La derecha fantasmal y la procesión interna de la DC
El martes 21 de agosto, los principales dirigentes del Partido Nacional se dedicaron a afinar los últimos borradores del proyecto de acuerdo que presentarían en la Cámara de Diputados para declarar que el gobierno de Allende estaba sobrepasando la Constitución.
Era la acción política más contundente que habían tenido durante el gobierno de la UP. El documento original fue redactado por el abogado Enrique Ortúzar, ex ministro de Jorge Alessandri y principal constitucionalista de la derecha.
- Él, un hombre muy considerado, me llamó para que discutiéramos este tema en la casa de [el senador] Francisco Bulnes -recuerda el entonces diputado Hermógenes Pérez de Arce-. Pero ya estaba listo. Bulnes le hizo algunas anotaciones y [el diputado] Mario Arnello se puso en contacto con [el diputado] Claudio Orrego para que fuera revisado en la DC. Se lo llevaron a Patricio Aylwin. Ellos, obviamente, lo suavizaron, pero lo que quedó, el fondo del documento, era lo mismo.
El gran triunfo del PN no era, en estricto sentido, la formulación del documento, sino más bien la participación de la DC, el partido en el que tantos esfuerzos empeñó para formar la alianza denominada Confederación Democrática (CODE), donde estarían también el segmento de derecha escindido del Partido Radical, la Democracia Radical, y otro fragmento del mismo partido emigrado desde la UP, el Partido de Izquierda Radical.
El PN fue el principal partido opositor a la UP. Su decisión quedó instalada en el Congreso Pleno, en 1970, cuando sus parlamentarios se negaron a confirmar a Allende como Presidente. A partir de ese momento, la UP y el PN se declararon una enemistad absoluta y vociferante. Pero alguien exageraba en algún punto.
Después de los desastrosos resultados obtenidos por los dos partidos de derecha, el Conservador y el Liberal, en las elecciones parlamentarias de 1965, que según el historiador Juan Carlos Arellano confirmaron “el naufragio de su larga decadencia” con su 12,5%, se fundó el PN en 1966. El origen inmediato de esta devastación estuvo en las presidenciales de 1964, cuando, aterrados ante el avance de Salvador Allende, conservadores y liberales apoyaron sin condiciones a Eduardo Frei Montalva y abandonaron a su candidato, el radical Julio Durán. Después de eso, era unirse o morir.
El aglutinador fue el nuevo Partido de Acción Nacional, cuyas figuras más destacadas eran Sergio Onofre Jarpa, Jorge Prat y Mario Arnello. Ellos convocaron a los huérfanos de los dos conglomerados históricos, a algunos independientes y a un sector de los nacionalistas. El PN nacía como un ave Fénix aún herida.
La irrupción de la UP le dio una razón más poderosa para existir, pero en ningún momento de los tres años de Allende esta derecha tuvo el peso necesario para frenar por sí sola el avance del proyecto socialista; no había oposición plausible sin el concurso de la DC. Durante todo ese tiempo no emergió de sus filas ningún líder que pudiera equiparar la figura histórica de Jorge Alessandri.
La CIA, aunque apoyaba su trabajo, tenía una opinión muy crítica sobre el PN. Ya el 9 de febrero de 1972, un informe concluyó: “Organizacionalmente el partido es aún débil, con poca actividad continua. Aunque parece estar libre de divisiones ideológicas y faccionalismo, carece de liderazgo a tiempo completo y de profundidad para planear y organizar apropiadamente a sus bases nacionales”.
La CIA responsabilizaba a Jarpa de estos problemas. El 22 de febrero de 1973, poco antes de las parlamentarias, otro cable señalaba que el PN “no está organizacionalmente listo para estas elecciones. El principal responsable de esta falla es el presidente del PN, Sergio Onofre Jarpa. Jarpa no se ha interesado en construir un partido de bases amplias, y lo que la estación ha sido capaz de lograr, ha sido a pesar de Jarpa o sin su conocimiento. En el segundo peldaño existen líderes talentosos, como el actual secretario general, Patricio Mardones, el candidato a diputado Gustavo Alessandri y los candidatos senatoriales Fernando Ochagavía y Sergio Diez, quienes sueñan con construir un partido liberal moderno y tratarán de reemplazar a Jarpa después de la elección”.
En agosto de 1972, el PN organizó un grupo de “autodefensa”, el Comando Rolando Matus, integrado por jóvenes aficionados y destinado a proteger las marchas de protesta. Ni siquiera era muy original: se inspiraba en las Brigadas Ramona Parra del PC y Elmo Catalán, del PS. Tomaba el nombre de un militante de la juventud asesinado en Pucón y entrenaba en una bodega en Estación Central. “Era todo muy marcial, usaban linchacos, pero no eran más de 80 o 100 personas en Santiago”, dice el ex dirigente juvenil Roberto Palumbo. El líder era Patricio Lagos, un agricultor de Curicó que respondía en línea directa a la dirigencia de la JN, presidida por el abogado Juan Luis Ossa. “El mayor aporte”, dice Palumbo, “fue dar mística a la juventud”. Su grito de guerra: “¡Compañero Rolando Matus! ¿Quién lo mató? ¡Los comunistas¡ ¿Quién lo vengará? ¡Los nacionalistas!”.
El PN buscó la vía institucional para frenar al gobierno hasta comienzos de 1972. En enero de ese año consiguió su primera alianza importante con la DC en una acusación constitucional para destituir al ministro del Interior, José Tohá. En los siguientes intentos, el gobierno replicó cambiando a los ministros de posiciones, unos “enroques” que la Constitución no prohibía. Este fue uno de los “resquicios” que un agudo abogado del gobierno, Eduardo Novoa Monreal, ideó para hacer avanzar el socialismo dentro de los marcos de la legislación. El PN se dedicó a detectar y denunciar estos “resquicios”.
Pero su problema permanente era la renuencia de la DC a establecer una alianza entre la derecha y el centro. Los momentos propicios fueron el paro de los transportistas en octubre de 1972 -respaldado, pero no guiado por el PN- y las parlamentarias de marzo de 1973, donde esperaban reunir los dos tercios necesarios para destituir al Presidente. Como no lo consiguieron, una parte del PN entró en la lógica del golpe de Estado.
Sólo una parte. En julio de 1973, los senadores Aniceto Rodríguez (PS) y Alberto Jerez (IC) se acercaron al jefe del comité senatorial del PN, Sergio Diez, para abrir una línea de diálogo con el ejecutivo. Sabían que Jarpa no lo aceptaría. Diez les propuso trabajar en la idea de un gobierno de transición para los siguientes tres años. El proceso, con Allende incluido, quedaría presidido por el abogado radical Raúl Rettig, entonces embajador en Brasil. Como era previsible, Allende rechazó la idea de manera virulenta y les recordó a los negociadores que había sido elegido, no por todos los chilenos, sino por una mayoría popular, y que no abandonaría la finalidad de construir el socialismo.
Para agosto -cuando se acercaba a su triunfo-, el PN estaba agotado y malamente unido. Le pesaba un defecto de nacimiento, las tres cabezas de su tronco original: los conservadores del mundo agrario, los industriales proteccionistas de la sustitución de importaciones y los liberales de cuño clásico partidarios del libre mercado. El PN no tenía un proyecto de desarrollo unificado. Esto explica por qué cuando la Armada decidió emprender la destitución de Allende no fue a hablar con el PN, sino con la Sociedad de Fomento Fabril, entonces liderada por el empresario metalúrgico Orlando Sáenz. Y explica también por qué el vicealmirante José Toribio Merino hizo sus sondeos, no con los líderes políticos de la derecha, sino con sus amigos empresarios de la Cofradía Náutica del Pacífico Austral.
La DC: la procesión va por dentro
Los democratacristianos “nos fuimos enmierdando con el tiempo”. Esta afirmación del entonces diputado Mariano Ruiz-Esquide resume el sentimiento de la que fue la primera fuerza electoral durante todo el gobierno de la UP. El martes 22 de agosto de 1973, ese sentimiento se materializó en una decisión inesperada de todos sus parlamentarios: sumarse en masa al proyecto de acuerdo de la Cámara de Diputados propiciado por el PN.
El texto, que en lo principal denunciaba el quebrantamiento del orden constitucional por parte del gobierno y pedía al Presidente y -más peligrosamente- a los ministros militares que velaran por la legalidad, fue visto en la UP como un llamado al golpe de Estado y como el fin práctico de las conversaciones entre la DC y el gobierno... cuando éstas apenas cumplían un día.
El acuerdo se había gestado sólo unos días antes, cuando los diputados Claudio Orrego y César Fuentes recibieron una propuesta del PN, que revisó y aprobó Patricio Aylwin. Hasta la mañana del 22, sólo había un borrador escrito a mano. Poco antes de las 11, la directiva del PDC tuvo una nueva reunión, esta vez con parlamentarios del ala izquierda, Mariano Ruiz-Esquide y Claudio Huepe y el ex candidato presidencial Radomiro Tomic, que venía de conversar con Allende y quería transmitir su preocupación.
En el encuentro se decidió aprobar el texto, a condición de que quedara establecido que el acuerdo no era un llamado al golpe, dice Ruiz-Esquide. El senador del Partido de Izquierda Radical (PIR) Luis Bossay reforzó esa perspectiva del texto. El encargado de presentar la postura del PDC era su secretario nacional, Eduardo Cerda. Sin embargo, él no llegó al debate y finalmente fue el jefe de la bancada, José Monares, quien hizo las observaciones. El mismo Monares estaba inseguro de ellas; junto a Huepe y Ruiz-Esquide, intentó representar las dudas al líder de su sector, Bernardo Leighton: “Su respuesta fue clara: ‘Es peor que no hagamos nada como Cámara, porque le dejamos el punto libre a la derecha y a los militares que quieren golpear’. Eso nos llevó a votar”, recuerda Ruiz-Esquide.
Quienes presentaron el proyecto fueron los nacionales Mario Arnello, Silvio Rodríguez y Mario Ríos, el PIR Roberto Muñoz y los DC José Monares, Carlos Sívori, Eduardo Sepúlveda, Lautaro Vergara, Arturo Frei, Alfonso Ansieta y Gustavo Ramírez. El debate se prolongó por varias crispadas horas.
Pasadas las 21.30, según recuerda el ex diputado Luis Pareto, “me llamó Renán Fuentealba y me dijo que las conversaciones habían fracasado”. El ex diputado Maira, asignado para dar el discurso en defensa de Allende, le dijo a Ruiz-Esquide que esto era como “la destitución de Balmaceda”.
Finalmente, el proyecto se aprobó a las 21.49 por 81 votos contra 47, en bloque, sin deserciones ni sorpresas, toda la CODE contra toda la UP.
El 24 de agosto, Allende respondió al acuerdo afirmando que no tenía ninguna validez jurídica y que el único camino para que el Congreso se pronunciara sobre la legitimidad del gobierno era a través de una acusación constitucional, para la cual la oposición no tenía los votos suficientes.
Con esa votación, la DC culminaba otro capítulo de su larga historia de desgarros frente a la izquierda. Después de su fundación en 1957, el partido había tenido un ascenso tan espectacular, que en siete años ganó el gobierno con Eduardo Frei Montalva. El sesgo anticomunista de la campaña enojó a su amigo y competidor socialista, Allende, que le devolvió los ataques con el desaire de no visitarlo nunca en La Moneda. El secretario general de PS, Aniceto Rodríguez, puso el broche a la enemistad: “Les negaremos la sal y agua”.
El gobierno de Frei tomó medidas de avanzada en sus dos primeros años (y con ello obligó al PS a desplazarse más hacia la izquierda), pero ya en el tercero se sumía en la tensión de tres sectores: los “freístas”, fieles al Presidente; los “terceristas”, que apoyaban la futura candidatura de Tomic con una convocatoria de unidad hacia la izquierda; y los “rebeldes”, que se agrupaban en la Juventud y agudizaban sus críticas hacia el gobierno. Los “rebeldes” se fueron para formar el Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu) en 1969; los “terceristas” permanecieron para empujar la candidatura de Tomic; y Frei -criticado por la derecha como el “Kerensky chileno”-recibió con enojo el triunfo de Allende.
Tras las elecciones de 1970, la DC impuso un “Estatuto de Garantías Constitucionales” como condición para confirmar a Allende en el Congreso. El 8 de junio de 1971, el ex ministro del Interior de Frei, Edmundo Pérez Zujovic, fue asesinado por el grupúsculo de ultraizquierda Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), en un episodio que sacudió a toda la DC y desde luego a quienes habían sido sus adversarios internos. En la DC se impuso la idea de que el gobierno era incapaz de controlar a la ultraizquierda.
Peor aún, tenía continuas sospechas sobre la infiltración de la izquierda en sus filas. Dos de sus desgarros -el Mapu en el 69 y la Izquierda Cristiana en el 71- se habían ido hacia la UP, y aunque importantes figuras del Mapu habían “retrocedido” hacia la IC, ninguna había vuelto a su alma mater.
“Dentro de la DC había sectores que eran muy activos en promover el diálogo y otros que no teníamos fe en que tuviera efecto”, recuerda el entonces senador Andrés Zaldívar. En mayo de ese año, la división volvió a expresarse en la Junta Nacional. La mesa presidida por Renán Fuentealba, situado en el flanco izquierdo, cayó a manos de Patricio Aylwin, jefe del freísmo. “Nuestra posición, que era llegar a entendimientos con el gobierno para asegurar la continuidad democrática, perdió frente a una postura que pedía actuar más drásticamente”, dice el entonces secretario nacional, Belisario Velasco. La nueva mesa quedó conformada, además de Aylwin, por el diputado Eduardo Cerda en la secretaría general y por los vicepresidentes Osvaldo Olguín y Felipe Amunátegui.
La lucha interna también se volvió más áspera. Velasco recuerda un consejo nacional de ese año, donde Leighton intervino con crudeza:
-Aquí hay consejeros nacionales, como Juan de Dios Carmona y Juan Hamilton, que han participado de reuniones con la derecha y estarían en apoyo de una cosa que atentara contra la institucionalidad.
-Bernardo -replicó uno de los aludidos-, no acepto que tú insinúes que yo estoy por algo que quiebre la democracia.
-Te equivocas -dijo Leighton-. No insinúo nada: lo estoy afirmando.
El entonces presidente de la Cámara, Luis Pareto, dice que, en efecto, “había un grupo, encabezado por Juan de Dios Carmona, que se resistía a cualquier acuerdo. Era el Altamirano de la DC”.
Hacia agosto de 1973, cada grupo seguía su propio rumbo. Allende sabía que no ganaba nada esencial sin convencer al líder de la DC, Frei, aunque Leighton, Fuentealba y Velasco explorasen con él un acuerdo que incluía un plebiscito. En los últimos días de julio Allende pidió al cardenal Silva Henríquez que gestionase una reunión privada con Frei. Pero el líder de la DC se negó una y otra vez, hasta que el cardenal acudió a Aylwin. Antes de la cena, el Presidente mostró la renuncia del general Ruiz Danyau y desplegó su elocuencia para describir la posición del gobierno y su deseo de acuerdo con la DC. Aylwin lo enfrentó con los conflictos más concretos y Allende designó para resolver algunos de ellos al empresario Víctor Pey y los restantes, al conciliador dirigente socialista Carlos Briones, al que Allende pretendía nombrar ministro del Interior.
Pero el martes siguiente la DC apoyó el acuerdo de la Cámara y el diálogo con Briones se fue disolviendo entre las disensiones de la UP y el rechazo frontal del PS. “Desde ese momento, el país entró en un tobogán, todo el mundo sabía que íbamos a caer en algo… El fracaso en las conversaciones entre Allende y Aylwin provocó el quiebre definitivo”, dice Zaldívar.
En los primeros días de septiembre, Frei y la dirección de la DC concibieron la idea de que todos los poderes elegidos renunciaran a sus cargos para rebarajar las posiciones. El domingo 9, a petición de los presidentes regionales, los parlamentarios entregaron sus renuncias a la mesa. Frei redactó la suya.
Ya no servía.
21 ago.Estados Unidos: los ojos y las garras del águila
El lunes 20 de agosto de 1973, el Comité Cuarenta del gobierno de Estados Unidos aprobó un apoyo adicional de un millón de dólares para los partidos de oposición y el movimiento de los gremios del transporte terrestre y el comercio, en huelga en ese momento. El Comité Cuarenta coordinaba, al máximo nivel, las actividades anticomunistas globales del gobierno, el Pentágono y la CIA. Lo presidía el asesor de Seguridad Nacional del Presidente Richard Nixon, Henry Kissinger.
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23 ago.La Iglesia Católica: el rebaño inquieto
El jueves 23 de agosto, una gran multitud se agolpó en la Plaza de la Constitución para repudiar el acuerdo de la Cámara de Diputados y reforzar su respaldo a Allende. Al término de la concentración hubo incidentes en las calles del centro de Santiago. Los transeúntes se enfrentaron a gritos, se insultaron y a veces se trenzaron a puñetes.
24 ago.El Ejército: al filo del quiebre
El 24 de agosto, el Presidente Allende comunicó el nombramiento del general Augusto Pinochet como nuevo comandante en jefe del Ejército. Era lo que habían recomendado su antecesor, el general Carlos Prats; el ministro José Tohá y otras personas cercanas al Presidente. Pinochet llegaba a la cima de su carrera en el medio de un gobierno socialista. Pero llegaba -y lo sabía- dentro de un territorio minado. El Ejército estaba en estado de alteración y Prats había caído por la presión de su propio alto mando. No había cómo ignorar este hecho, que se precipitó en sólo unas pocas horas.
25 ago.El campo: el parto de la tierra
El proceso que desató las pasiones más intensas durante el gobierno de la UP no ocurrió en las ciudades, sino en los campos. Fue la extensión de la Reforma Agraria. La relación con la tierra es más intensa que con cualquier otro bien de capital. Para muchos, la tierra es la madre -lo que nadie podría decir de una empresa- y en los pueblos originarios se sitúa en la base de sus creencias. Perder un fundo que durante generaciones había estado en manos de una familia debía desencadenar en los propietarios sentimientos tan intensos como contradictorios con los de quienes, después de décadas de privaciones, por fin accedían a la tierra. A escala microeconómica, el conflicto se multiplicó de manera desgarradora en cada predio de Chile.
26 ago.Patria y Libertad: alma de sabotaje
En la noche del domingo 26 de agosto de 1973, la Policía de Investigaciones llegó hasta el concurrido restaurante Innsbruck, en Las Condes, y arrestó al secretario general del movimiento Patria y Libertad, Roberto Thieme, junto a dos militantes, Saturnino López y Santiago Fabres. Thieme se entregó, no sin antes advertir: “Derrocaremos al gobierno de la Unidad Popular sea como sea. Si es necesario que haya miles de muertos, los habrá”.
27 ago.La Unión Soviética: el informe Andropov
En algún momento de la segunda mitad de agosto de 1973, un convoy de buques soviéticos en ruta hacia Chile cambió de rumbo y se dirigió a otros países a vender su material. La carga era un número aún indeterminado de tanques y piezas de artillería, por un valor de 100 millones de dólares, que el ministro de Defensa de la Unión Soviética, el mariscal Andrei Gretchko, había comprometido con el general Carlos Prats durante la visita de éste a Moscú, en mayo de 1973. ¿El propósito? Modernizar y equilibrar las fuerzas del Ejército chileno con las que el general Juan Velasco Alvarado venía reuniendo en Perú. La URSS simpatizaba con la línea de izquierda nacionalista de Velasco Alvarado, pero consideraba catastrófica la idea de una guerra con el gobierno de Salvador Allende.
28 ago.El PS: el verbo flamígero
El 28 de agosto, con el paro gremial abultándose día por día, Allende tomó juramento a un nuevo gabinete, orientado al diálogo con el PDC, con el socialista Carlos Briones en el Ministerio del Interior. Allende se lo había anunciado a Aylwin en la casa del cardenal Silva Henríquez. Briones debía asumir el lunes 20, pero la dirección del Partido Socialista comunicó al Presidente su tajante rechazo. El nombramiento se paralizó, hasta que el senador de la Izquierda Cristiana Alberto Jerez le notificó al comité político de la UP que él y “otros tres senadores” abandonarían la coalición si no se nombraba a Briones. El Presidente confirmó a su ministro, mientras Altamirano declaraba que Briones “no es socialista”.
29 ago.Los gremios: la guerra como un paro
El martes 28 de agosto, el gremio de los comerciantes, dirigido por Rafael Cumsille, anunció su adhesión al paro de los camioneros, que encabezaba el vehemente León Vilarín. El transporte completaba cinco semanas en huelga y se vislumbraba un escenario aún más duro que el de la paralización de octubre de 1972. Ese día, por primera vez, durante el juramento de los nuevos ministros, el Presidente Allende mencionó una posibilidad dramática: “No dudaría un momento en renunciar si los trabajadores, los campesinos, los técnicos y profesionales, los partidos de la Unidad Popular, así me lo demandaran o sugirieran”.
30 ago.Los estudiantes: los dueños de las calles
El 29 de agosto, las federaciones de estudiantes de la Universidad Católica de Chile y de la Universidad Católica de Valparaíso, ambas controladas por el movimiento gremial, publicaron un documento titulado “Hacia una nueva institucionalidad a través de la renuncia de Allende”. Como todos los textos de ese grupo en esos años, había sido revisado por Jaime Guzmán. Declaraba que “sólo bajo la dirección unitaria de nuestras Fuerzas Armadas, Chile puede reunir a sus mejores hombres en la misión de proponer la nueva institucionalidad que el país necesita para restablecer su democracia”.
31 ago.La Armada: el primer golpe
El jueves 30 de agosto de 1973, el vicealmirante José Toribio Merino, jefe y juez de la Primera Zona Naval, pidió a la Corte de Apelaciones la suspensión de los fueros parlamentarios del senador Carlos Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón, bajo el cargo de “intento de subversión” en la Escuadra.
1 sept.El Mapu: la división salvaje
El viernes 31 de agosto de 1973, la petición del vicealmirante Merino a la Corte de Apelaciones de Valparaíso para desaforar al senador Altamirano y al diputado Garretón se trasladó a la Corte Suprema. La acusación eran las reuniones con suboficiales de la Armada que querían denunciar una conspiración contra el gobierno y tomarse la Escuadra. Garretón informó al Presidente Allende, que ya lo sabía y no le dio gran importancia.
2 sept.Cuba: el mojito revolucionario
Cuba siguió el proceso chileno minuto a minuto. Era el gobierno con mejor y más detallada información acerca de la UP. Además de los 119 miembros de su embajada, tenía el canal privilegiado de Beatriz, hija del Presidente, que se había casado con el cubano Luis Fernández Oña. Las Tropas Especiales del Ministerio del Interior habían ayudado a organizar la seguridad de Allende y dirigido la de Fidel Castro durante su visita de 1971. El jefe del Departamento América del PC cubano, Manuel Piñeiro, estuvo varias veces en Chile y se mantuvo siempre al día en la evolución de los hechos.
3 sept.Carabineros: la táctica Yovane
Ningún carabinero, de ningún rango, fue tan activo para incorporar a la policía militarizada en la lógica del golpe militar como el general Arturo Yovane. Contaba con una ventaja estratégica: la confianza del Presidente Allende en la lealtad de Carabineros como un cuerpo que, situado en la frontera del mundo castrense y el civil, familiarizado con la pobreza y todas sus secuelas colectivas, actuaría en una crisis de lado del gobierno, como lo había demostrado la Guardia de Palacio durante el “tancazo” del 29 de junio.
4 sept.El “poder popular”: cordones y comandos
“Usted no se ha apoyado en las masas”, le escribieron a Allende el 5 de septiembre la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Unico de Trabajadores en Conflicto. Expresaban su alarma por hechos que conducirían “no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte más implacable y criminal” y le pedían ponerse a la cabeza del “poder popular”, un “ejército sin armas, pero poderoso en cuanto conciencia”, y la aplicación de medidas para evitar “la pérdida de vidas de miles y miles de lo mejor de la clase obrera chilena y latinoamericana”.
5 sept.Los radicales: partidos en tres
El 4 de septiembre, la sede central del Partido Radical fue incendiada por manos anónimas. En las horas siguientes, circuló por Santiago el rumor de que el PR había decidido retirarse del gobierno de Allende. Sin embargo, era una versión totalmente infundada: mientras estuvieran en la dirección del PR algunos de los más fieles allendistas, como Hugo Miranda, Anselmo Sule, Aníbal Palma, Orlando Cantuarias, Edgardo Enríquez y otros, el PR nunca abandonaría al Presidente.
6 sept.Economía: tres días de harina
Su dramático anuncio del jueves 6 de septiembre de 1973, cinco días antes del golpe militar, de que casi no quedaba harina en el país pasó a la historia, pero el Presidente Allende en realidad quería informar de una crisis que, según creía, evolucionaba favorablemente. Eligió una actividad de la Secretaría de la Mujer para informar del desabastecimiento más crítico posible, en un país donde el pan constituye un producto de primerísima necesidad.
7 sept.El MIR: la vía de la insurrección
En el último fin de semana de la UP, para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) era claro que todo estaba perdido. Como otros dirigentes, Andrés Pascal estaba hastiado de pasar noches acuartelado esperando el golpe. El diagnóstico final señalaba que habría un “golpe blando” o, si había plebiscito, Allende lo iba a perder. “Fue una incomprensión nuestra, porque hubo dos golpes. Uno, el de las clases dominantes para volver a imponer el orden. Otro, poco tiempo después, el de los que instalaron un nuevo modelo para resolver la crisis de desarrollo”, afirma.
8 sept.El API: la pieza pequeña
La actuación más importante del más pequeño de los partidos de la UP, Acción Popular Independiente, tuvo lugar en la dramática jornada del sábado 8 de septiembre, cuando los partidos de gobierno se reunieron en La Moneda para analizar la propuesta del Presidente Allende de convocar a un plebiscito para salir de la crisis. La aprobaron Luis Corvalán y Orlando Millas, del PC; Jaime Gazmuri, del Mapu-OC; y Anselmo Sule, del PR. La rechazó Bosco Parra, de la IC. Entonces habló el ex senador, presidente y líder indiscutido del API, Rafael Tarud. Dijo que por información de fuentes militares sabía que se preparaba un golpe militar que sería especialmente cruento.
9 sept.El PC: Stalin contra Trotsky
El domingo 9 de septiembre, Allende recibió en su casa a tres miembros de la comisión política del Partido Comunista, Luis Corvalán, Víctor Díaz y Orlando Millas, para decirles que creía inminente un golpe militar. No tendría la posibilidad de instalarse en algún regimiento, lo que evaluó con el general (R) Carlos Prats, porque los oficiales leales con mando de tropas ya no las controlaban.
10 sept.La Izquierda Cristiana: el espejo quebrado
El lunes 10 de septiembre, un grupo de 60 pobladores del MPR (uno de los frentes del MIR, dirigido por Víctor Toro) se tomó el Ministerio de Vivienda. El ministro Pedro Felipe Ramírez, representante de la Izquierda Cristiana (IC) en el gabinete, se reunió con ellos para resolver el conflicto. Cerca del mediodía, les dijo que debía asistir a un consejo de gabinete en La Moneda citado por Allende para las 12.
11 sept.El plebiscito: la última hoguera
Con fuentes de primera mano, el sábado 8 de septiembre la CIA informó a Washington que “varios acontecimientos” podrían frenar el golpe previsto para el lunes 10. Por el prestigio que tenía entre sus subordinados, Merino era capaz de convencer a los golpistas que esperaran algunos días si Allende llamaba a un plebiscito o anunciaba la formación de un gabinete integrado únicamente por uniformados. Para desactivar la amenaza de intervención militar, el Presidente tendría que adoptar medidas el sábado o domingo, porque después podría ser muy tarde e incluso era posible que las concesiones que hubiese querido hacer carecieran de importancia.