José Joaquín Pérez

La evolución social y económica de nuestro país demandó importantes cambios a nivel político. Tras la revolución de 1859, se necesitaba un gobierno de consenso y que, además, aprovechara el excelente momento vivido por el país para impulsar una serie de medidas que fomentaran el desarrollo en todo ámbito.


José Joaquín Pérez gobernó
durante diez años, siendo el
último de los decenios
presidenciales.

José Joaquín Pérez Mascayano asumió el cargo de presidente de la República el 18 de septiembre de 1861. A pesar de su vínculo con el Partido Nacional, era considerado una figura conciliadora y contaba con el apoyo de todos los partidos políticos. Esto se vio claramente reflejado en la conformación de su primer gabinete, integrado por liberales, conservadores y nacionales.

Durante los diez años que gobernó Pérez Mascayano se realizó una serie de obras orientadas al desarrollo y progreso nacional. En materia de obras públicas, se extendieron las líneas ferroviarias en la zona central del país. Uno de los trazados más importantes fue el implementado entre Valparaíso y Santiago, obras que estuvieron a cargo del empresario estadounidense Enrique Meiggs. Él, además, fue el encargado de construir el puente sobre el río Maipo.

Las comunicaciones al interior del país también mejoraron, al extenderse la línea de telégrafos hasta Nacimiento. El sistema de correos, creado en 1851, fue modernizado, aprovechando la nueva red vial con que contaba el país.

Sin embargo, las obras más audaces realizadas durante el mandato de José Joaquín Pérez fueron dos reformas constitucionales que significaron un avance en materia social y política. Por un lado, en 1865 se planteó la necesidad de reformar el artículo Nº 5 de la Constitución de 1833, que establecía que "La religión de la República de Chile es la católica, apostólica, romana, con exclusión del ejercicio público de cualquiera otra". Tras varios debates, el 27 de julio de 1865 se promulgó una ley que permitía a quienes no fueran católicos practicar su culto "dentro del recinto de edificios de propiedad particular", lo que constituía un importante avance en cuanto a la libertad de cultos.
La otra importante reforma se refería al término de la reelección inmediata del presidente de la República a contar de 1871, estableciéndose de ahí en adelante gobiernos de cinco años. Por ello, el mandato de José Joaquín Pérez corresponde al último de los decenios presidenciales.

 

Agitación bélica

Desde mediados del siglo XVIII se desarrolló en nuestro país un sentimiento americanista que no se percibía desde los tiempos de la Independencia.

Intelectuales y políticos, entre los que se contaban Manuel Antonio Matta y José Victorino Lastarria, apoyaban la cooperación y hermandad entre los países del continente y miraban con suspicacia los acontecimientos que daban cuenta de una inminente arremetida colonizadora europea.

Las condiciones, entonces, fueron favorables para que Chile se involucrara, en un primer momento por solidaridad, en un conflicto armado que comenzó fuera de los límites del país y que terminó con el bombardeo de Valparaíso.

El 30 de abril de 1862 se conoció en nuestro país la noticia de que las islas Chincha, pertenecientes al Perú, habían sido invadidas por fuerzas españolas.

La potencia europea aún no reconocía la Independencia del país vecino, alegando una deuda pendiente desde los tiempos de la Colonia y que saldaría apoderándose de la riqueza natural con que contaban las islas y la principal fuente de recursos económicos del Perú: el guano.

Ante estos graves hechos, nuestro país se colocó en alerta. Solidarizó con Perú y criticó el accionar de España, considerándolo como un atentado en contra de la soberanía de los estados americanos.


Una de las primeras acciones
militares realizadas durante la
guerra con España fue el combate
Naval de Papudo.

El conflicto, entonces, fue solo tratado a nivel diplomático, realizándose, en 1864, un Congreso de Delegados americanos para revisar el tema, en el que participaron, Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela, Argentina y Guatemala.

Si bien los ánimos se pacificaron y se suscribió un acuerdo bilateral entre España y Perú, existía una evidente molestia por parte de los españoles ante la actitud de Chile, lo que derivó en el envío de un documento donde se le exigía al gobierno chileno la rendición de honores a España, con 21 cañonazos en el puerto de Valparaíso. La reacción de nuestro país no se hizo esperar y, previa aprobación del Congreso, el presidente José Joaquín Pérez declaró la guerra a España, el 25 de septiembre de 1865.

De inmediato, los buques españoles bloquearon los más importantes puertos del país, entre los que se contaban Valparaíso, Talcahuano, Coquimbo y Caldera. En medio de este despliegue, el comandante chileno Williams Rebolledo logró emboscar y capturar a la goleta española "Covadonga", en el combate naval de Papudo, 26 de noviembre de 1865. Esto no solo representó un importante triunfo para la Escuadra nacional, sino que también significó un fuerte golpe anímico para los soldados españoles, ya que perdieron a su principal conductor, el comandante Manuel Antonio Pareja, quien, después de la derrota, se suicidó.

Tras ello, Chile consiguió el apoyo de otros países americanos, los que impidieron en sus puertos el abastecimiento de los españoles y continuó con una seguidilla de triunfos, entre los que destacaron los combates de Abtao (7 de febrero de 1866) y Huito (2 de marzo de 1866). Las fuerzas españolas se veían complicadas en un accionar sin sentido. Sin embargo, las instrucciones provenientes de la península Ibérica fueron estrictas: debían vengar la deshonrosa afrenta y, para ello, una de las mejores opciones era bombardear el puerto más importante del país, Valparaíso.

Es así como el 31 de marzo de 1866, ciertos puntos estratégicos de la porteña ciudad eran devastados por el ataque español. La aduana, la bolsa y la Intendencia fueron algunos de ellos, iniciándose un incendio de proporciones, que dejó graves pérdidas económicas en la ciudad y motivó el repudio de la población nacional ante la acción de los españoles. No contentos, la escuadra española intentó repetir esta acción en Callao, donde encontró la resistencia de las
fortalezas peruanas, por lo que, finalmente se retiraron rumbo a las Filipinas, absolutamente derrotados.

Si bien el 11 de abril de 1871 nuestro país firmó un armisticio con España, Perú, Bolivia y Ecuador, recién el 12 de julio de 1883, Chile ratificó el tratado de Paz y Amistad con España.

Ocupación del territorio


Grabado que muestra uno de los
tantos parlamentos realizados
por Cornelio Saavedra con
los mapuches.

También durante el gobierno de José Joaquín Pérez se inició una importante empresa colonizadora que, años más tarde, configuraría una nueva fisonomía territorial. Todo ello a partir de la aparición de un anecdótico personaje en el sur del país.
A fines de 1861, Orelie Antoine de Tounens, de nacionalidad francesa, se asentó en la Araucanía y se autoproclamó rey de la zona y de la Patagonia.

Aprovechando la escasa presencia de chilenos en la zona, que abarcaba entre los ríos Biobío y Toltén, el aventurero logró convencer a algunos caciques que aún resistían la autoridad chilena, y organizó una especie de reino en la zona.

Tras dos años de agitaciones y revueltas, fue detenido por las tropas que comandaba el coronel Cornelio Saavedra, siendo juzgado y desterrado a su país de origen. Pero, más allá de transformarse en una extraña anécdota de nuestra historia, la acción del aventurero francés motivó al gobierno para que incorporara la zona a la soberanía nacional. Así, en 1862, se inició la primera acción oficial para integrar la Araucanía, a cargo del coronel Saavedra. Comandando casi 1.500 hombres, el militar logró avanzar de forma paulatina hacia el sur del Biobío, fundando, en una primera etapa, las localidades de Mulchén, Angol y Lebu. Desde ahí, la línea de frontera se desplazó hasta el río Malleco, entre los años 1867 y 1868, afianzando la presencia de tropas nacionales con la creación de fuertes en Collipulli (1867), Cañete (1868) y Purén y Lumaco (1869).


Dominio total


La empresa pacificadora de la Araucanía no concluyó durante el gobierno de Pérez. Mientras era presidente Aníbal Pinto, en 1880, ocurrió un nuevo levantamiento indígena, que fue aplacado por las tropas comandadas por el coronel Gregorio Urrutia.
Si bien los enfrentamientos continuaron, poco a poco se fue afianzando la línea de frontera. Ya en 1882, Urrutia y sus hombres habían conseguido aplacar a los insurrectos, dominando los sectores de Curacautín, Villarrica y Alto Biobío. La efectiva colonización no solo aseguraría la estabilidad de la zona, sino que también otorgaba a los nuevos habitantes la posibilidad de explotar los importantes recursos minerales, agrícolas y forestales existentes en la zona.

 

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