La Armada : el primer golpe
El jueves 30 de agosto de 1973, el vicealmirante José Toribio Merino, jefe y juez de la Primera Zona Naval, pidió a la Corte de Apelaciones la suspensión de los fueros parlamentarios del senador Carlos Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón, bajo el cargo de “intento de subversión” en la Escuadra.
La acusación tomaba como base una investigación de contrainteligencia de la Armada, que el 7 de agosto denunció que “en los últimos días fue detectada (…) la gestación de un movimiento subversivo en dos unidades de la Escuadra, apoyado por elementos extremistas ajenos a la institución”.
La verdad era que un grupo de suboficiales de los buques de la Escuadra, liderados por el sargento Juan Cárdenas, había llegado al convencimiento de que los oficiales de la Armada preparaban un golpe de Estado para el 7 de agosto. A lo largo de diversas reuniones en los buques y en tierra -muy documentada por Jorge Magasich en los dos volúmenes de su libro Los que dijeron “No”- elaboraron un plan para asaltar por sorpresa los buques y obligar al gobierno a intervenir en el alto mando. En julio, los líderes del movimiento decidieron contactar a dirigentes del MIR, el Mapu y el PS de Valparaíso y Talcahuano, para luego concertar reuniones con Altamirano, Garretón y el líder del MIR, Miguel Enríquez. “Querían llegar a Allende, avisarle que se estaba preparando un golpe en la Marina”, recuerda Garretón.
Las reuniones tuvieron lugar en un departamento de Recreo y en una casa de Puente Alto. Altamirano asegura que asistió debido a la fuerte presión de Enríquez, y que dijo a los marinos que su proposición era “una locura. En ese entonces todos estábamos un poco loquitos”. Garretón también dice haber desaprobado el plan. Sólo Enríquez mostró algún entusiasmo. En todo, Altamirano y Garretón se comprometieron a informar al Presidente.
La Armada descubrió el circuito y en los primeros días de agosto arrestó a 72 suboficiales y marineros de la dotación de seis buques. A partir de ese momento, se empezó a hablar de “infiltración”, aunque los arrestados pertenecían a las dotaciones regulares.
El anuncio del vicealmirante Merino era una bomba política. Consciente de ello, el Presidente sopesó que si Altamirano renunciaba a su cargo de secretario general del PS, evitaría que el juicio fuese una confrontación con el partido y el gobierno. En vista de sus reiterados fracasos con Altamirano, encomendó la propuesta al canciller Clodomiro Almeyda. Pero éste no logró convencer al secretario general.
De todos modos, Merino sabía que su decisión caía en medio del estado de agitación de la Armada y que podía precipitar una nueva crisis con el comandante en jefe, el almirante Raúl Montero. La situación de Montero era mucho peor que la de Prats en el Ejército. El Consejo Naval venía sugiriendo su retiro desde meses antes.
El 9 de agosto -dos semanas después del asesinato del edecán naval Arturo Araya y dos días después de la denuncia de la “infiltración” -, Allende convocó a Montero a asumir el Ministerio de Hacienda. Los altos mandos y la oficialidad rechazaron esa designación. Merino y los contraalmirantes Ismael Huerta y Sergio Huidobro trataron de persuadir a Montero de que no aceptara ningún cargo de gobierno. Este desestimó la presión.
Pero el 21 de agosto, el comandante en jefe, afectado por una dolorosa úlcera, presentó su renuncia, que el Presidente rechazó. Lo mismo volvió a ocurrir el 23. Hasta que el 26 consiguió que Allende aceptara su salida.
No era suficiente. Apenas tres días después, el 29, Merino y Huidobro viajaron a Santiago para expresarle a Montero “la conveniencia de que su retiro se efectuara a la brevedad”. En un golpe de audacia, el comandante en jefe llamó al Presidente y le dijo que dos almirantes estaban pidiendo su renuncia. Allende los citó de inmediato a su casa y reprendió a Merino y Huidobro por intervenir en un tema que era de su exclusiva atribución. Ante la insistencia de Merino, el Presidente pronunció una frase que pasaría a la historia dentro de las filas navales:
-Entonces, quiere decir que estoy en guerra con la Marina.
Con todo, Allende comenzó a considerar la debilidad del comandante en jefe, aislado y enfermo. La situación se volvió a discutir el 1 de septiembre, en una tensa reunión del ministro de Defensa, Orlando Letelier, y Merino. Pero el 3, Allende rechazó la dimisión a través de una carta pública en la que planteó a Montero que consideraba “sólidas” y “respetables” las razones para retirarse del cargo, pero que el “bien del país” lo obligaba a no aceptar su petición.
Letelier y el asesor Joan Garcés creían que era urgente pasar a retiro a los almirantes comprometidos en la desobediencia. En esto, coincidían con Altamirano, Garretón y otros que pensaban que un golpe de mano desarmaría una conspiración en curso. Allende, por el contrario, estimaba que cualquier acción agresiva desataría una sublevación. Montero era el dique para contenerla. Pero estaba agrietado.
El 7 de septiembre citó a Merino a un almuerzo en el que lo nombraría nuevo comandante en jefe. Ese día, el diario Tribuna tituló: “Hoy vence el plazo de la Armada a Allende”. No es claro que tal reunión haya existido; no hay ningún registro de ella, ni siquiera las fotos de prensa que cabría esperar dado que Merino describió a “una nube de fotógrafos” que lo habría recibido en La Moneda. De cualquier modo, Merino volvió a salir sin su nombramiento. El último recurso se agotaba: ahora habría que sobrepasar al comandante en jefe.
El clima no era ya soportable en la institución. En la sesión del Senado del 5 de septiembre, el senador comunista Jorge Montes había denunciado que los suboficiales detenidos por el complot de la Escuadra estaban sufriendo torturas en el Cuartel Silva Palma. Cuando el ministro Letelier exigió a Montero investigar esa acusación, el comandante en jefe sólo respondió que “no puede ser así”.
Ese mismo día, 109 tenientes y subtenientes enviaron una carta a Merino donde condicionaron su permanencia en la institución a que “ésta actúe decididamente para desterrar el marxismo de Chile” y anunciaron que se negarían a zarpar para la Operación Unitas. Se dirigieron a él como “comandante en jefe”. Era una insubordinación mayor. Según un subteniente que firmó esa carta -y que pidió reserva de su nombre-, “para nosotros, que éramos más impulsivos, [Montero] ya había perdido ascendiente y no tenía posibilidad de presión ante Allende”, mientras que Merino les parecía alguien “hábil, que trataba de contener las inquietudes de la institución”.
Había algo peor, de acuerdo a la misma versión: “Tuvimos reuniones donde se nos informó que Inteligencia había detectado la infiltración de la tropa y nos dieron instrucciones para cuidarnos, sobre todo quienes estábamos en la Escuadra. Por primera vez, teníamos que dormir con el camarote cerrado con llave y con nuestras armas a mano”.
Para entonces, los almirantes en que confiaba Merino -Patricio Carvajal, Ismael Huerta, Sergio Huidobro- ya habían extendido sus redes de contactos con la Cofradía Náutica, los empresarios y los partidos de la Code, mientras el capitán de navío Hugo Castro coordinaba las operaciones de Patria y Libertad.
El ministro Letelier afirmaría después: “Yo tenía la impresión, desde los primeros días, que el almirante Carvajal, como jefe del Estado Mayor Conjunto, era el hombre de enlace de todo el grupo de los oficiales reaccionarios. Y se los había comentado al Presidente y a Montero, quien no me lo había rebatido con mucha fuerza, pero me había planteado que, bueno, tenemos que esperar la calificación de todos los almirantes a fin de año para la salida de Merino y Carvajal”. Con quien no esperó fue con el contraalmirante Huerta, cuyo retiro fue cursado en secreto el día 3.
Tal vez nunca se llegue a conocer qué día se decidió la fecha del golpe, porque circulan varias versiones al respecto. Si fuera cierto que la historia la escriben sus protagonistas, aquí habría que agregar que la escriben según sus intereses. De acuerdo al general Arellano, el 7 de septiembre se reunió con Merino y Carvajal, y juntos pusieron la fecha para el golpe. Otras versiones aseguran que fue el sábado 8, después de misa, cuando Huidobro, junto al capitán Ariel González Cornejo, jefe de la inteligencia naval, tomaron la decisión. Como es visible, Huidobro no había dicho nada acerca de su reunión con el senador socialista Erich Schnake, a quien le propuso que se le nombrara como comandante en jefe para detener la insurrección.
Lo cierto es que el domingo 9, Merino envió a Huidobro y González a Santiago con una breve carta destinada a los comandantes en jefe del Ejército y la Fach, Pinochet y Leigh, fijando el “Día D” para el 11 de septiembre a las 6 horas. Ese mismo día, en su discurso en el Estadio Chile, Altamirano reconoció sus reuniones con los suboficiales y anunció su decisión de tener todas las que fuese necesario.
El 10 se activó el plan antiinsurgencia “Cochayuyo” para tomar el control de todas las zonas de jurisdicción de la Armada. La Escuadra zarpó hacia la Operación Unitas, con órdenes de regresar durante la madrugada. En su casa de calle Sánchez Fontecilla, el almirante Montero dormía, sin saber que sus teléfonos estaban siendo cortados, se quitaba la gasolina de su automóvil y las rejas de su casa eran clausuradas con candados.
21 ago.Estados Unidos: los ojos y las garras del águila
El lunes 20 de agosto de 1973, el Comité Cuarenta del gobierno de Estados Unidos aprobó un apoyo adicional de un millón de dólares para los partidos de oposición y el movimiento de los gremios del transporte terrestre y el comercio, en huelga en ese momento. El Comité Cuarenta coordinaba, al máximo nivel, las actividades anticomunistas globales del gobierno, el Pentágono y la CIA. Lo presidía el asesor de Seguridad Nacional del Presidente Richard Nixon, Henry Kissinger.
22 ago.La derecha fantasmal y la procesión interna de la DC
El martes 21 de agosto, los principales dirigentes del Partido Nacional se dedicaron a afinar los últimos borradores del proyecto de acuerdo que presentarían en la Cámara de Diputados para declarar que el gobierno de Allende estaba sobrepasando la Constitución.
23 ago.La Iglesia Católica: el rebaño inquieto
El jueves 23 de agosto, una gran multitud se agolpó en la Plaza de la Constitución para repudiar el acuerdo de la Cámara de Diputados y reforzar su respaldo a Allende. Al término de la concentración hubo incidentes en las calles del centro de Santiago. Los transeúntes se enfrentaron a gritos, se insultaron y a veces se trenzaron a puñetes.
24 ago.El Ejército: al filo del quiebre
El 24 de agosto, el Presidente Allende comunicó el nombramiento del general Augusto Pinochet como nuevo comandante en jefe del Ejército. Era lo que habían recomendado su antecesor, el general Carlos Prats; el ministro José Tohá y otras personas cercanas al Presidente. Pinochet llegaba a la cima de su carrera en el medio de un gobierno socialista. Pero llegaba -y lo sabía- dentro de un territorio minado. El Ejército estaba en estado de alteración y Prats había caído por la presión de su propio alto mando. No había cómo ignorar este hecho, que se precipitó en sólo unas pocas horas.
25 ago.El campo: el parto de la tierra
El proceso que desató las pasiones más intensas durante el gobierno de la UP no ocurrió en las ciudades, sino en los campos. Fue la extensión de la Reforma Agraria. La relación con la tierra es más intensa que con cualquier otro bien de capital. Para muchos, la tierra es la madre -lo que nadie podría decir de una empresa- y en los pueblos originarios se sitúa en la base de sus creencias. Perder un fundo que durante generaciones había estado en manos de una familia debía desencadenar en los propietarios sentimientos tan intensos como contradictorios con los de quienes, después de décadas de privaciones, por fin accedían a la tierra. A escala microeconómica, el conflicto se multiplicó de manera desgarradora en cada predio de Chile.
26 ago.Patria y Libertad: alma de sabotaje
En la noche del domingo 26 de agosto de 1973, la Policía de Investigaciones llegó hasta el concurrido restaurante Innsbruck, en Las Condes, y arrestó al secretario general del movimiento Patria y Libertad, Roberto Thieme, junto a dos militantes, Saturnino López y Santiago Fabres. Thieme se entregó, no sin antes advertir: “Derrocaremos al gobierno de la Unidad Popular sea como sea. Si es necesario que haya miles de muertos, los habrá”.
27 ago.La Unión Soviética: el informe Andropov
En algún momento de la segunda mitad de agosto de 1973, un convoy de buques soviéticos en ruta hacia Chile cambió de rumbo y se dirigió a otros países a vender su material. La carga era un número aún indeterminado de tanques y piezas de artillería, por un valor de 100 millones de dólares, que el ministro de Defensa de la Unión Soviética, el mariscal Andrei Gretchko, había comprometido con el general Carlos Prats durante la visita de éste a Moscú, en mayo de 1973. ¿El propósito? Modernizar y equilibrar las fuerzas del Ejército chileno con las que el general Juan Velasco Alvarado venía reuniendo en Perú. La URSS simpatizaba con la línea de izquierda nacionalista de Velasco Alvarado, pero consideraba catastrófica la idea de una guerra con el gobierno de Salvador Allende.
28 ago.El PS: el verbo flamígero
El 28 de agosto, con el paro gremial abultándose día por día, Allende tomó juramento a un nuevo gabinete, orientado al diálogo con el PDC, con el socialista Carlos Briones en el Ministerio del Interior. Allende se lo había anunciado a Aylwin en la casa del cardenal Silva Henríquez. Briones debía asumir el lunes 20, pero la dirección del Partido Socialista comunicó al Presidente su tajante rechazo. El nombramiento se paralizó, hasta que el senador de la Izquierda Cristiana Alberto Jerez le notificó al comité político de la UP que él y “otros tres senadores” abandonarían la coalición si no se nombraba a Briones. El Presidente confirmó a su ministro, mientras Altamirano declaraba que Briones “no es socialista”.
29 ago.Los gremios: la guerra como un paro
El martes 28 de agosto, el gremio de los comerciantes, dirigido por Rafael Cumsille, anunció su adhesión al paro de los camioneros, que encabezaba el vehemente León Vilarín. El transporte completaba cinco semanas en huelga y se vislumbraba un escenario aún más duro que el de la paralización de octubre de 1972. Ese día, por primera vez, durante el juramento de los nuevos ministros, el Presidente Allende mencionó una posibilidad dramática: “No dudaría un momento en renunciar si los trabajadores, los campesinos, los técnicos y profesionales, los partidos de la Unidad Popular, así me lo demandaran o sugirieran”.
30 ago.Los estudiantes: los dueños de las calles
El 29 de agosto, las federaciones de estudiantes de la Universidad Católica de Chile y de la Universidad Católica de Valparaíso, ambas controladas por el movimiento gremial, publicaron un documento titulado “Hacia una nueva institucionalidad a través de la renuncia de Allende”. Como todos los textos de ese grupo en esos años, había sido revisado por Jaime Guzmán. Declaraba que “sólo bajo la dirección unitaria de nuestras Fuerzas Armadas, Chile puede reunir a sus mejores hombres en la misión de proponer la nueva institucionalidad que el país necesita para restablecer su democracia”.
31 ago.La Armada: el primer golpe
El jueves 30 de agosto de 1973, el vicealmirante José Toribio Merino, jefe y juez de la Primera Zona Naval, pidió a la Corte de Apelaciones la suspensión de los fueros parlamentarios del senador Carlos Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón, bajo el cargo de “intento de subversión” en la Escuadra.
1 sept.El Mapu: la división salvaje
El viernes 31 de agosto de 1973, la petición del vicealmirante Merino a la Corte de Apelaciones de Valparaíso para desaforar al senador Altamirano y al diputado Garretón se trasladó a la Corte Suprema. La acusación eran las reuniones con suboficiales de la Armada que querían denunciar una conspiración contra el gobierno y tomarse la Escuadra. Garretón informó al Presidente Allende, que ya lo sabía y no le dio gran importancia.
2 sept.Cuba: el mojito revolucionario
Cuba siguió el proceso chileno minuto a minuto. Era el gobierno con mejor y más detallada información acerca de la UP. Además de los 119 miembros de su embajada, tenía el canal privilegiado de Beatriz, hija del Presidente, que se había casado con el cubano Luis Fernández Oña. Las Tropas Especiales del Ministerio del Interior habían ayudado a organizar la seguridad de Allende y dirigido la de Fidel Castro durante su visita de 1971. El jefe del Departamento América del PC cubano, Manuel Piñeiro, estuvo varias veces en Chile y se mantuvo siempre al día en la evolución de los hechos.
3 sept.Carabineros: la táctica Yovane
Ningún carabinero, de ningún rango, fue tan activo para incorporar a la policía militarizada en la lógica del golpe militar como el general Arturo Yovane. Contaba con una ventaja estratégica: la confianza del Presidente Allende en la lealtad de Carabineros como un cuerpo que, situado en la frontera del mundo castrense y el civil, familiarizado con la pobreza y todas sus secuelas colectivas, actuaría en una crisis de lado del gobierno, como lo había demostrado la Guardia de Palacio durante el “tancazo” del 29 de junio.
4 sept.El “poder popular”: cordones y comandos
“Usted no se ha apoyado en las masas”, le escribieron a Allende el 5 de septiembre la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Unico de Trabajadores en Conflicto. Expresaban su alarma por hechos que conducirían “no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte más implacable y criminal” y le pedían ponerse a la cabeza del “poder popular”, un “ejército sin armas, pero poderoso en cuanto conciencia”, y la aplicación de medidas para evitar “la pérdida de vidas de miles y miles de lo mejor de la clase obrera chilena y latinoamericana”.
5 sept.Los radicales: partidos en tres
El 4 de septiembre, la sede central del Partido Radical fue incendiada por manos anónimas. En las horas siguientes, circuló por Santiago el rumor de que el PR había decidido retirarse del gobierno de Allende. Sin embargo, era una versión totalmente infundada: mientras estuvieran en la dirección del PR algunos de los más fieles allendistas, como Hugo Miranda, Anselmo Sule, Aníbal Palma, Orlando Cantuarias, Edgardo Enríquez y otros, el PR nunca abandonaría al Presidente.
6 sept.Economía: tres días de harina
Su dramático anuncio del jueves 6 de septiembre de 1973, cinco días antes del golpe militar, de que casi no quedaba harina en el país pasó a la historia, pero el Presidente Allende en realidad quería informar de una crisis que, según creía, evolucionaba favorablemente. Eligió una actividad de la Secretaría de la Mujer para informar del desabastecimiento más crítico posible, en un país donde el pan constituye un producto de primerísima necesidad.
7 sept.El MIR: la vía de la insurrección
En el último fin de semana de la UP, para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) era claro que todo estaba perdido. Como otros dirigentes, Andrés Pascal estaba hastiado de pasar noches acuartelado esperando el golpe. El diagnóstico final señalaba que habría un “golpe blando” o, si había plebiscito, Allende lo iba a perder. “Fue una incomprensión nuestra, porque hubo dos golpes. Uno, el de las clases dominantes para volver a imponer el orden. Otro, poco tiempo después, el de los que instalaron un nuevo modelo para resolver la crisis de desarrollo”, afirma.
8 sept.El API: la pieza pequeña
La actuación más importante del más pequeño de los partidos de la UP, Acción Popular Independiente, tuvo lugar en la dramática jornada del sábado 8 de septiembre, cuando los partidos de gobierno se reunieron en La Moneda para analizar la propuesta del Presidente Allende de convocar a un plebiscito para salir de la crisis. La aprobaron Luis Corvalán y Orlando Millas, del PC; Jaime Gazmuri, del Mapu-OC; y Anselmo Sule, del PR. La rechazó Bosco Parra, de la IC. Entonces habló el ex senador, presidente y líder indiscutido del API, Rafael Tarud. Dijo que por información de fuentes militares sabía que se preparaba un golpe militar que sería especialmente cruento.
9 sept.El PC: Stalin contra Trotsky
El domingo 9 de septiembre, Allende recibió en su casa a tres miembros de la comisión política del Partido Comunista, Luis Corvalán, Víctor Díaz y Orlando Millas, para decirles que creía inminente un golpe militar. No tendría la posibilidad de instalarse en algún regimiento, lo que evaluó con el general (R) Carlos Prats, porque los oficiales leales con mando de tropas ya no las controlaban.
10 sept.La Izquierda Cristiana: el espejo quebrado
El lunes 10 de septiembre, un grupo de 60 pobladores del MPR (uno de los frentes del MIR, dirigido por Víctor Toro) se tomó el Ministerio de Vivienda. El ministro Pedro Felipe Ramírez, representante de la Izquierda Cristiana (IC) en el gabinete, se reunió con ellos para resolver el conflicto. Cerca del mediodía, les dijo que debía asistir a un consejo de gabinete en La Moneda citado por Allende para las 12.
11 sept.El plebiscito: la última hoguera
Con fuentes de primera mano, el sábado 8 de septiembre la CIA informó a Washington que “varios acontecimientos” podrían frenar el golpe previsto para el lunes 10. Por el prestigio que tenía entre sus subordinados, Merino era capaz de convencer a los golpistas que esperaran algunos días si Allende llamaba a un plebiscito o anunciaba la formación de un gabinete integrado únicamente por uniformados. Para desactivar la amenaza de intervención militar, el Presidente tendría que adoptar medidas el sábado o domingo, porque después podría ser muy tarde e incluso era posible que las concesiones que hubiese querido hacer carecieran de importancia.