Texto: Carla Pía Ruiz Pereira.
Buscar una cura a la enfermedad que está secando a las araucarias, recuperar el toromiro –una de las plantas endémicas de Rapa Nui– o ayudar a la reproducción de las mejores especies productivas para la industria forestal, como el pino y el eucaliptus. Todo eso es parte del trabajo realizado en el vivero Carlos Douglas de CMPC.
Una de las principales etapas de la silvicultura es la formación del bosque. En el vivero esa formación se realiza mediante rigurosos procesos de selección de semillas y mejoramiento genético. Todo se obtiene desde los árboles que presentan las mejores características de forma, altura y estructura. Pero, además, tanto para reproducir especies productivas, como nativas, también se usan mecanismos tecnológicos de calidad, como invernaderos con control ambiental automático, equipos mecanizados para la siembra y una máquina totalmente automática para el trasplante de plantas.
Ubicado en la comuna de Cabrero, en la región del Biobío, este lugar es considerado uno de los más grandes y modernos viveros forestales de Sudamérica.
Es aquí donde la empresa, además de recuperar y conservar flora endémica de Chile en estado vulnerable e, incluso, en peligro de extinción, también reproduce, cuida y almacena los árboles con los que CMPC obtiene madera y celulosa: el eucalipto y el pino radiata. En el vivero se producen cerca de 38 millones de estas especies productivas al año.
Por eso, al sector productivo, se suma el llamado “semillero chileno”. Allí, en una superficie de 164,9 hectáreas, se busca recuperar plantas nativas. El michay rojo, las araucarias, el alerce y el toromiro son algunas de las especies que se cuidan en el recinto.
En el vivero se producen anualmente cerca de 800 mil plantas nativas y ornamentales, pero la tarea no termina ahí. CMPC incluso creó dos Áreas de Alto Valor de Conservación para conservar el ruil y la adesmia, dos especies en peligro que primero se reproducen en el vivero y luego son replantadas para aumentar su población.
Otra de las especies con las que se trabaja hace varios años es la araucaria, catalogada como una especie vulnerable en el actual escenario de cambio climático y en la que se ha observado una pérdida de vitalidad. Aunque aún no se sabe cuál es la causa de que, más del 81 por ciento de ellas estén secándose, existe un proyecto que espera impedir la extinción de este árbol. El objetivo es apoyar el rescate genético a través de la técnica conocida como “Migración Asistida” o conservación ex situ.
Estos ejemplares son producidos bajo invernaderos techados, donde pueden ser controlados y, así, proteger su germinación. Para ello se utilizan bandejas plásticas en las que se coloca un sustrato de corteza de pino compostada el que, finalmente, se transforma en materia orgánica. Ahí se trata la semilla, se coloca en remojo y se espera a que germine. El proceso para ser plantada en otro lugar, uno en donde el clima le entregue más posibilidades de subsistir a la especie, puede tardar incluso un año.