La noche del 20 de julio de 1969, el mundo fue testigo del fin de una de las carreras más esperadas de la historia. Una intensa maratón que se extendió por décadas y que enfrentó a las dos potencias que disputaban el poder del mundo para ver quien llegaba primero al destino más codiciado de todos: la luna.
El Apollo 11 comandado por Neil Armstrong se posaba a las 22:56 en territorio lunar y la expectación era total. Los televisores de todo el mundo servían de vitrina hacia un paisaje hasta ahora desconocido. Las pantallas creadas para la entretención, la información y el ocio ahora hacían sentir como parte de la historia a millones de espectadores alrededor del mundo.
Hoy, recordar ese momento es fácil. Basta una búsqueda en YouTube para revisitar en el formato que quieras del alunizaje. Pero en su momento, esta transmisión histórica requirió de esfuerzos históricos.
En paralelo al viaje de la nave de la Nasa, en la localidad de Longovilo, un grupo de novatos técnicos e ingenieros completaba su propia odisea. Una que fue necesaria para que Chile también fuera parte de la imagen que definió a toda una generación. Esta es la historia.
9 de agosto de 1968. El presidente Eduardo Frei Montalva, junto al Cardenal Raúl Silva Henríquez, autoridades civiles y un grupo de cerca de 30 trabajadores, inauguraban en la localidad de Longovilo la primera Estación de Comunicación Satelital de Latinoamérica. La prensa de esos días destacaba que la central, que alojaba una gigantesca antena de 30 metros de diámetro, sería clave para superar el problema del aislamiento del resto del mundo que en esa época aquejaba al país.
Por eso, la estación de Longovilo fue el proyecto estrella de una nueva empresa para esa época llamada Entel. La compañía fue creada en 1964 para resolver el gran problema de conectividad que tenía nuestro país en ese tiempo. Su primera tarea fue crear una red de microondas para un país que solo se comunicaba gracias a los magnetos. ¿La segunda? Una estación satelital para conectar al país con el mundo.
Longovilo era realmente un proyecto estrella que significaba sacar a Chile de este rincón aislado. Dejaríamos de ser un país de tercera y nos meteríamos directamente al concierto mundial.”
La tarea no era fácil. Y es que la comunicación satelital parecía todavía un cuento sacado de la ciencia ficción. Era una tecnología tan avanzada que no quedó otra que armar el equipo de la forma que mejor se podía hacer: desde cero.
A sus 23 años de edad, Andrés Bravari (75) celebraba junto a su familia el haber obtenido por fin el título de Ingeniero Electricista de la Universidad de Chile. Se describía en ese entonces como un aficionado a la ciencia ficción y en particular, por la comunicación que se utilizaba entre la tierra y los satélites, además de las naves espaciales.
Por eso no dudó un segundo cuando, aun sin experiencia laboral, fue llamado junto a otros dos colegas para integrar el equipo de avanzada que encabezaría la instalación y funcionamiento de esta primera central de comunicaciones. El 2 de enero de 1967, sintiéndose un pionero, ya se encontraba a bordo de este plan.
Bravari fue testigo de prácticamente todo el nacimiento de Longovilo: desde la primera palada de tierra que se sacó en el terreno ubicado en la comuna de Melipilla, escogido por contar con una posición geográfica privilegiada y sin el ruido de la ciudad, hasta que comenzaron a llegar las partes del armado de la antena, directamente desde Estados Unidos.
De hecho, el trío de ingenieros tuvo que formarse en el extranjero para aprender a operar todo. De Boston fueron a Hawaii y de Hawaii a Filipinas, lugar donde se estaba implementando una antena similar. Ya de regreso, la estación se estaba armando y ya contaba con más de 30 empleados. Un internado en Melipilla sirvió para afiatar aun más la confianza de un equipo que había sido formado prácticamente con una sola misión en mente: sacar a Chile de su desconexión.
“Longovilo era realmente un proyecto estrella que significaba sacar a Chile de este rincón aislado. Dejaríamos de ser un país de tercera y nos meteríamos directamente al concierto mundial”, recuerda Bravari. “Seríamos de los pocos que estaríamos ya internados en esta reciente red”.
Y es que el uso principal de la central sería para poder hacer llamadas de larga distancia internacional. El proceso seguiría siendo a la antigua: había que llamar a la central y se terminaba asignando una hora, tal como si se fuera al doctor, para hacer la comunicación. Pero Longovilo serviría para mucho más que eso.
El 9 de agosto de 1968, luego de que el Presidente cortara la cinta y el Cardenal Silva Henríquez diera su bendición, la central captó su primera señal. Pero no sería una llamada, sino que algo mucho más llamativo: una transmisión en vivo, realizada desde la Embajada de Chile en Estados Unidos. Una cueca bailada a más de 8 mil kilómetros que serviría de antesala para la misión mayor que en poco más de un año deberían cumplir en la base de Longovilo.
El alunizaje era el tema de conversación obligado en ese entonces. Nadie hablaba de conspiraciones. Simplemente se vivía con la ilusión de que el Apollo 11 si lograría la meta prometida. El presidente Frei Montalva decretó medio día feriado el 21 de julio para que la noche del 20 todo Chile pudiera ver la transmisión, sin cortes comerciales, que pasaría por Canal 13.
La televisión aún estaba lejos de ser masiva, pero el mundial del 62 ya había creado el hábito de reunir a las familias y los amigos alrededor de una pantalla en las casas que tuvieran la suerte de contar con uno de estos aparatos.
Sin embargo, y sin que la población se enterara, Chile estuvo a punto de quedarse sin la posibilidad de ser testigos del alunizaje. ¿Quiénes lo solucionaron? Los ingenieros de la estación Longovilo de Entel.
Para ello, se contaba con poco tiempo y con un alto costo. Para hacerlo, había que prescindir de la función por la que justamente había sido creado Longovilo: cortar las comunicaciones de larga distancia.
Una semana antes del 20 de julio, llega la noticia de que el Intelsat 3, el satélite con el cual llegaría la señal de la transmisión lunar, tuvo un desperfecto. Con esto, la transmisión en vivo se haría prácticamente imposible, lo que preocupó principalmente al gobierno, que envió a un grupo de funcionarios a la central para hallar una solución.
Se optó por hacer un salto de fe: utilizar la antena para captar la señal de otro satélite, el que se usaría para la transmisión europea. Esto, eso sí, era más fácil decirlo que hacerlo, ya que la orientación de este satélite estaba para el Pacífico, cuando la antena estaba comunicada principalmente hacia el Atlántico.
1- El Apollo 11 envía la transmisión del alunizaje a una antena ubicada en Australia.
2- El Intelsat III recibe esta señal y la envía a la Nasa, quienes redistribuyen la transmisión al mundo.
3- La antena de Longovilo es redirigida para capturar la señal original desde el satélite.
Para hacer más complicadas las cosas, el satélite nuevo se mantenía sobre el horizonte, por lo que no solo había que apuntarlo, sino que además esquivar los cerros para captar la señal.
“El gobierno nos dio la autorización, pero solo tuvimos unas horas antes de la transmisión para hacerlo”, recuerda Bravari, que justo estaba de turno la noche del 20 de julio. “Había muchas dudas de que pudiéramos hacerlo por la posición geográfica. Nadie sabía si de verdad podríamos recibir la señal y de recibirla, que se viera de forma limpia”.
Para ello, se contaba con poco tiempo y con un alto costo. Para hacerlo, había que prescindir de la función por la que justamente había sido creado Longovilo: cortar las comunicaciones de larga distancia.
Pero lo hicieron.
La base de Longovilo esa noche estaba abarrotada de gente. No solo los trabajadores, sino que autoridades y sus familias acompañaron a la estación transmisora a vivir el momento. A las 22:56 los aplausos se sentían no solo por ver al Águila descendiendo a la base, sino que también por el esfuerzo de un grupo que hace un año no existía y que cambió para siempre la forma de comunicarse en Chile. No solo con el extranjero sino que, por una noche, también con la luna.