Fe de erratas: La Tercera frente a sus errores

Hacer un mea culpa no es fácil. Esta vez, haremos dos. Porque nadie está exento de cometer errores, revisaremos dos de los mayores desafíos éticos frente a los que La Tercera se tuvo que enfrentar y las lecciones que sacamos de ello.

Por: La Tercera

Toda actividad humana está sujeta al error y el periodismo no está ajeno a ello. La clave, más allá de trabajar permanentemente por elevar las exigencias, está en las lecciones que se sacan de esas fallas y las medidas que se adoptan para reducir las posibilidades de que vuelvan a repetirse. En sus más de 65 años de historia, La Tercera no ha estado ajena a esos errores y ha trabajado por ir mejorando sus estándares editoriales. Cada uno de ellos ha entregado lecciones que el diario ha intentado aprender, creando nuevos protocolos de trabajo con el fin de entregar a sus lectores un mejor periodismo. No siempre, sin embargo, se responde de la mejor manera. Los siguientes son dos casos a los que el diario se enfrentó en los últimos años. Errores o desafíos éticos frente a los cuales se reaccionó de distinta manera.

Entrevistas falsas

El 24 de julio de 2017 La Tercera publicó, en su sección Mundo, una entrevista al ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero bajo el título: “En Venezuela el diálogo ha existido, existe y existirá”, donde abordaba sus gestiones como mediador en el conflicto que enfrentaba ese país. El artículo estaba firmado por Ximena Marín Lezaeta, quien aseguraba ser periodista y licenciada en comunicaciones de la Universidad Complutense de Madrid. La entrevista, sin embargo, nunca se había realizado. La alarma se encendió en la redacción de La Tercera, cuando el jefe de gabinete de Rodríguez Zapatero, José Miguel Vidal alertó sobre la situación. Pese a las explicaciones que dio Marín Lezaeta, desde la oficina de Rodríguez Zapatero la declaración era tajante: “Esa entrevista no se ha producido ni presencialmente ni por ningún otro medio”.

Luego de comprobar que no solo esa entrevista, sino muchas de las otras enviadas desde España por Marín Lezaeta desde 2015, eran o réplicas exactas de otras publicadas en medios distintos o, una selección de intervenciones públicas de los supuestos entrevistados armadas luego como si hubieran sido diálogos exclusivos, La Tercera decidió tomar medidas. Retiró de todas sus plataformas las entrevistas firmadas por Ximena Marín Lezaeta, se comunicó con los medios y con las figuras públicas afectadas y publicó un artículo bajo el título “Las entrevistas que no debimos publicar”, en el que se excusaba con los lectores por no haber detectado a tiempo las malas prácticas de Marín Lezaeta. Junto con ello, se elevaron los estándares y se establecieron protocolos más estrictos para los colaboradores en el extranjero, aumentando las exigencias.

El caso Oporto

El 13 de agosto de 2016 La Tercera publicó en su sección de Nacional un artículo titulado “No quiero convertirme en Batman”, en el que se relataba la historia de Pablo Oporto, un comerciante que aseguraba haber sido víctima “probablemente de más de 100” asaltos en Lo Espejo y dado muerte a al menos siete delincuentes. Además, decía que lo habían detenido más de 30 veces por enfrentarse a ladrones. Cerca de un año después, la revista Sábado de El Mercurio, publicó un reportaje bajo el título, “El justiciero imaginario”, donde se develaban las mentiras de Oporto. El comerciante había inventado una historia que La Tercera y otros medios habían reproducido ampliamente. Más allá de la publicación de una fe de erratas en las páginas de Opinión en que se ofrecía “disculpas a sus lectores por la información publicada”, el episodio obligó al diario revisar las fallas cometidas.

El caso de Oporto dio cuenta de varios errores en la elaboración de un artículo periodístico, lo que permitió a La Tercera sacar lecciones y elevar sus estándares para trabajos futuros. Influidos por la repercusión que el caso ya tenía, los periodistas que realizaron el trabajo se limitaron a reproducir la versión entregada por el comerciante, sin verificar la información con las instituciones eventualmente involucradas, como Carabineros o la Fiscalía. Hubo falencias en la elaboración del reportaje que permitieron que la mentira se propagara. Una correcta revisión de la información entregada por Oporto habría evitado publicar una historia falsa. Hubo evidentes fallas en la cadena de control, tanto del periodista como de los editores que revisaron la nota. A partir de entonces se redoblaron las exigencias para el chequeo y verificación de la información.

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