Caval antes de Caval

Investigaciones judiciales por delitos tributarios, tráfico de influencias, causas por estafa, demandas por deudas impagas. La revelación del millonario negocio de la familia de la ex mandataria dañó profundamente la imagen de Michelle Bachelet y generó un efecto dominó que tiene consecuencias hasta hoy. ¿Cómo comenzó la investigación que dio paso a un escándalo impensado? Si bien el reportaje hizo explotar el tema en 2015, la primera vez que alguien se enteró de que existía Caval fue mucho antes.

Por: Carla Pía Ruiz Pereira

Negro, con asientos de cuero blanco. Más de 200 caballos de fuerza escondidos bajo una elegante carrocería negra.

Era un coche discreto, aunque con solo tocar un botón, pasaba de la sofisticación japonesa a ser un bólido descapotable de cuatro ruedas. Arriba de su Lexus IS 250, Sebastián Dávalos Bachelet consiguió lo que quería, justo a la entrada del domicilio de su madre de calle Julia Bernstein. Corría el mediodía de un veraniego 21 de diciembre de 2012. La pregunta parecía obvia:

¿Qué hacía el hijo de Michelle Bachelet arriba de un auto avaluado, en aquella época, en US$ 56.800? ¿De dónde había sacado los 27 millones para comprarlo?

El hecho fue comentado en redes sociales e incluso fue destacado por La Segunda en un recuadro. El enigma quedó sin respuesta. Excepto para Juan Pablo Sallaberry, ex editor de La Tercera y en ese entonces periodista de la revista Qué Pasa, que tenía una pregunta más: ¿A nombre de quién estaba el comentado Lexus?

Ese fue el primer momento en que alguien se enteró de que existía una sociedad que, casi un año y medio después, haría estallar una bomba al interior de La Moneda: Caval Limitada.

Una conexión Caval

“Tengo valiosa información (…) de alguien que trabaja cercano a la Presidenta”.

A las 8:30 horas del martes 20 de enero de 2015, Juan Pablo Sallaberry recibió el correo que minutos antes había llegado al mail de José Luis Santa María, en ese entonces director de la revista Qué Pasa, hoy director de La Tercera. El remitente era Sergio Bustos, un particular personaje que denunciaba un fraude al FUT.

Era un mail prometedor, pero que podía quedarse en eso. Una promesa.

Eso hasta que el director de la revista le encomendó a Sallaberry investigar el dato y se puso en contacto con Bustos.

-Lo que pasa es que hay un mérito periodístico, pero también hay una cuota de fortuna, que es haberle pedido justo a Sallaberry que siguiera el caso. Él ya había investigado a Caval -explica Santa María, ex director de Qué Pasa y actual director de La Tercera.

Otra cuota de fortuna fue el correo, la que se extendió cuando, luego de hablar con Bustos, Sallaberry recibió unos archivos. Estos daban cuenta de una demanda laboral interpuesta por Sergio Bustos en contra de una empresa controlada por Mauricio Valero y Natalia Compagnon, la esposa de Sebastián Dávalos Bachelet y nuera de la Presidenta Michelle Bachelet.

No era cualquier empresa: Exportadora y de Gestión Caval Limitada.

Juan Pablo Sallaberry conocía ese nombre.

-La primera vez que supimos de esto fue en 2012, cuando Dávalos llega a la casa de Bachelet en su auto, un Lexus. Entonces empezamos a ver qué negocios tenía -explica Juan Andrés Quezada, periodista de Qué Pasa por aquellos años.

La tesis inicial de los periodistas era que el Lexus era prestado. Comenzaron a buscar en el banco de fotos de Copesa una señal, una pista. Una foto del auto en la que se pudiera distinguir la patente. Buscaron alguna imagen en agencias.

En 2012, Bachelet era secretaria general de ONU Mujeres. No era extraño ver a una multitud de periodistas que hacía guardia afuera de su casa en La Reina para captar alguna cuña. El 21 de diciembre ocurrió, cuando dijo la famosa frase: “Hablemos en marzo”. Pero minutos antes quien se había robado las miradas era su hijo, que entró en la escena manejando un lujoso Lexus negro. Era al menos curioso que Dávalos -que había salido seis meses antes del sector público- apareciera con ese auto. Así lo pensaron los reporteros de Qué Pasa.

El único rastro que tenían los periodistas Sallaberry y Quezada era la foto del Lexus que había aparecido en un recuadro del diario La Segunda.

Había un problema: en la foto no aparecía la patente.

La tesis inicial de los periodistas era que el Lexus era prestado. Comenzaron a buscar en el banco de fotos de Copesa una señal, una pista. Una foto del auto en la que se pudiera distinguir la patente. Buscaron alguna imagen en agencias. Nada. Hasta que José Miguel Méndez, fotógrafo de La Tercera, imprimió cuatro o cinco fotos donde se le hacía zoom a la patente del auto que conducía Sebastián Dávalos.

Más allá del comentario anecdótico, nadie había caído en la búsqueda del famoso Lexus del hijo de la ex mandataria. Eran los últimos días de 2012. Los más ajetreados, como siempre, de cualquier año. Entre la Navidad, los feriados y el Año Nuevo, pocas eran las pistas que podían dar paso a algo relativamente noticioso. Y las fotos del Lexus, que Juan Pablo Sallaberry miraba en una esquina del piso 4 de Av. El Bosque 90, las antiguas oficinas de Qué Pasa, irrumpieron en la planicie noticiosa de la revista en pleno fin de año.

En simple, lo que relataba “Un negocio Caval” –el reportaje que explotó como una bomba de racimo en La Moneda, cada día con datos nuevos– era cómo la sociedad formada por Mauricio Valero y Natalia Compagnon, la nuera de Michelle Bachelet, habían hecho “match” con el Banco de Chile.

Las imágenes habían sido impresas con tinta brillante y fueron la clave para que Sallaberry pudiera ingresar los datos.

La secuencia de antecedentes que el 26 de diciembre de 2012 llegaron exactamente a las 16:30, gracias a un certificado de vehículos motorizados del Registro Civil, fue la siguiente:

Era un Lexus del año 2012. De motor 2.5, color negro, a gasolina, asegurado por Bci Seguros.

El número de inscripción del vehículo era el 15260.

¿Fecha de adquisición? 28 de junio de 2012.

Más abajo, el dato más importante de todos: el propietario.

Bingo.

Ese fue el primer momento en que alguien se entera de que existe la “Exportadora y de Gestión Caval Limitada”.

Poco más de un año después, cuando Juan Pablo Sallaberry se encontró con Sergio Bustos, las piezas calzaron.

Y así nació el caso Caval.

Match point

Caval era una sociedad jurídica que databa al menos tres años antes del 5 de febrero de 2015, cuando se publicó el artículo de revista Qué Pasa, “Un negocio Caval”. La sociedad se había constituido el 3 de febrero de 2012. Tenía dos socios, un capital inicial de 6 millones de pesos. Y tres autos marca Lexus, además del que conducía Sebastián Dávalos.

Además, Caval, por supuesto, tenía una oficina. Justo en un edificio en la calle Nevería, en Las Condes. A pasos de la que es hoy la fundación Horizonte Ciudadano, creada por Michelle Bachelet.

Juan Andrés Quezada conoció por dentro Caval, cuando en 2013 entrevistó al hijo de la ex mandataria. La oficina tenía el pool completo de elementos para parecer eso: una secretaria en recepción, cubículos abiertos con trabajadores, una sala de reuniones. Pero también era rara, recuerda Quezada.

–Era una oficina moderna y había varias personas trabajando. Pero cuando yo le preguntaba a Dávalos qué era Caval, él no lograba explicarme bien. Me decía que se dedicaban a “acercar negocios”. Algo así como: si alguien tenía una idea genial, ellos, Caval, lo acercaban a alguien que pudiese poner el capital. Eso era Caval, según él. Era como hacer “match”.

Al parecer, esa especie de “match” también funcionaba hacia adentro de la sociedad. Así lo explicaba el artículo que publicó Qué Pasa aquel verano de 2015.

Así, la ganancia bruta para Caval alcanzaría los $3.000 millones de pesos.

En simple, lo que relataba “Un negocio Caval” –el reportaje que explotó como una bomba de racimo en La Moneda, cada día con datos nuevos– era cómo la sociedad formada por Mauricio Valero y Natalia Compagnon, la nuera de Michelle Bachelet, habían hecho “match” con el Banco de Chile.

Apenas un día después del triunfo de Bachelet en segunda vuelta, el 16 de diciembre de 2013, que le otorgaría un segundo periodo como Presidenta de Chile, el Banco de Chile emitió un documento informando la aprobación de un crédito por más de US$ 10 millones. 6.500 millones de pesos que serían la llave de Caval para hacerse con 44 hectáreas en Machalí, las que, con un supuesto cambio del plan regulador en el que las tierras pasarían de ser de uso rural a uso urbano, podrían ser vendidas en $9.500 millones.

Así, la ganancia bruta para Caval alcanzaría los $3.000 millones de pesos.

-Cuando en 2015 publicamos el artículo “Un negocio Caval” no teníamos tan claro el profundo impacto y las consecuencias que iba a generar en la política chilena. Lo que nos dijo Sergio Bustos, la información que nos dio, teníamos que chequearla y contra chequearla– explica José Luis Santa María.

Por esos días, a fines de enero de 2015, mientras Juan Pablo Sallaberry y el resto del equipo de Qué Pasa le daba forma al reportaje, La Moneda había tomado las maletas y salido de vacaciones. Había sido un enero espectacular. Al fin se había aprobado uno de los proyectos de ley más emblemáticos de la administración Bachelet, el que le ponía fin al sistema binominal.

La costumbre dicta que los gobiernos se turnan para tomar sus respectivas vacaciones. Así, en caso de cualquier contingencia, hay un plan y personas que puedan actuar de acuerdo a ese plan. Pero era un mes distinto. Toda La Moneda se fue de vacaciones, todos felices.

Un negocio Caval

En la revista no había noción de qué iba a pasar luego de la publicación. En especial, por el timing. Era febrero. “Qué pena publicarlo ahora porque va a pasar colado”, decían algunos. Incluso, como nadie calibraba bien el impacto, “Un negocio Caval” no fue la portada. Era claro que se quería marcar un punto. Pero no se podía hacer más. Los datos que hubiesen permitido darle mucha más visibilidad al reportaje, eran justamente los que no se habían podido chequear. Nadie imaginaba que el tema terminaría ganando el Premio de Periodismo de Excelencia de la universidad Alberto Hurtado de ese año, por ejemplo.

El lunes o martes justo antes de la publicación, hubo una reunión con Mauricio Valero para comprobar la mayor cantidad de datos posibles. Luego de eso y de 10 días de investigación, en Qué Pasa sabían que no se podían dar el lujo de esperar demasiado, la información se podía filtrar.

La decisión fue unánime: había que publicar.

—Nunca recibimos llamados de políticos para no seguir con el caso, ni antes ni después de publicar -dice Santa María. -Hasta último minuto yo estaba esperando algún tipo de llamado en La Moneda para saber de qué se trataba todo esto. No ocurrió. Ese mismo día de la publicación yo recibí llamados de varias personas, incluso de algunas vinculadas al mundo de la derecha. Me cuestionaron el tono del artículo porque consideraban que no había nada noticioso en él. Decían que todo era un negocio entre privados.

Por esos días, a fines de enero de 2015, mientras Juan Pablo Sallaberry y el resto del equipo de Qué Pasa le daba forma al reportaje, La Moneda había tomado las maletas y salido de vacaciones. Había sido un enero espectacular. Al fin se había aprobado uno de los proyectos de ley más emblemáticos de la administración Bachelet, el que le ponía fin al sistema binominal.

Los dos principales datos, confirmar la presencia de Andrónico Luksic, el presidente del Banco de Chile, y la de Sebastián Dávalos en la reunión donde se gestó el crédito para Caval, no se lograron confirmar para el artículo inicial.

Según Santa María, hubo fuentes que negaron la información y que incluso mintieron.

“Un negocio Caval” se fue actualizando. Ya en ese entonces, Qué Pasa publicaba los días viernes las reacciones a sus artículos. Con Caval pasó lo mismo. A través de redes sociales y su página web, se relató el día “después de”, que incluyó justamente la confirmación de que tanto Dávalos como Luksic sí habían estado en la reunión, cuando el día domingo el Banco de Chile confirmó la información a través de un comunicado. Ahí las cosas tomaron otro cariz.

—Me acuerdo que en La Moneda lo primero que trataron de hacer, como reacción inicial, fue buscar algo que pudiesen desmentir, algún error -recuerda Juan Andrés Quezada. -Y no pudieron, dicho por ellos mismos. Hay un episodio en que yo veo a Isidro Solís en La Moneda, justo saliendo de la oficina de Mahmud Aleuy, y me dijo “ustedes están jodidos” o algo así. No sabían qué hacer para defenderse.

Fueron los días más caóticos en revista Qué Pasa, cuando empezó el efecto dominó. Primero se publicó el artículo que revelaba el negocio de Caval. Luego, uno sobre la crisis que comenzó a explotar en La Moneda. A la semana siguiente, el problema al interior del Banco de Chile. Un mes después, el fin del negocio Caval, cuando se venden los terrenos de Machalí. Finalmente, la relación entre Luksic y Compagnon, los nuevos negocios de Caval y las conexiones en el negocio con operadores políticos UDI, como Juan Díaz y Patricio Cordero, las que fueron expuestas por primera vez en La Tercera.

Así, Caval se convirtió no solo en un caso judicial con múltiples aristas. Tuvo insospechadas consecuencias políticas. Marcó un hito político: la pérdida de poder, desde el punto de vista de la popularidad de la Presidenta Michelle Bachelet. Se rompieron las confianzas de su primer equipo. Se desdibujó un proyecto completo.

-Junto a los casos Penta y SQM, “Un negocio Caval” cambió el curso de la historia política de ese año -concluye Santa María.

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