Patria y Libertad : alma de sabotaje
En la noche del domingo 26 de agosto de 1973, la Policía de Investigaciones llegó hasta el concurrido restaurante Innsbruck, en Las Condes, y arrestó al secretario general del movimiento Patria y Libertad, Roberto Thieme, junto a dos militantes, Saturnino López y Santiago Fabres. Thieme se entregó, no sin antes advertir: “Derrocaremos al gobierno de la Unidad Popular sea como sea. Si es necesario que haya miles de muertos, los habrá”.
Pero se trataba de un arresto voluntario. Thieme había avisado a la policía sobre su paradero:
-Esto trabajaba como un comité político -recuerda-. Le decíamos el consejo de ancianos. Y pensamos: ‘Subió Pinochet, se fue Prats, golpe ad portas, hay que parar los sabotajes’. Para hacerlo creíble, decidí entregarme. Como era un líder clandestino, debía hacerlo en un lugar público.
Tras su detención, su hermanastro Ernesto Müller asumió la dirección del movimiento. Este hecho se conoció a través de una proclama que difundió Canal 13, en la que Patria y Libertad reconoció que había participado en la ola de atentados del último mes. Un comunicado entregado por el gobierno hablaba de 320 acciones violentas, con un resultado de ocho muertos y un centenar de heridos.
A pesar de su continuación aparente, Patria y Libertad cerraba esa noche la etapa más intensa de su breve existencia. Su origen directo se remontaba al segundo semestre de 1970, cuando el abogado Pablo Rodríguez Grez organizó, con otras figuras de la derecha juvenil, como Jaime Guzmán -que después se retiró- el Comité Cívico Patria y Libertad, con el fin de impedir la asunción de Allende. Inspirado en ideales nacionalistas, corporativistas y anticomunistas, el movimiento sostuvo una oposición durísima contra la UP. El famoso símbolo de la araña del grupo (tres eslabones de una cadena rotos en sus extremos), estuvo en todas las manifestaciones de la oposición y sus militantes, premunidos con cascos mineros y lanzas de madera, parecían la garde de corps de las protestas callejeras.
Aunque en número no eran más de 500 militantes, se organizaron en cinco secciones: hombres, mujeres, juventudes, frente de operaciones y el frente invisible, integrado por empresarios que no podían aparecer como miembros oficiales. Entre los más prominentes estaban Benjamín Matte, presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), y Juan Eduardo Hurtado, funcionario del Banco Central. “El auto en el que me movilizaba en ese tiempo -dice Thieme- era un Fiat 125 a nombre de Javier Vial”.
Después de lo que consideró como el fracaso del paro de octubre de 1972, Patria y Libertad optó por la acción directa y creó unas Brigadas Operacionales de Fuerzas Especiales. Internaron clandestinamente desde Argentina un centenar de fusiles semiautomáticos Marcatti. El adiestramiento fue encargado a oficiales en retiro del Ejército y la Armada, a quienes se les pagaba, según Thieme, con los aportes de las cuotas de los militantes y de los principales financistas, Juan Costabal Echeñique, socio de Ladeco, y el banquero Jorge Yarur. Orlando Sáenz, entonces presidente de la Sociedad de Fomento Fabril, dice que algunos de los dineros que recolectó en el exterior financiaron las acciones de Patria y Libertad.
Los dirigentes del movimiento se involucraron con los oficiales del Regimiento Blindados N° 2, que lanzó a sus tanques a la calle el 29 de junio de 1973, en un esfuerzo fallido por emular el golpe de los coroneles griegos en 1967. Ante la derrota del alzamiento, esa misma tarde se asilaron en la embajada de Ecuador los cinco principales dirigentes de Patria y Libertad, admitiendo que habían sido los inspiradores de la asonada y atribuyendo su fracaso a una traición.
Patria y Libertad podría haberse acabado en ese momento. Pero menos de un mes después fue revivida por una oferta de la Armada. El 18 de julio de 1973, en un departamento en Vitacura, Thieme y su jefe de operaciones, Miguel Cessa, se reunieron con el capitán de navío Hugo Castro y el oficial retirado Vicente Gutiérrez, quienes requerían su participación en dos planes: un gran paro del transporte que se iniciaría el día 25, al que se sumarían luego los gremios del comercio y los profesionales; y algunas acciones de provocación al gobierno que se realizarían en Santiago.
Ambas cosas ocurrieron en la noche del 26 de julio, fecha del aniversario de la revolución cubana. Allende concurrió al cóctel oficial de la embajada de Cuba con su edecán naval, Arturo Araya Peeters. Al salir, se despidieron y Araya marchó a su departamento de la calle Fidel Oteíza, en Providencia. Apenas pasada la medianoche, un estruendo y una sucesión de balazos lo hicieron salir al balcón. Estaba en bata, pero portaba su arma de servicio. Un disparo en el tórax lo botó desde el segundo piso y la muerte fue instantánea.
Al día siguiente, el teniente del Servicio de Inteligencia Naval Daniel Guimpert, junto al capitán del Servicio de Inteligencia de Carabineros Germán Esquivel, eligieron a un culpable: el militante radical José Luis Riquelme Bascuñán, que esa noche había sido detenido por ebriedad. Le fabricaron un carné del PS, lo torturaron y lograron una confesión falsa: era el asesino y había actuado bajo las órdenes de uno de los jefes del GAP, Domingo Blanco, y de un grupo de cubanos.
Pero unos días después, Investigaciones detuvo como autores materiales a un grupo de jóvenes de Patria y Libertad, incluyendo a Odilio Castaño, hijo de un empresario panificador, y a Guillermo Claverie, como presunto autor del disparo fatal. Investigaciones puso a su mejor prefecto, Hernán Romero, para encontrar a los culpables. Pero al día siguiente Allende le informó al jefe de la policía civil, Alfredo Joignant, que para que hubiese máxima transparencia, había decidido que actuaran coordinados los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y Carabineros. A cargo quedaron el general de la Fach Nicanor Díaz Estrada, el capitán Esquivel por Carabineros, el coronel Pedro Espinoza (que después del golpe será el segundo de la Dina) por el Ejército, y por la Armada un comandante de apellido Vergara. Cuando Romero supo de la confesión de Riquelme, pidió interrogarlo. En la Brigada de Homicidios, los policías le dijeron a Riquelme que se bajara los pantalones. Le encontraron los testículos hinchados por las torturas. De inmediato Investigaciones lo dejó de lado y comenzó a seguir el hilo hacia Patria y Libertad.
El caso sigue abierto, pero Thieme sostiene que “la bala que mató a Araya Peters no venía desde abajo, sino desde un lugar más alto y fue disparada por un francotirador”, que en su opinión debió ser de la Armada. Las armas que usó el grupo de distracción de Patria y Libertad fueron proporcionadas por el ex oficial de la marina Jorge Elhers.
¿Por qué atentar contra Araya? Los indicios sugieren que los autores del crimen querían sacar de escena a un personaje cercano al Presidente, que compartía la línea del almirante Montero, y enviar un mensaje a la Armada. Araya había sido una figura importante en la defensa de Allende durante el “tanquetazo” del 29 de junio y su muerte tenía el rango suficiente como para propinar un golpe sicológico al Presidente, como en verdad ocurrió. El asesinato contribuyó a dar aliento al golpe y a radicalizar a la ultraizquierda, complicando el clima para el diálogo.
El segundo acontecimiento que se inició en ese mismo momento fue la llamada “Noche de las Mangueras Largas”. El objetivo era, mediante una seguidilla de atentados, cortar el suministro de combustible y energía en Santiago. Cuando Thieme planteó que carecían de los recursos para tal empeño, el capitán Castro le aseguró que tendrían las instrucciones y los explosivos necesarios. Patria y Libertad ya era casi un brazo clandestino de la Armada.
Ese día 26 volaron varios ductos de combustible. El 8 de agosto habían dinamitado en Curicó una sección del oleoducto de la Enap que iba desde Talcahuano hasta Santiago. El 14 de agosto, una torre de alta tensión en la planta de Rapel que llevaba energía a la central Cerro Navia en Santiago, produciendo un corte de energía de al menos media hora entre Coquimbo y Rancagua, justo cuando el Presidente llamaba a la conciliación en un discurso que debía ser emitido por televisión y radio: “Estamos al borde de una guerra civil y hay que impedirla”.
El 23 de agosto, Patria y Libertad realizó un ataque dinamitero en un puente a la entrada de Concepción, y el 25, una serie de sabotajes en contra de instalaciones eléctricas, vías férreas y camiones no adheridos al paro de los transportistas.
Pero el 27 decidió detener los atentados, a la espera del golpe militar que era cosa de días. Pablo Rodríguez, el líder supremo de Patria y Libertad, regresó a Chile el 10 de septiembre, cuando el grupo ya estaba casi inactivo. Esa noche, sus principales dirigentes sabían que la sublevación militar comenzaría al amanecer. Ese día, junto con el gobierno de la UP, terminaba también la agitada vida de Patria y Libertad.
21 ago.Estados Unidos: los ojos y las garras del águila
El lunes 20 de agosto de 1973, el Comité Cuarenta del gobierno de Estados Unidos aprobó un apoyo adicional de un millón de dólares para los partidos de oposición y el movimiento de los gremios del transporte terrestre y el comercio, en huelga en ese momento. El Comité Cuarenta coordinaba, al máximo nivel, las actividades anticomunistas globales del gobierno, el Pentágono y la CIA. Lo presidía el asesor de Seguridad Nacional del Presidente Richard Nixon, Henry Kissinger.
22 ago.La derecha fantasmal y la procesión interna de la DC
El martes 21 de agosto, los principales dirigentes del Partido Nacional se dedicaron a afinar los últimos borradores del proyecto de acuerdo que presentarían en la Cámara de Diputados para declarar que el gobierno de Allende estaba sobrepasando la Constitución.
23 ago.La Iglesia Católica: el rebaño inquieto
El jueves 23 de agosto, una gran multitud se agolpó en la Plaza de la Constitución para repudiar el acuerdo de la Cámara de Diputados y reforzar su respaldo a Allende. Al término de la concentración hubo incidentes en las calles del centro de Santiago. Los transeúntes se enfrentaron a gritos, se insultaron y a veces se trenzaron a puñetes.
24 ago.El Ejército: al filo del quiebre
El 24 de agosto, el Presidente Allende comunicó el nombramiento del general Augusto Pinochet como nuevo comandante en jefe del Ejército. Era lo que habían recomendado su antecesor, el general Carlos Prats; el ministro José Tohá y otras personas cercanas al Presidente. Pinochet llegaba a la cima de su carrera en el medio de un gobierno socialista. Pero llegaba -y lo sabía- dentro de un territorio minado. El Ejército estaba en estado de alteración y Prats había caído por la presión de su propio alto mando. No había cómo ignorar este hecho, que se precipitó en sólo unas pocas horas.
25 ago.El campo: el parto de la tierra
El proceso que desató las pasiones más intensas durante el gobierno de la UP no ocurrió en las ciudades, sino en los campos. Fue la extensión de la Reforma Agraria. La relación con la tierra es más intensa que con cualquier otro bien de capital. Para muchos, la tierra es la madre -lo que nadie podría decir de una empresa- y en los pueblos originarios se sitúa en la base de sus creencias. Perder un fundo que durante generaciones había estado en manos de una familia debía desencadenar en los propietarios sentimientos tan intensos como contradictorios con los de quienes, después de décadas de privaciones, por fin accedían a la tierra. A escala microeconómica, el conflicto se multiplicó de manera desgarradora en cada predio de Chile.
26 ago.Patria y Libertad: alma de sabotaje
En la noche del domingo 26 de agosto de 1973, la Policía de Investigaciones llegó hasta el concurrido restaurante Innsbruck, en Las Condes, y arrestó al secretario general del movimiento Patria y Libertad, Roberto Thieme, junto a dos militantes, Saturnino López y Santiago Fabres. Thieme se entregó, no sin antes advertir: “Derrocaremos al gobierno de la Unidad Popular sea como sea. Si es necesario que haya miles de muertos, los habrá”.
27 ago.La Unión Soviética: el informe Andropov
En algún momento de la segunda mitad de agosto de 1973, un convoy de buques soviéticos en ruta hacia Chile cambió de rumbo y se dirigió a otros países a vender su material. La carga era un número aún indeterminado de tanques y piezas de artillería, por un valor de 100 millones de dólares, que el ministro de Defensa de la Unión Soviética, el mariscal Andrei Gretchko, había comprometido con el general Carlos Prats durante la visita de éste a Moscú, en mayo de 1973. ¿El propósito? Modernizar y equilibrar las fuerzas del Ejército chileno con las que el general Juan Velasco Alvarado venía reuniendo en Perú. La URSS simpatizaba con la línea de izquierda nacionalista de Velasco Alvarado, pero consideraba catastrófica la idea de una guerra con el gobierno de Salvador Allende.
28 ago.El PS: el verbo flamígero
El 28 de agosto, con el paro gremial abultándose día por día, Allende tomó juramento a un nuevo gabinete, orientado al diálogo con el PDC, con el socialista Carlos Briones en el Ministerio del Interior. Allende se lo había anunciado a Aylwin en la casa del cardenal Silva Henríquez. Briones debía asumir el lunes 20, pero la dirección del Partido Socialista comunicó al Presidente su tajante rechazo. El nombramiento se paralizó, hasta que el senador de la Izquierda Cristiana Alberto Jerez le notificó al comité político de la UP que él y “otros tres senadores” abandonarían la coalición si no se nombraba a Briones. El Presidente confirmó a su ministro, mientras Altamirano declaraba que Briones “no es socialista”.
29 ago.Los gremios: la guerra como un paro
El martes 28 de agosto, el gremio de los comerciantes, dirigido por Rafael Cumsille, anunció su adhesión al paro de los camioneros, que encabezaba el vehemente León Vilarín. El transporte completaba cinco semanas en huelga y se vislumbraba un escenario aún más duro que el de la paralización de octubre de 1972. Ese día, por primera vez, durante el juramento de los nuevos ministros, el Presidente Allende mencionó una posibilidad dramática: “No dudaría un momento en renunciar si los trabajadores, los campesinos, los técnicos y profesionales, los partidos de la Unidad Popular, así me lo demandaran o sugirieran”.
30 ago.Los estudiantes: los dueños de las calles
El 29 de agosto, las federaciones de estudiantes de la Universidad Católica de Chile y de la Universidad Católica de Valparaíso, ambas controladas por el movimiento gremial, publicaron un documento titulado “Hacia una nueva institucionalidad a través de la renuncia de Allende”. Como todos los textos de ese grupo en esos años, había sido revisado por Jaime Guzmán. Declaraba que “sólo bajo la dirección unitaria de nuestras Fuerzas Armadas, Chile puede reunir a sus mejores hombres en la misión de proponer la nueva institucionalidad que el país necesita para restablecer su democracia”.
31 ago.La Armada: el primer golpe
El jueves 30 de agosto de 1973, el vicealmirante José Toribio Merino, jefe y juez de la Primera Zona Naval, pidió a la Corte de Apelaciones la suspensión de los fueros parlamentarios del senador Carlos Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón, bajo el cargo de “intento de subversión” en la Escuadra.
1 sept.El Mapu: la división salvaje
El viernes 31 de agosto de 1973, la petición del vicealmirante Merino a la Corte de Apelaciones de Valparaíso para desaforar al senador Altamirano y al diputado Garretón se trasladó a la Corte Suprema. La acusación eran las reuniones con suboficiales de la Armada que querían denunciar una conspiración contra el gobierno y tomarse la Escuadra. Garretón informó al Presidente Allende, que ya lo sabía y no le dio gran importancia.
2 sept.Cuba: el mojito revolucionario
Cuba siguió el proceso chileno minuto a minuto. Era el gobierno con mejor y más detallada información acerca de la UP. Además de los 119 miembros de su embajada, tenía el canal privilegiado de Beatriz, hija del Presidente, que se había casado con el cubano Luis Fernández Oña. Las Tropas Especiales del Ministerio del Interior habían ayudado a organizar la seguridad de Allende y dirigido la de Fidel Castro durante su visita de 1971. El jefe del Departamento América del PC cubano, Manuel Piñeiro, estuvo varias veces en Chile y se mantuvo siempre al día en la evolución de los hechos.
3 sept.Carabineros: la táctica Yovane
Ningún carabinero, de ningún rango, fue tan activo para incorporar a la policía militarizada en la lógica del golpe militar como el general Arturo Yovane. Contaba con una ventaja estratégica: la confianza del Presidente Allende en la lealtad de Carabineros como un cuerpo que, situado en la frontera del mundo castrense y el civil, familiarizado con la pobreza y todas sus secuelas colectivas, actuaría en una crisis de lado del gobierno, como lo había demostrado la Guardia de Palacio durante el “tancazo” del 29 de junio.
4 sept.El “poder popular”: cordones y comandos
“Usted no se ha apoyado en las masas”, le escribieron a Allende el 5 de septiembre la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Unico de Trabajadores en Conflicto. Expresaban su alarma por hechos que conducirían “no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte más implacable y criminal” y le pedían ponerse a la cabeza del “poder popular”, un “ejército sin armas, pero poderoso en cuanto conciencia”, y la aplicación de medidas para evitar “la pérdida de vidas de miles y miles de lo mejor de la clase obrera chilena y latinoamericana”.
5 sept.Los radicales: partidos en tres
El 4 de septiembre, la sede central del Partido Radical fue incendiada por manos anónimas. En las horas siguientes, circuló por Santiago el rumor de que el PR había decidido retirarse del gobierno de Allende. Sin embargo, era una versión totalmente infundada: mientras estuvieran en la dirección del PR algunos de los más fieles allendistas, como Hugo Miranda, Anselmo Sule, Aníbal Palma, Orlando Cantuarias, Edgardo Enríquez y otros, el PR nunca abandonaría al Presidente.
6 sept.Economía: tres días de harina
Su dramático anuncio del jueves 6 de septiembre de 1973, cinco días antes del golpe militar, de que casi no quedaba harina en el país pasó a la historia, pero el Presidente Allende en realidad quería informar de una crisis que, según creía, evolucionaba favorablemente. Eligió una actividad de la Secretaría de la Mujer para informar del desabastecimiento más crítico posible, en un país donde el pan constituye un producto de primerísima necesidad.
7 sept.El MIR: la vía de la insurrección
En el último fin de semana de la UP, para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) era claro que todo estaba perdido. Como otros dirigentes, Andrés Pascal estaba hastiado de pasar noches acuartelado esperando el golpe. El diagnóstico final señalaba que habría un “golpe blando” o, si había plebiscito, Allende lo iba a perder. “Fue una incomprensión nuestra, porque hubo dos golpes. Uno, el de las clases dominantes para volver a imponer el orden. Otro, poco tiempo después, el de los que instalaron un nuevo modelo para resolver la crisis de desarrollo”, afirma.
8 sept.El API: la pieza pequeña
La actuación más importante del más pequeño de los partidos de la UP, Acción Popular Independiente, tuvo lugar en la dramática jornada del sábado 8 de septiembre, cuando los partidos de gobierno se reunieron en La Moneda para analizar la propuesta del Presidente Allende de convocar a un plebiscito para salir de la crisis. La aprobaron Luis Corvalán y Orlando Millas, del PC; Jaime Gazmuri, del Mapu-OC; y Anselmo Sule, del PR. La rechazó Bosco Parra, de la IC. Entonces habló el ex senador, presidente y líder indiscutido del API, Rafael Tarud. Dijo que por información de fuentes militares sabía que se preparaba un golpe militar que sería especialmente cruento.
9 sept.El PC: Stalin contra Trotsky
El domingo 9 de septiembre, Allende recibió en su casa a tres miembros de la comisión política del Partido Comunista, Luis Corvalán, Víctor Díaz y Orlando Millas, para decirles que creía inminente un golpe militar. No tendría la posibilidad de instalarse en algún regimiento, lo que evaluó con el general (R) Carlos Prats, porque los oficiales leales con mando de tropas ya no las controlaban.
10 sept.La Izquierda Cristiana: el espejo quebrado
El lunes 10 de septiembre, un grupo de 60 pobladores del MPR (uno de los frentes del MIR, dirigido por Víctor Toro) se tomó el Ministerio de Vivienda. El ministro Pedro Felipe Ramírez, representante de la Izquierda Cristiana (IC) en el gabinete, se reunió con ellos para resolver el conflicto. Cerca del mediodía, les dijo que debía asistir a un consejo de gabinete en La Moneda citado por Allende para las 12.
11 sept.El plebiscito: la última hoguera
Con fuentes de primera mano, el sábado 8 de septiembre la CIA informó a Washington que “varios acontecimientos” podrían frenar el golpe previsto para el lunes 10. Por el prestigio que tenía entre sus subordinados, Merino era capaz de convencer a los golpistas que esperaran algunos días si Allende llamaba a un plebiscito o anunciaba la formación de un gabinete integrado únicamente por uniformados. Para desactivar la amenaza de intervención militar, el Presidente tendría que adoptar medidas el sábado o domingo, porque después podría ser muy tarde e incluso era posible que las concesiones que hubiese querido hacer carecieran de importancia.