pedía un período de libertad de acción.

Al día siguiente, mientras el comité aún no respondía, el senador socialista Erich Schnake pidió una reunión de urgencia con el Presidente, que esa noche lo invitó a cenar en su casa junto a Altamirano y los comunistas Luis Corvalán y Orlando Millas. Schnake contó que había sido convocado a Viña del Mar por el contraalmirante Sergio Huidobro, jefe de la Infantería de Marina, para alertarlo acerca de un inminente golpe de Estado. La solución, según Huidobro, sería pasar a retiro a Merino y nombrarlo a él, junto con destituir a Leigh en la Fach, a Yovane en Carabineros y al menos a cuatro generales de Ejército: Arellano, Bonilla, Nuño y Torres de la Cruz, además, quizás, de Washington Carrasco.

Allende escuchó sin mucho interés. El PS insistía en interferir en su política hacia las Fuerzas Armadas. Parecía no entender que su gobierno había logrado que los militares no sólo fueran prescindentes, sino que incluso respaldaran al gobierno (“sus ejemplos predilectos” eran Prats y Montero). Un descabezamiento de los altos mandos precipitaría el golpe de Estado en lugar de contenerlo.

Los contertulios se fueron desalentados a eso de las 3 de la madrugada, con la sensación de que un desenlace violento se acercaba y el Presidente no confiaba en sus partidos. El sábado 8 se realizó en La Moneda una reunión de emergencia de la UP, a la que asistieron de nuevo Altamirano con Schnake, y Corvalán con Volodia Teitelboim, donde el ministro Letelier expuso la situación de las Fuerzas Armadas y se planteó el anuncio del plebiscito como forma de frenar a los conspiradores. Aunque el plebiscito no sería acerca de su permanencia en el gobierno, sino sobre la propiedad social de las empresas, Allende entendía que si lo perdía debía renunciar. En forma sorpresiva, Altamirano replicó:

- Si perdemos el plebiscito, claro que hay que renunciar… Quiere decir que eso es lo que quiere la mayoría.

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Carlos Altamirano entregando discurso en el ex Estadio Chile (1973).

Altamirano restituía el papel que se atribuía sin que ya nadie se lo reconociera: el de mediador entre el partido y el Presidente. Salía por un instante de la lógica del ultraizquierdismo al que solían empujarlo el dirigente Nicolás García y, de manera más comedida, Adonis Sepúlveda. Pero esa noche, Allende, envió a su médico Danilo Bartulín a buscar la respuesta redactada por Sepúlveda: todo rechazado, incluyendo el plebiscito.

El domingo 9, Altamirano se encaminó hacia el Estadio Chile con un discurso que debía ser pronunciado por Adonis Sepúlveda, pero que el secretario general tuvo que asumir ante la renuencia de sus compañeros. El público estaba enardecido y las consignas del “poder popular” remecían las galerías. Testigos recuerdan que Altamirano comenzó con un lenguaje moderado, respaldando vagamente la idea del plebiscito, pero ante las rechiflas cambió de tono, dejó de lado el texto y se lanzó a una proclama incendiaria en la que desafió a la Armada y a los militares, afirmando que se reuniría con todos los oficiales y suboficiales que quisieran denunciar la sedición.

El discurso tiene hoy un estatuto legendario, aunque parece cierto que no tuvo ninguna influencia -salvo emocional- en la decisión de los jefes militares que ya habían resuelto el día y la hora del golpe de Estado.

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La Tercera, 10 de septiembre de 1973.

En la noche del lunes 10 de septiembre de 1973, toda la dirigencia del PS durmió crispada y dividida. “Si pasamos la semana”, había dicho Allende, “las cosas pueden cambiar en nuestro favor”. Prats le había sugerido que la fecha límite era el viernes 14. Después vendría un largo feriado de Fiestas Patrias y el Presidente volvería a encabezar, con la solemnidad del jefe supremo, la siempre animosa Parada Militar.

El despertar de aquella noche sería una pesadilla.

21 ago.Estados Unidos: los ojos y las garras del águila

El lunes 20 de agosto de 1973, el Comité Cuarenta del gobierno de Estados Unidos aprobó un apoyo adicional de un millón de dólares para los partidos de oposición y el movimiento de los gremios del transporte terrestre y el comercio, en huelga en ese momento. El Comité Cuarenta coordinaba, al máximo nivel, las actividades anticomunistas globales del gobierno, el Pentágono y la CIA. Lo presidía el asesor de Seguridad Nacional del Presidente Richard Nixon, Henry Kissinger.

22 ago.La derecha fantasmal y la procesión interna de la DC

El martes 21 de agosto, los principales dirigentes del Partido Nacional se dedicaron a afinar los últimos borradores del proyecto de acuerdo que presentarían en la Cámara de Diputados para declarar que el gobierno de Allende estaba sobrepasando la Constitución.

23 ago.La Iglesia Católica: el rebaño inquieto

El jueves 23 de agosto, una gran multitud se agolpó en la Plaza de la Constitución para repudiar el acuerdo de la Cámara de Diputados y reforzar su respaldo a Allende. Al término de la concentración hubo incidentes en las calles del centro de Santiago. Los transeúntes se enfrentaron a gritos, se insultaron y a veces se trenzaron a puñetes.

Cambio de Mando

24 ago.El Ejército: al filo del quiebre

El 24 de agosto, el Presidente Allende comunicó el nombramiento del general Augusto Pinochet como nuevo comandante en jefe del Ejército. Era lo que habían recomendado su antecesor, el general Carlos Prats; el ministro José Tohá y otras personas cercanas al Presidente. Pinochet llegaba a la cima de su carrera en el medio de un gobierno socialista. Pero llegaba -y lo sabía- dentro de un territorio minado. El Ejército estaba en estado de alteración y Prats había caído por la presión de su propio alto mando. No había cómo ignorar este hecho, que se precipitó en sólo unas pocas horas.

25 ago.El campo: el parto de la tierra

El proceso que desató las pasiones más intensas durante el gobierno de la UP no ocurrió en las ciudades, sino en los campos. Fue la extensión de la Reforma Agraria. La relación con la tierra es más intensa que con cualquier otro bien de capital. Para muchos, la tierra es la madre -lo que nadie podría decir de una empresa- y en los pueblos originarios se sitúa en la base de sus creencias. Perder un fundo que durante generaciones había estado en manos de una familia debía desencadenar en los propietarios sentimientos tan intensos como contradictorios con los de quienes, después de décadas de privaciones, por fin accedían a la tierra. A escala microeconómica, el conflicto se multiplicó de manera desgarradora en cada predio de Chile.

26 ago.Patria y Libertad: alma de sabotaje

En la noche del domingo 26 de agosto de 1973, la Policía de Investigaciones llegó hasta el concurrido restaurante Innsbruck, en Las Condes, y arrestó al secretario general del movimiento Patria y Libertad, Roberto Thieme, junto a dos militantes, Saturnino López y Santiago Fabres. Thieme se entregó, no sin antes advertir: “Derrocaremos al gobierno de la Unidad Popular sea como sea. Si es necesario que haya miles de muertos, los habrá”.

jose toha

27 ago.La Unión Soviética: el informe Andropov

En algún momento de la segunda mitad de agosto de 1973, un convoy de buques soviéticos en ruta hacia Chile cambió de rumbo y se dirigió a otros países a vender su material. La carga era un número aún indeterminado de tanques y piezas de artillería, por un valor de 100 millones de dólares, que el ministro de Defensa de la Unión Soviética, el mariscal Andrei Gretchko, había comprometido con el general Carlos Prats durante la visita de éste a Moscú, en mayo de 1973. ¿El propósito? Modernizar y equilibrar las fuerzas del Ejército chileno con las que el general Juan Velasco Alvarado venía reuniendo en Perú. La URSS simpatizaba con la línea de izquierda nacionalista de Velasco Alvarado, pero consideraba catastrófica la idea de una guerra con el gobierno de Salvador Allende.

28 ago.El PS: el verbo flamígero

El 28 de agosto, con el paro gremial abultándose día por día, Allende tomó juramento a un nuevo gabinete, orientado al diálogo con el PDC, con el socialista Carlos Briones en el Ministerio del Interior. Allende se lo había anunciado a Aylwin en la casa del cardenal Silva Henríquez. Briones debía asumir el lunes 20, pero la dirección del Partido Socialista comunicó al Presidente su tajante rechazo. El nombramiento se paralizó, hasta que el senador de la Izquierda Cristiana Alberto Jerez le notificó al comité político de la UP que él y “otros tres senadores” abandonarían la coalición si no se nombraba a Briones. El Presidente confirmó a su ministro, mientras Altamirano declaraba que Briones “no es socialista”.

29 ago.Los gremios: la guerra como un paro

El martes 28 de agosto, el gremio de los comerciantes, dirigido por Rafael Cumsille, anunció su adhesión al paro de los camioneros, que encabezaba el vehemente León Vilarín. El transporte completaba cinco semanas en huelga y se vislumbraba un escenario aún más duro que el de la paralización de octubre de 1972. Ese día, por primera vez, durante el juramento de los nuevos ministros, el Presidente Allende mencionó una posibilidad dramática: “No dudaría un momento en renunciar si los trabajadores, los campesinos, los técnicos y profesionales, los partidos de la Unidad Popular, así me lo demandaran o sugirieran”.

Carlos Prats

30 ago.Los estudiantes: los dueños de las calles

El 29 de agosto, las federaciones de estudiantes de la Universidad Católica de Chile y de la Universidad Católica de Valparaíso, ambas controladas por el movimiento gremial, publicaron un documento titulado “Hacia una nueva institucionalidad a través de la renuncia de Allende”. Como todos los textos de ese grupo en esos años, había sido revisado por Jaime Guzmán. Declaraba que “sólo bajo la dirección unitaria de nuestras Fuerzas Armadas, Chile puede reunir a sus mejores hombres en la misión de proponer la nueva institucionalidad que el país necesita para restablecer su democracia”.

31 ago.La Armada: el primer golpe

El jueves 30 de agosto de 1973, el vicealmirante José Toribio Merino, jefe y juez de la Primera Zona Naval, pidió a la Corte de Apelaciones la suspensión de los fueros parlamentarios del senador Carlos Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón, bajo el cargo de “intento de subversión” en la Escuadra.

1 sept.El Mapu: la división salvaje

El viernes 31 de agosto de 1973, la petición del vicealmirante Merino a la Corte de Apelaciones de Valparaíso para desaforar al senador Altamirano y al diputado Garretón se trasladó a la Corte Suprema. La acusación eran las reuniones con suboficiales de la Armada que querían denunciar una conspiración contra el gobierno y tomarse la Escuadra. Garretón informó al Presidente Allende, que ya lo sabía y no le dio gran importancia.

gustavo leigh

2 sept.Cuba: el mojito revolucionario

Cuba siguió el proceso chileno minuto a minuto. Era el gobierno con mejor y más detallada información acerca de la UP. Además de los 119 miembros de su embajada, tenía el canal privilegiado de Beatriz, hija del Presidente, que se había casado con el cubano Luis Fernández Oña. Las Tropas Especiales del Ministerio del Interior habían ayudado a organizar la seguridad de Allende y dirigido la de Fidel Castro durante su visita de 1971. El jefe del Departamento América del PC cubano, Manuel Piñeiro, estuvo varias veces en Chile y se mantuvo siempre al día en la evolución de los hechos.

3 sept.Carabineros: la táctica Yovane

Ningún carabinero, de ningún rango, fue tan activo para incorporar a la policía militarizada en la lógica del golpe militar como el general Arturo Yovane. Contaba con una ventaja estratégica: la confianza del Presidente Allende en la lealtad de Carabineros como un cuerpo que, situado en la frontera del mundo castrense y el civil, familiarizado con la pobreza y todas sus secuelas colectivas, actuaría en una crisis de lado del gobierno, como lo había demostrado la Guardia de Palacio durante el “tancazo” del 29 de junio.

4 sept.El “poder popular”: cordones y comandos

“Usted no se ha apoyado en las masas”, le escribieron a Allende el 5 de septiembre la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Unico de Trabajadores en Conflicto. Expresaban su alarma por hechos que conducirían “no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte más implacable y criminal” y le pedían ponerse a la cabeza del “poder popular”, un “ejército sin armas, pero poderoso en cuanto conciencia”, y la aplicación de medidas para evitar “la pérdida de vidas de miles y miles de lo mejor de la clase obrera chilena y latinoamericana”.

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5 sept.Los radicales: partidos en tres

El 4 de septiembre, la sede central del Partido Radical fue incendiada por manos anónimas. En las horas siguientes, circuló por Santiago el rumor de que el PR había decidido retirarse del gobierno de Allende. Sin embargo, era una versión totalmente infundada: mientras estuvieran en la dirección del PR algunos de los más fieles allendistas, como Hugo Miranda, Anselmo Sule, Aníbal Palma, Orlando Cantuarias, Edgardo Enríquez y otros, el PR nunca abandonaría al Presidente.

6 sept.Economía: tres días de harina

Su dramático anuncio del jueves 6 de septiembre de 1973, cinco días antes del golpe militar, de que casi no quedaba harina en el país pasó a la historia, pero el Presidente Allende en realidad quería informar de una crisis que, según creía, evolucionaba favorablemente. Eligió una actividad de la Secretaría de la Mujer para informar del desabastecimiento más crítico posible, en un país donde el pan constituye un producto de primerísima necesidad.

7 sept.El MIR: la vía de la insurrección

En el último fin de semana de la UP, para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) era claro que todo estaba perdido. Como otros dirigentes, Andrés Pascal estaba hastiado de pasar noches acuartelado esperando el golpe. El diagnóstico final señalaba que habría un “golpe blando” o, si había plebiscito, Allende lo iba a perder. “Fue una incomprensión nuestra, porque hubo dos golpes. Uno, el de las clases dominantes para volver a imponer el orden. Otro, poco tiempo después, el de los que instalaron un nuevo modelo para resolver la crisis de desarrollo”, afirma.

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8 sept.El API: la pieza pequeña

La actuación más importante del más pequeño de los partidos de la UP, Acción Popular Independiente, tuvo lugar en la dramática jornada del sábado 8 de septiembre, cuando los partidos de gobierno se reunieron en La Moneda para analizar la propuesta del Presidente Allende de convocar a un plebiscito para salir de la crisis. La aprobaron Luis Corvalán y Orlando Millas, del PC; Jaime Gazmuri, del Mapu-OC; y Anselmo Sule, del PR. La rechazó Bosco Parra, de la IC. Entonces habló el ex senador, presidente y líder indiscutido del API, Rafael Tarud. Dijo que por información de fuentes militares sabía que se preparaba un golpe militar que sería especialmente cruento.

9 sept.El PC: Stalin contra Trotsky

El domingo 9 de septiembre, Allende recibió en su casa a tres miembros de la comisión política del Partido Comunista, Luis Corvalán, Víctor Díaz y Orlando Millas, para decirles que creía inminente un golpe militar. No tendría la posibilidad de instalarse en algún regimiento, lo que evaluó con el general (R) Carlos Prats, porque los oficiales leales con mando de tropas ya no las controlaban.

10 sept.La Izquierda Cristiana: el espejo quebrado

El lunes 10 de septiembre, un grupo de 60 pobladores del MPR (uno de los frentes del MIR, dirigido por Víctor Toro) se tomó el Ministerio de Vivienda. El ministro Pedro Felipe Ramírez, representante de la Izquierda Cristiana (IC) en el gabinete, se reunió con ellos para resolver el conflicto. Cerca del mediodía, les dijo que debía asistir a un consejo de gabinete en La Moneda citado por Allende para las 12.

DC y gob 03-08-73

11 sept.El plebiscito: la última hoguera

Con fuentes de primera mano, el sábado 8 de septiembre la CIA informó a Washington que “varios acontecimientos” podrían frenar el golpe previsto para el lunes 10. Por el prestigio que tenía entre sus subordinados, Merino era capaz de convencer a los golpistas que esperaran algunos días si Allende llamaba a un plebiscito o anunciaba la formación de un gabinete integrado únicamente por uniformados. Para desactivar la amenaza de intervención militar, el Presidente tendría que adoptar medidas el sábado o domingo, porque después podría ser muy tarde e incluso era posible que las concesiones que hubiese querido hacer carecieran de importancia.

Créditos

Investigación y textos

  • Ascanio Cavallo
  • Manuel Délano
  • Bárbara Fuentes
  • Karen Trajtemberg

Coordinación

  • Paula Susacasa

Narración historias

  • Francisco Aravena

Coordinación especial LT

  • Ignacio Bazán

Periodista LT

  • Rosario Gallardo

Dirección de arte LT

  • Patricia Holmqvist

Diseño LT

  • Patricia Holmqvist
  • Catalina Naranjo

Desarrollo LT

  • Álex Acuña Viera

Archivos

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