El 21 de abril del año 2010, el diario La Tercera publicó la primera nota en que se expuso al ex párroco de El Bosque como un abusador sexual. El “golpe” periodístico, que tiene repercusiones hasta hoy, se investigó a contrarreloj y con una meta clara: tener un reportaje que fuera indesmentible. “Estaba la decisión editorial de no pedir permiso ni perdón”.
Por: Ivonne Toro
“Fueron horas frenéticas”, recuerda la periodista María
Octavia Rivas sobre el martes 20 de abril del año 2010, el día clave en la
caída de Fernando Karadima, en ese entonces párroco de la Iglesia del Sagrado
Corazón de Jesús en El Bosque de Providencia.
Esa jornada, la dirección del diario La Tercera, encabezada por Cristián Bofill, tomó la decisión de apretar a fondo el acelerador en un tema extremadamente relevante que cambió el curso de la historia de la Iglesia en Chile: ratificar la existencia de denuncias de abuso sexual contra uno de los sacerdotes favoritos de la élite y proceder esa misma jornada a elaborar una nota que, según distintas fuentes consultadas, dormía hacía meses en las redacciones de distintos medios. Así se hizo y el 21 de abril de ese año el diario La Tercera anunció en portada una noticia que hasta hoy tiene repercusiones: “Iglesia chilena pide perdón por abusos e investiga a sacerdote”.
El día previo a este remezón comenzó con las disculpas públicas ofrecidas por el entonces presidente de la Conferencia Episcopal, Alejandro Goic, por las vulneraciones sexuales cometidas por religiosos –en la época había 20 casos judicializados- y un llamado a las víctimas a realizar denuncias.
“¿Por qué están pidiendo perdón? ¿Por qué ahora?”, fue la pregunta que hizo Bofill frente a este hecho. Entonces se activó a la sección de noticias nacionales, encabezada por el editor Gabriel Vergara. En esta área se conocía desde hacía un tiempo que el “santo” de El Bosque no era tal, pero aún no se había logrado establecer en qué pie estaban las acusaciones en contra del religioso quien fue expulsado del sacerdocio por el Papa Francisco el 27 de septiembre de 2018.
“Nos empezó a llegar distinta información de que efectivamente había algo que involucraba a Karadima. No se sabía el tono de la denuncia, solo que eran abusos sexuales, pero no la gravedad o la cantidad de personas involucradas".
Octavia Rivas, quien se desempeñaba como subeditora del cuerpo de Reportajes, obtuvo alrededor de las 15 horas del 20 de abril de 2010 la primera pista concreta. Una fuente confiable, que tenía conocimiento directo de los hechos, le dijo que se había abierto un expediente eclesiástico contra Karadima, que las acusaciones eran varias, y que el caso era sólido. Dice Rivas: “Atamos cabos. Sobre la marcha nos enteramos que no éramos los únicos tras la información y empezamos a correr a contrarreloj”.
Otras fuentes consultadas aseguran que desde ese momento se empezaron a desarrollar una serie de reuniones en las que participaron todos quienes tenían algún vínculo con la Iglesia. El grupo dirigido por Vergara aportó información, pero aún faltaba cerrar el círculo, corroborar a la brevedad posible el “dato” y transformarlo en un hecho indesmentible. Esa era la prioridad y la orden.
El subdirector, Felipe Contreras se transformó en pieza
clave en este puzzle. “Estaba la información inicial de Octavia, que era correcta, pero había que tener un
chequeo. Felipe viajó fuera de Santiago a conseguirlo. Lo obtuvo tarde, cerca
de las 22 horas”, recuerda un testigo del reporteo.
Rivas relata: “Nos empezó a llegar distinta información de que efectivamente había algo que involucraba a Karadima. No se sabía el tono de la denuncia, solo que eran abusos sexuales, pero no la gravedad o la cantidad de personas involucradas. Teníamos que tener algo más que eso por la responsabilidad y la claridad que tiene que haber si vas a imputarle a alguien delitos de este tipo. Tienes que tener certeza de la seriedad y gravedad de la denuncia. Yo recuerdo que nos autoimpusimos esa tarde -cuando recibimos el dato por varias vías y nos volcamos todos a buscarlo por todas partes con nuestras fuentes- tener la certeza de que se había abierto una investigación eclesiástica”.
Agrega que, “fueron horas frenéticas. La noticia finalmente sale solo para la edición de Santiago porque, aunque corrimos para tenerlo primero, que es lo que todo periodista busca siempre, no queríamos correr ningún riesgo. Eran las primeras denuncias contra la Iglesia. Tal vez no se podía tener la bala de plata ese día, pero sí la certeza de que se había abierto un expediente. Éramos tres o cuatro personas haciendo chequeo telefónico, subiéndonos a autos en la noche a hablar con fuentes. El contrachequeo salió en la noche. La nota estaba armada, pero sin eso, no iba a ir”.
Solo se dio el vamos una vez que Contreras llamó al director. “Es cierto. Lo tengo confirmado. La fuente es indesmentible”. Se cambió entonces el titular de portada para regiones y se abrió un espacio a una nota de 3.500 caracteres. “Iglesia investiga a ex párroco de El Bosque por abusos reiterados”. Esa “secundaria”, en la página 19 de la edición del 21 de abril, se transformó con los años en la principal preocupación de la Iglesia en nuestro país y un tema recurrente en el Vaticano.
La primera
publicación
Al día siguiente de la publicación de La Tercera, The New
York Times entregó el testimonio de dos víctimas y el tema se hizo masivo
cuando el 26 de abril Informe Especial de TVN transmitió un reportaje sobre el
caso.
“La denuncia fue presentada por un ex colaborador de la parroquia, quien lo acusa de haber abusado de él desde que era menor de edad, situación que se habría prolongado por casi 20 años. Según su relato, los abusos se dieron tras ser invitado a participar en reuniones con el religioso en su residencia”, consignaba la nota que generó incredulidad en el círculo de hierro de Karadima.
Nadie se imaginó que este iba a ser el caso emblemático en el quiebre en la Iglesia, pero comenzaron a surgir nuevos detalles que dieron cuenta de todo lo que estaba en juego.
El empresario Eliodoro Matte y Pilar Capdevila encabezaron
una férrea defensa pública que se tradujo en el pago de abogados e incluso una
reunión de Matte con el otrora fiscal nacional Sabas Chahuán. Capdevila,
además, fue una de las primeras en referirse públicamente al tema: “Él es un
actor de cine”, dijo sobre James Hamilton cuando se supo que era uno de los
denunciantes.
Los vínculos del “santo” con el mundo empresarial eran parte de la ecuación a la hora de definir cómo abordar el caso, admite uno de los involucrados en el proceso investigativo. “Estamos hablando de una época distinta y no era un asunto cómodo para el diario enemistarse con un sacerdote de la élite, cercano a grupos económicos. No era sólo enemistarse con la Iglesia, era mucho más que eso. Fue un cambio cultural”, asegura.
Finalmente, complementa Rivas, la incógnita sobre qué hacer se definió con criterios periodísticos: “Estaba la decisión editorial de no pedir permiso ni perdón. Teníamos una noticia que por su propio peso no necesitaba justificación. Y fue un primer paso para todo lo que vino después: Informe Especial estaba preparando el tema desde mucho antes que nosotros, pero salen después. Había una decisión ahí, alguien tenía que hacer el big bang. En eso fue clave La Tercera”.
La cobertura del medio no se quedó solo en aquella primera chispa. Rivas sostiene que, “nadie se imaginó que este iba a ser el caso emblemático en el quiebre en la Iglesia”, pero comenzaron a surgir nuevos detalles que dieron cuenta de todo lo que estaba en juego. “Publicamos una vez una declaración de Hans Kast, ex canciller. Era ante la Fiscalía Oriente y era la primera constatación de que este tema se sabía hacía mucho y nadie había hecho nada”.
Ese testimonio, que Kast había entregado el 10 de mayo de 2010 era demoledor. Relataba que Karadima, “jugaba con los afectos, el doble sentido, bordeando los límites y a veces traspasándolos”, y que había presenciado cómo les tocaba los genitales por encima de la ropa a jóvenes y estos salían a veces a altas horas de la noche desde la parroquia por la puerta de atrás. La declaración de Kast no admitió dobles sentidos: “Estoy preocupado por algunos adultos jóvenes y la influencia que pueda hacerles directamente o a través de otras personas de su entorno más cercano (…) La pregunta de fondo es: ¿Es conveniente que tal persona siga ejerciendo el ministerio público?”.