“Soy culpable”: la confesión del Cóndor Rojas que estremeció a Chile

El 26 de mayo de 1990, el guardameta, presionado por la posibilidad de que se conociera la verdad del Maracanazo, la contó en La Tercera. En la redacción, la sospecha se había instalado el mismo 3 de septiembre, cuando se jugó el partido en Río de Janeiro.

Por: Christian González

“¡Soy culpable!” La frase, en visibles letras rojas, ocupa las seis columnas del título principal de La Tercera en su edición del 26 de mayo de 1990 y está atravesada por la palabra “exclusivo”, en negro. Roberto Rojas, el protagonista del escándalo que se había producido el 3 de septiembre de 1989 en el estadio Maracaná, en Río de Janeiro, reconocía que su actuación había sido una farsa. Que se había infligido la herida en la sien izquierda que provocó el retiro de la Selección del partido ante Brasil, en el que se jugaba la clasificación al Mundial de 1990. La bengala que supuestamente lo había golpeado mientras se jugaba el minuto 69 del encuentro entre Brasil y Chile, con ventaja por 1-0 para el Scratch, en realidad, nunca lo impactó, pero hasta entonces nadie sabía la verdad. O muy pocos: los contados cómplices de Rojas. Aún así, quien la detonó, Rosenery Mello, se transformó en celebridad y llegó a posar para la edición brasileña de la revista Playboy. Se hizo conocida como La Fogueteira.

En la redacción de Deportes La Tercera, la sospecha de la farsa se había instalado poco después de que la bengala había tocado el pasto del mítico estadio. Orlando Gallegos, uno de los periodistas en ese tiempo, recuerda: “Nosotros pensamos que no era cierto, pero Ernesto Bustos (editor en la época) se puso la camiseta y dijo que era grave y la enfocamos de otra forma, pensando que iba a resultar. Orlando Escárate, periodista fallecido en 2012, y quien sería el encargado de entrevistar a Rojas, fue el enviado especial a Río de Janeiro.

Sin las posibilidades tecnológicas actuales, los primeros sondeos fueron presenciales. Primero, rondas en torno a la casa de Rojas y, producto de ellas, los acercamientos iniciales en los que el guardameta insistía en su inocencia.

Los hinchas le creyeron ciegamente a Rojas. Algunos de ellos, apedrearon la embajada de Brasil y José Toribio Merino, miembro de la Junta de Gobierno arremetió, sin filtros ni diplomacia: “Los brasileños son un pueblo de primitivos”.

Pocos días después, en Brasil también surgieron sospechas. Gallegos recuerda: “A los dos días, los brasileños detallaron minuciosamente cómo habían sido los hechos. Supimos que se habían instalado micrófonos en el camarín, pero a los brasileños tampoco les convenía contar esa práctica, porque era casi igual de grave”.

Gallegos relata que el incidente incluso provocó una división interna en el equipo periodístico en que se formaron dos bandos: los que le creían a Rojas y los que no. La conclusión para zanjar la disyuntiva fue comenzar las gestiones para conseguir una entrevista con el protagonista de la historia.

Sin las posibilidades tecnológicas actuales, los primeros sondeos fueron presenciales. Primero, rondas en torno a la casa de Rojas y, producto de ellas, los acercamientos iniciales en los que el guardameta insistía en su inocencia. “Nos juraba que había sido así”, dice el periodista. En el proceso, se revisaron en detalle las heridas de Rojas y la conclusión fue categórica: eran producto de un corte y no de un impacto. La incredulidad era generalizada. En 1990, Harold Mayne-Nicholls, hoy vicepresidente ejecutivo de Blanco y Negro y ex timonel de la ANFP, y Marco Antonio Cumsille, publicaban "El Caso Rojas: un engaño mundial".

Por esos días se conocía la posibilidad de que Rojas se transformara en preparador de arqueros de Sao Paulo, el club al que pertenecía cuando cometió el error más grave de su carrera, una opción que irritó al técnico de la Selección al momento del incidente, Orlando Aravena.

“El ‘Cabezón’ Aravena amenazó con destapar la olla y, en eso, Rojas aparece diciendo que estaba dispuesto a dar la entrevista”, recuerda Gallegos. “Se le adelantó. No sé cómo fue la gestión, pero se designó a Escárate para que lo entrevistara. Era un secreto de Estado en el diario. Sabían muy pocos”.

La entrevista marcó el inicio del desmoronamiento de un montaje que le costó duras sanciones al fútbol chileno. La más dolorosa: la imposibilidad de disputar las Eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos 1994

La convicción del montaje de Rojas también se había alcanzado a través de testimonios de integrantes del cuerpo técnico de Aravena que habían sido contactados por La Tercera.

La nota se realizó en la casa del hasta entonces capitán de la Selección. Además de Escárate, concurrieron dos fotógrafos y personal logístico. Con la confesión ya en la mano, la preocupación se concentró en resguardar la exclusividad de la entrevista.

Gallegos dice: “El día anterior a la publicación, estaba prohibido retirar ejemplares del diario.  Sin embargo, la entrevista se filtró a través de un programa radial en el que trabajaba Carlos Caszely y colaboraba Augusto Schuster, yerno de los dueños del diario de entonces, quien se había llevado un ejemplar de prueba, de esos que no salen a la venta porque están manchados, con defecto de impresión. A raíz de eso, la competencia, El Mercurio y Las Últimas Noticias, activó un operativo para conseguir algún periódico de la primera edición, la que iba a regiones, que contenía la entrevista. Enviaron móviles a los peajes y consiguieron algunos diarios. Con ellos, intentaron aminorar el golpe. La exclusividad se perdió un poco, pero el testimonio de Rojas en las páginas de La Tercera ya era bastante potente. Hasta hoy es así”.

La entrevista marcó el inicio del desmoronamiento de un montaje que le costó duras sanciones al fútbol chileno. La más dolorosa: la imposibilidad de disputar las Eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos 1994, con el consiguiente daño a toda a una generación de futbolistas. Los protagonistas de la trama también pagaron. Rojas fue inhabilitado de por vida, aunque amnistiado en 2000; Fernando Astengo, castigado con cinco años de inactividad; Orlando Aravena, con el impedimento de dirigir a nivel internacional y con cinco años a nivel local; y el presidente del fútbol chileno, Sergio Stoppel, con una sanción a perpetuidad que le fue levantada en 2007. También hubo sanciones para el médico Daniel Rodríguez, el kinesiólogo Alejandro Koch y el utilero Nelson Maldonado.

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