Los días de los diarios abiertos y gratuitos se están acabando y eso trae una serie de innovaciones y desafíos para el periodismo en los próximos años. Aquí, la periodista Angélica Bulnes, escribe sobre este nuevo escenario en la industria de los diarios en el mundo.
Por: Angélica Bulnes
Que el
modelo se estaba agotando es algo que sabemos desde hace 20 años o más. A los periodistas que estudiamos desde mediados de los
90 en adelante, prácticamente desde el primer día de clases algún profesor, expositor o periodista invitado nos llamó a
repensar la profesión, porque el surgimiento de la web iba
a cambiar -o destruir- las formas de hacer el trabajo. Aunque los actuales cierres
de revistas, recortes, despidos y la precarización de los medios demoraron incluso más de lo anunciado, los desafíos del sector se hacen cada
vez más complejos.
En los últimos años se ha ido haciendo cada vez más evidente que el negocio sobre el que construyeron los diarios durante el último siglo -avisadores usando a los medios de comunicación tradicionales como la prensa como vía para llegar a sus compradores- está en seria decadencia. Las audiencias se acostumbraron a recibir las noticias gratis o pagando poco, mientras las marcas encontraron otras formas de conectar con sus potenciales clientes, y una buena parte de los recursos que iban a los medios ahora van a parar a las manos de Google y Facebook, que no crean los contenidos, pero sí los distribuyen. Como consecuencia, el periodismo, crece en audiencia pero pierde financiamiento. Hay una larga discusión sobre si la crisis del negocio es sinónimo de la del periodismo, pero el trastorno en el mercado publicitario ha resultado más gravitante de lo esperado y ha dejado claro que, sin plata, no hay medio de noticias masivo que resista.
Eso ya es un hecho, lo que está por verse cómo se va a reconfigurar el escenario y cuáles de los modelos que se han estado probando se van a imponer. El futuro es experimentación, algo que a los medios de noticias y los periodistas les suena como esa maldición (supuestamente) china que le desea al interlocutor que le toque vivir tiempos interesantes. Estos, sin duda, lo son. “Por primera vez en la historia moderna enfrentamos la posibilidad de una sociedad sin noticias confiables, al menos tal como estábamos acostumbrados a entenderlas”, dice Alan Rusbridger, el exdirector del diario británico The Guardian y probablemente el mejor editor periodístico en las últimas décadas, en su libro Breaking News: The Remaking of Journalism and Why it Matters Now.
Antes de dejar, en 2015, su cargo en el medio que dirigió por dos décadas, Rusbridger transformó a The Guardian de un diario de alcance nacional a un sitio con una audiencia y reconocimiento global, además de líder en términos de innovación y conversión digital. Rusbridger se pasó al menos los últimos cinco años de su periodo dando una batalla sobre el modelo de operación de los diarios, no solo del suyo. Mientras el Times de Londres o el New York Times, dos de sus principales competidores en la web, en 2010 y 2011, respectivamente, establecieron muros de pago, es decir, cerraron el acceso de sus contenidos en la web a las personas sin suscripción, The Guardian apostó -y sigue haciéndolo- por un “periodismo abierto” y que su trabajo esté disponible para todos, siempre. En 2015, Rusbridger dejó The Guardian lleno de premios e influencia, pero con pérdidas que el diario puede sostener porque tiene el respaldo de un gran fideicomiso. En términos financieros, lamentablemente, Rusbridger perdió el round. Recién hace pocos días, después de años de pérdidas y recortes The Guardian cerró el año 2018-2019 con números azules, gracias a una agresiva estrategia de donaciones y suscripciones premium.
Cualquiera que revise la prensa internacional con cierta asiduidad sabe que el acceso abierto a los medios se ha ido cerrando o al menos dificultando. Todavía hay artículos y secciones que están abiertas para todos, pero crecientemente los visitantes se encuentran con mensajes del tipo: “Alcanzaste el número de artículos disponible. Para seguir leyendo, suscríbete”.
En los últimos años la industria de medios en su dimensión digital ha funcionado bajo lo que se conoce como “la economía de la atención”: el contenido es gratis y el bien escaso que persiguen es nuestra atención.
Cada vez más, el que quiere ver, leer o escuchar tiene que pagar. En los últimos meses esa apuesta por compensar la caída del avisaje cobrándoles a los lectores por su contenido en internet se ha acelerado: a fines de los 90 y comienzos de 2000 solo la prensa financiera se atrevía a hacerlo, mientras que actualmente el 78 por ciento de los principales diarios de Estados Unidos tienen alguna fórmula de muro de pago (algunos no permiten acceder a ningún contenido, otros fijan un monto de artículos de libre acceso al mes). Varias revistas han seguido ese camino (The Economist, New Yorker, Wired) y hasta los sitios nativos, nacidos con y para internet, como Quartz o Vox, están cobrando por contenidos premium. Incluso, Apple presentó este año la más reciente innovación en esta línea, Apple News Plus, un servicio de noticias por suscripción en Estados Unidos y el Reino Unido, una suerte de Netflix de las noticias que por cerca de 10 dólares mensuales permitirá acceder a más de 300 revistas y diarios.
En Latinoamérica pasa algo similar. En Argentina, en Brasil o en México ya opera en cada vez más medios la suscripción digital y en Chile, donde la prensa hasta hace poco seguía muy orientada al papel, el proceso comenzó recientemente. Uno de los primeros en poner el muro, en 2017, fue el Diario Financiero, y en los últimos meses se pliegan los dos principales diarios de circulación nacional: a fines de 2018 El Mercurio empezó a cobrar por acceder al papel digital y en mayo La Tercera lanzó sus suscripción digital.
El modelo que en todas partes del mundo están mirando con interés es el del New York Times. Temprano en esta década ese diario estadounidense apostó por las suscripciones digitales, y junto con mantener su excelente estándar a nivel periodístico ha ido creado secciones nuevas para mantener a sus audiencias y atraer a nuevos públicos con contenidos que apelan a distintas dimensiones de su vida, desde las secciones de cocina hasta las vinculadas al consumo o vida buena y saludable. El año pasado 3,8 millones de personas pagaban por leer el diario The New York Times, la cifra más alta en su historia. De estos suscriptores, la mayor parte –2.892.000 usuarios, son digitales.
La expansión del modelo “paga por ver” en la web tiene enormes implicancias en la relación entre diarios y audiencias, porque cambia el eje del funcionamiento. Implica, por una parte, asumir que el avisaje deja de ser la principal fuente de recursos y pasa a ser reemplazado por las suscripciones. De este modo, las audiencias y usuarios se vuelven el centro del negocio y, como consecuencia, del trabajo. Una gran diferencia de enfoque.
En los últimos años la industria de medios en su dimensión digital ha funcionado bajo lo que se conoce como “la economía de la atención”: el contenido es gratis y el bien escaso que persiguen es nuestra atención. Las aplicaciones, redes, sitios, incluidos los periodísticos, están diseñados para captar de la manera más rápida e irresistible nuestro interés. En el caso del periodismo, la búsqueda de ese objetivo ha tenido consecuencias positivas: coberturas más ágiles y flexibles, más diversidad en las pautas y, en su constante necesidad de evitar que las audiencias se escapen, la aparición de nuevos formatos y maneras de interactuar con el público. Pero la orientación al cliqueo fácil también ha promovido a nivel general en el sistema de los medios "los contenidos basura, las noticias falsas y el excesivo poder que han adquirido las gigantescas plataformas de redes sociales”, dice Gideon Lichfield, el editor del MIT Technology Review. Para él, actualmente estamos transitando desde esa economía de la atención a un modelo tradicional en que el recurso escaso vuelve a ser el dinero de la gente y no su tiempo. “Competir por el dinero obliga a los medios a pensar en cómo darles valor a sus usuarios a largo plazo en lugar de gratificación a corto plazo y en cómo servir a las comunidades en lugar de servir a la basura”, describe Lichfield.
El primer desafío es convencer a sus audiencias de pagar
por algo que antes recibían gratis o más barato, frente a
lo cual la mejor opción es ampliar y mejorar la oferta. Pero
como la capacidad e interés por suscribirse a medios de noticias
es limitada, la competencia será feroz. Cuando se trata de pagar, las
marcas, su identidad, pasan a ser mucho más importantes y tienen que invertir en lograr
identificación con la audiencia.
La noticia fácil, tergiversada o falsa no va a desaparecer, seguirá disponible gratuitamente y es posible que se acreciente la diferencia entre unos segmentos muy informados y el resto.
Un tema menos emocionante, pero completamente asociado y
discutido en la industria, es el de las métricas: la forma de medir e investigar
a las audiencias. Hasta ahora los incentivos estaban puestos en saber quién cliquea y cuánto tiempo se
queda, datos que terminaron convertidos en un fin en sí mismo, tal como
en el caso de la televisión con el rating. Con el lector en el
centro de las preocupaciones, esos datos sirven, pero no son suficientes. Se
necesitan más indicadores de satisfacción, responder quién quiere qué, cuándo, por qué y de qué manera. Existen muchas
herramientas para aprender más sobre eso, pero al mismo tiempo los
medios no pueden olvidar los escándalos ocurridos en las grandes compañías tecnológicas, los cuales han
aumentado mucho la desconfianza sobre el uso y abuso de los datos privados
entre las personas. Una serie de países ya han tomado o están tomando medidas
al respecto, que seguramente tendrán efectos en Chile en relación a la
protección de la privacidad.
Para los consumidores
de medios, los dispuestos a suscribirse, este camino puede ser una gran noticia,
porque debería apuntar a medios
más pendientes de sus
necesidades y dedicados a diseñar productos en función de ellas. Una pregunta distinta es qué efecto va a tener en la sociedad en general que los contenidos que
implican más tiempo y cantidad
de periodistas estén disponibles solo para suscriptores. La noticia fácil,
tergiversada o falsa no va a desaparecer, seguirá disponible gratuitamente y es
posible que se acreciente la diferencia entre unos segmentos muy informados y el
resto. Eso explica, en parte, por qué algunos medios permiten visitar una
cierta cantidad de contenidos antes de bloquear el acceso. O que el New York Times y otros diarios estadounidenses
abrieran completamente el acceso por 72 horas para las elecciones
presidenciales y parlamentarias de 2016. Si el uso creciente de muros de pago para financiar el
contenido periodístico desafía la existencia de las noticias como bien público es un tema a debatir, pero esa
discusión no le compete exclusivamente a un medio
específico e invita a preguntarse por otros modelos de financiamiento y por el
rol de los medios públicos.
Un riesgo que sí le compete a cada medio
tomar es decidir qué significa poner en el centro a la audiencia y si esto se
va a traducir en complacerla y darle contenidos a la medida, o interpelarla con
información y posturas incómodas cuando lo considera necesario. Eso dependerá del
compromiso editorial y periodístico de cada uno, pero, para ser justos, también del público. Así como se acostumbra
a decir que los países tienen los políticos que sus votantes se merecen, tenemos
las noticias y el periodismo que nosotros mismos privilegiamos.
Es imposible no hacer un duelo, un minuto de silencio al menos, por el momento que se va. El de los últimos años fue un periodo bastante extraordinario, con todos los contenidos periodísticos y todos los medios de la mayoría de los países y sus formatos abiertos gratuitamente en la web. Pero las deficiencias de la publicidad han terminado amenazando la calidad del periodismo. Lo que vamos a ver ahora es, si la expansión del muro de pago resuelve el problema del financiamiento y, sobre todo, la capacidad de sobrevivencia de las noticias y los diarios así como los conocemos.
“Que los contenidos sean pagados por tus lectores es crucial para un modelo de negocios que proteja el futuro del periodismo”
Jonathan Wright, director ejecutivo global del Wall Street Journal, y encargado de diseñar las estrategias de crecimiento a nivel mundial, reflexiona sobre la relevancia de la transformación digital y explica cómo el tránsito hacia las suscripciones en esas plataformas es algo urgente: “Los medios están quedándose sin tiempo para hacer esta transformación”, asegura.
Por: Sebastián Rivas
Parte gentilmente pidiendo disculpas por la hora de la entrevista y, casi inmediatamente, Jonathan Wright cuenta que muchísimas veces él ha estado en la posición horaria opuesta. Son las 10 de la mañana en Hong Kong, las 10 de la noche del día previo en Santiago de Chile, y el director ejecutivo global de The Wall Street Journal se nota entusiasmado cuando habla de transformaciones digitales. Ha sido su área por las últimas dos décadas, y hoy su rol es cerrar acuerdos con otros medios para ampliar el alcance e influencia mundial de su medio. De hecho, uno de los últimos fue el que el WSJ selló con La Tercera, y que permite que hoy se ofrezca una suscripción que permite acceso a ambos medios.
“Parte de mi trabajo es viajar alrededor del mundo para
hablar con gente de diferentes medios y lo que queda es tratar, experimentar”,
dice Wright sobre su trabajo. “Lo hemos hecho con nuestro muro de pago por 20 años
en el WSJ. No sé si alguna vez lo tendremos 100% correcto, pero es importante
seguir tratando para el futuro de las noticias”.
¿Cuál es la
relevancia de la estrategia de suscripción en los medios hoy, y la diferencia
entre este ambiente de suscripción digital y la clásica suscripción a los
diarios en formato impreso?
Las noticias profesionales son cruciales. Son tan importantes que informan, desafían a la gente y hacen responsables a los poderosos de sus actos. Entonces, es crucial que protejamos el futuro del periodismo profesional. Creo que la suscripción digital y las estrategias de membresía son muy importantes en ese sentido. Una de las claves para proteger el periodismo es asegurarse de que el modelo de negocios funcione, de que los diarios sean financieramente viables y exitosos. Ese es el contexto. Pero creo que todos los países experimentan un declive en las ventas en papel y de la publicidad por el desafío que presentan Facebook y Google. Que los contenidos sean pagados por tus propios lectores es crucial para un modelo de negocios que proteja el futuro del periodismo. Respondiendo a tu pregunta, creo que la suscripción digital es tremendamente importante y, de hecho, en WSJ es la fuente principal de ingresos.
A veces los medios
están un poco temerosos de la reacción de los lectores a los que se les pide
pagar por su consumo en las plataformas digitales, especialmente en países como
Chile, donde no se hace regularmente. ¿Cómo ha sido la experiencia con los
lectores y miembros de la comunidad del WSJ? ¿Están los lectores más preparados
de lo que creemos?
He estado en este mundo por 20 años, trabajé en Nueva York, en Londres, y he estado aquí y en Asia por los últimos cuatro años y creo que diferentes mercados están pasando por diferentes escenarios. Recuerdo haber estado en Japón e India tres o cuatro años atrás y todos tenían sus contenidos gratis y estaban muy temerosos de cobrar porque, como dices, la audiencia no es estaba acostumbrada a pagar por contenido y ese es el modelo que les funcionaba, pero diré una cosa: los medios están quedándose sin tiempo para hacer esta transformación. Nosotros somos afortunados de haberla hecho 20 años atrás. Por eso estamos en una posición en la que hemos sido capaces de desarrollar este proyecto y es una parte muy importante de nuestros ingresos.
¿Qué es lo relevante
ahora?
Creo que quienes publican tienen que confiar en el valor de
lo sus contenidos. Creo que ahora más que nunca los lectores se preocupan de
dónde vienen los contenidos que consumen y se preocupan de las noticias falsas.
Y creo que lo que estamos viendo es que aun en países que estaban en una zona
de confort, ahora lo han repensado, principalmente porque ahora los lectores
están más preparados para pagar por contenido. Los medios necesitan entender a
su público y saber qué proponerles, que la gente sepa que puede confiar en su
fuente de información. Cada vez la gente está más dispuesta a pagar por eso.
¿Por qué piensa que
los grandes medios ahora cobran por contenido en sus diferentes plataformas
cuando todavía hay mucho contenido disponible gratis?
No creo que solo sean los medios más grandes. Me junto con
medios más chicos y compañías que quieren empezar que están lanzando modelos de
suscripción pagada. Japón es un gran ejemplo. Los medios grandes daban los
contenidos gratis todo el tiempo y fue un medio que estaba comenzando el que
lanzó la primera suscripción pagada. A veces las compañías más grandes son
despertadas por compañías más chicas. El tema de fondo es que invertir en
periodismo de calidad o en breaking news
puede traer una cantidad significativa de ingresos. Nosotros tenemos tres
fuentes de ingresos muy claras: publicidad, suscripción y un negocio de
información profesional. Tenemos suerte de que todos están creciendo, pero si
uno de ellos se cae, tenemos a los otros dos para solventar esa caída.
“Hay que crear una conexión más
profunda entre audiencia y producto”
¿Qué tan importante es para usted la experiencia del usuario de una suscripción, es decir, darle a un suscriptor una navegación bien pensada y con todos los productos y beneficios que tiene disponibles claramente visibilizados? ¿Es tan importante esa parte como lo es el contenido?
Es muy importante ir más allá de la transacción. La razón por la que lanzamos un programa de beneficios de membresía es para darles valor a nuestros suscriptores. El uso de experiencias, más allá de la membresía, es acerca del producto, de tu entendimiento de ellos, del tipo de contenido que quieren, cómo lo quieren consumir, si es en móviles o más videos o en audio. Lo que tratamos de hacer es poner a nuestro suscriptor en el centro de nuestra toma de decisiones. Eso es lo que define nuestra estrategia y nuestro producto. Hay que ir más allá de la transaccional y crear una conexión más profunda entre audiencia y producto.
¿Cómo es su relación
con las audiencias más jóvenes? ¿Les cuesta más pagar o son más reticentes a la
hora de entregar su información personal?
La gente joven está dispuesta a pagar contenido de calidad.
Estaba leyendo un estudio reciente hecho por Reuters en que decía que a los grupos
de mayor edad les cuesta más pagar y el segmento menor de 25 años es el que
crece más rápido en membresía. De hecho, nuestras editoriales ahora tienen un
enfoque para estudiantes, los que han crecido mucho en términos de
suscripciones.
Es decir, tienen una
estrategia especial para ese grupo…
Es interesante cuando los medios consideran audiencias diferentes en términos geográficos, demográficos, de sus intereses. Esas son las cosas que definen la estrategia. Por ejemplo, hemos cerrado un acuerdo con Apple News y la semana pasada anunciamos un convenio con Twitter. En el caso de Apple News tenemos temas de deportes y de interés general para justamente buscar una conexión con audiencias más jóvenes. Es algo similar a nuestro acuerdo con La Tercera: nuestra idea es llegar a una audiencia diferente en términos geográficos y de apoyar el negocio del diario y sus plataformas. Esta alianza es de beneficio mutuo en el sentido de que ambos medios nos nutrimos de la experiencia del otro.
¿Cómo esta idea de alianzas
con otros medios calza en la estrategia global del WSJ?
En mi rol, paso mucho tiempo viajando y conociendo diferentes negocios en las comunicaciones, además de negocios corporativos. El WSJ tiene una cobertura global que es altamente relevante. En ese sentido, América Latina es muy importante para el WSJ. Hemos estado en la región por 20 años y tenemos varias alianzas, además del negocio de información profesional. En noviembre estuve en Argentina, Uruguay, Brasil, México, Colombia, hablando con gobiernos, medios y compañías, y fue muy obvio que hay un gran apetito por contenido de calidad. Hay una necesidad de entender políticas económicas a nivel global. Por eso es tan importante este tipo de alianzas como la que tenemos con La Tercera.